Luc Besson tuvo unos comienzos interesantes en el cine francés, que parecían prometer grandes éxitos, aunque luego su trayectoria ha sido más bien irregular. Ahora bien, Besson merece un lugar en la historia del cine por habernos descubierto a Natalie Portman con apenas doce años en El profesional (Léon, 1994).
Los rasgos felinos de la Princesa Amidala serían capaces de ablandar a Darth Vader, pero es que este cisne negro, viuda doliente de América como Jackie, chica Woody Allen y superheroína de Marvel nos cautivó desde su infancia en la inquietante, porque nos enamora, Beautiful Girls y, por supuesto, en su explosivo estreno en el cine como aprendiz de asesina a sueldo. En El profesional su desastrosa familia desestructurada es asesinada por policías corruptos y Mathilda se consuela con su taciturno vecino, quien se dedica a matar gente. Ella aprenderá el “oficio” para vengarse de los asesinos de su familia…
Parece obvio que sin buenos actores semejante premisa no podía llegar muy lejos y Luc Besson se rodeó de consagrados como Gary Oldman o Danny Aiello, o de su amigo Jean Reno como Léon, el protagonista. Oldman no suele dejar indiferente por lo que el pasado y pesado Stansfield es tan irritante como peligroso y su mirada azul amenaza tormenta cada vez que aparece. Frente a ese torbellino, la calma de Reno supone el contraste perfecto para transmitir el equilibrio que la joven Mathilda necesitaría… o eso creíamos.
Léon no parece tener muchas luces, no sabe leer y su “amigo” (mafioso italiano Aiello) es quien le guarda los ahorros. Abrigo largo, gorro en la cabeza, bebedor de leche y su inseparable planta, “es mi mejor amiga”, forman una imagen memorable y bien significativa para dibujar al personaje. Por eso, cuando llega la adolescente, entendemos mejor cómo su vida salta por los aires y la revolución que ella supone en su vida casi “vegetal”.
De entre las insólitas mujeres fatales del cine negro, las lolitas son las más peligrosas y las más engañosas pues no dejan de ser niñas. Natalie Portman brilla con su ingenuidad infantil, pero también aporta una inquietante sensualidad buscada por Besson. No pasará nada, pero ella insiste en “enamorarse” de Léon y compartir cama (él solo dormía en sillas… como la planta) con la única figura masculina de respeto que ha encontrado. El divertido juego de imitaciones es sugerente y menos inocente de lo que parece: Madonna y Marilyn no parecen ser nombres con los que se identifique una niña, pero ahí quedan sus bailes. Él, con torpe elegancia, imitará a John Wayne, otro héroe de pocas palabras y más tiros.
Y es que la pólvora aparece con la habitual estética vanguardista de Besson. Movimientos vertiginosos de cámara o ángulos imposibles nos recuerdan que estamos en los noventa y en plena era del videoclip. Podemos destacar el festín final, con ese truco de Léon, tan visto como efectivo, que nos conduce a la traca pirotécnica esperable.
Más llamativo es el epílogo, en el que Mathilda pretende echar raíces reales (para la planta) y metafóricas, pero sutilmente nos damos cuenta de que esa planta no vive a las afueras y difícilmente podrá soportar las heladas del invierno neoyorquino. ¿Nos están diciendo algo? ¿Acaso Mathilda no encontrará descanso? Probablemente.
La forma en que se nos ha retratado la casa de Mathilda ya anunciaba su futuro. Apaleada por su familia, escondida para fumar, intentando ver dibujos animados cuando la tele no está ocupada, la suciedad, lo grotesco… la pobre Mathilda no puede ser feliz en ese agujero, el problema es si lo será en algún otro. Un solitario asesino a sueldo en la película y resulta que la antiheroína es ella…
La curiosidad más notable de la película es que Besson la escribió y rodó en una pausa durante la complicada producción de El quinto elemento (1997), que se convertiría en una macroproducción carísima… y bastante inferior a El profesional. La sencillez de unos personajes y de una historia tan previsible como efectiva es suficiente cuando el carisma resuelve cualquier posible dificultad. La química entre Jean Reno y Natalie Portman es historia del cine y, afortunadamente, Portman iniciaba así un carrerón imparable. Una vez más, menos es más y lo poco, si bueno, es mejor.
Vuelvan a enamorarse de Mathilda mientras esquivan balas de profesionales. Al final, solo se trata de ser capaces de encontrar nuestras raíces.