Escalofríos clásicos con Clint

Escalofrío en la noche,
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Escalofrío en la noche no es solo un solvente ejercicio de suspense que bordea el terror, es además narración pura y clásica, como Clint: puro y clásico desde el principio. Un grande

Con noventa gloriosos años y a punto de estrenar Cry Macho (2021), hoy resulta redundante alabar las virtudes y la calidad del cine de Clint Eastwood, pero hubo un tiempo no muy lejano en el que los ofendiditos de turno le miraban por encima del hombro, le menospreciaban o convertían sus prejuicios en dogma. Por ejemplo, muy pocos reconocieron el talento y las bondades de su primera película como director: Escalofrío en la noche (Play Misty for me, 1971).

Dave, un joven pinchadiscos con programa nocturno, casa junto al mar y largo historial de conquistas, se ve acosado por su último romance que se convertirá en una pesadilla… criminal. Clint es el protagonista y, aunque tenía a su amigo Don Siegel cerca (de hecho, le dio un papel), Eastwood demostró ya desde el principio su eficacia. Dirige y protagoniza, pero no tiene problemas en poner el foco en los personajes femeninos: la bella novia que reconquista a Dave (Donna Mills) y, claro está, la chiflada de Evelyn.

Jessica Walter está fantástica y terrorífica como esa conquista de una noche que vuelve al día siguiente sin avisar. Y al siguiente. Y al siguiente… Más aún, Eastwood introduce pequeñas salidas de tono de ella que nos indican que algo no va bien en su cabeza. Tras la conquista en el bar (gran escena de complicidad con Siegel), el cazador Dave resultará cazado y apresado por Evelyn. Finalmente, el acoso estalla y desemboca en violencia, con el intento de asesinato de la asistenta de Dave, rodado como evidente homenaje a Hitchcock, con plano de una mano agarrada a una cortina incluido. La sombra del maestro inglés es alargada y volverá a aparecer con la presencia de tijeras y este tipo de dramas psicológicos que tanto se dieron en los sesenta y que provenían de Psicosis.

Ahora bien, Eastwood no se conforma con seguir la estela hitchcockiana. En Escalofrío en la noche aparecen ya muestras de su personalidad o rasgos setenteros que la hacen diferente. La melena con patillas o la moda es lo que peor ha envejecido. Incluso ese típico “vídeo musical” de estas décadas en los que se plantaba una canción y se pintaba de escenas cursis que detenían la historia. En este caso, Eastwood demuestra su buen oído con The First Time Ever I Saw Your Face de Roberta Flack y lo que vemos resulta algo gratuito, pero no deja de hacer avanzar el tiempo (se trata de una elipsis) y evita de forma económica contarle en pantalla a la novia todo lo que ha vivido. Se evita así la redundancia, con unos minutos musicales.

Pero lo que constituye el sello Eastwood, desde esta su primera película como director, es el jazz. Ya no solo es la presencia constante de la música (¡es un pinchadiscos!), sino que Clint se permite filmar en el Festival de Monterrey y consigue un uso de la música original y sutil (el disco que Evelyn pide obsesivamente, Misty, suena poco y en puntuales ocasiones). Enamorado de la música en general y del jazz en particular, piensen en su cine y se darán cuenta de que en pocas películas Eastwood deja escapar la oportunidad de añadir una entrada en un bar donde se toca música en directo o escuchamos alguna radio que nos envuelve la escena con alguna de las grandes.

Otro rasgo de personalidad es la localización. La historia original se ambientaba en Los Ángeles pero Eastwood insistió en utilizar Carmel, donde tenía amigos y conocidos que abarataron costes. Mucho exterior soleado (como, de nuevo, en Hitchcock), pero también interiores en penumbra. En tres semanas Clint liquidó la película y gastó menos de lo previsto: una delicia para los productores. Por algo sigue rodando con noventa años. Y, sí, ese Carmel es el pueblecito del que sería alcalde.

Escalofrío en la noche, además, no es solo un solvente ejercicio de suspense que bordea el terror (parece obligado citar Atracción fatal como posterior copia ochentera con Glenn Close bastante pasada y mucho menos interés). En la película tenemos también un humor sutil y algo negro que aligera el tono de forma brillante. Ese policía irónico que es oyente de Dave y que insiste en que ponga a Mantovani. O la asistenta (Clarice Taylor), que conoce demasiado bien al conquistador y sus noches locas y en un par de escenas se dibuja su relación de confianza entrañable.

Un último adjetivo que ha perseguido y define al gran Clint: clásico. La película comienza y acaba con un plano desde un helicóptero, acercándose al principio y alejándose al final. Como mandan los cánones, nos han contado un trozo de vida que nos sirve de catarsis para que podamos alejarnos y seguir con lo nuestro. Narración pura y clásica. Como Clint: puro y clásico desde el principio. Un grande.

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