Mabuse: con la M del Mal

Fotograma de "El doctor Mabuse" (Doktor Mabuse, der Spieler, Fritz Lang, 1922)
photo_camera Fotograma de "El doctor Mabuse" (Doktor Mabuse, der Spieler, Fritz Lang, 1922)

Aunque esta estúpida y desmemoriada sociedad, que vive a la velocidad que marca el deslizamiento de sus dedos, no lo sepa y le dé igual, el cine tiene ya más de cien años y, por lo tanto, hay películas centenarias que no solo debemos conocer y venerar, sino que sin su existencia no tendríamos las series en cadena que hoy degustan en masa los descerebrados que creen descubrir el mundo en ellas. Sin ir más lejos, todos los psicópatas, dementes, asesinos o archivillanos de la ficción actual vienen de Mabuse, del Doktor Mabuse.

El doctor Mabuse (Doktor Mabuse, der Spieler, Fritz Lang, 1922) es una película muda alemana de más de cuatro horas. Si después de este comienzo llegan al final de estas líneas, les felicito por demostrar que son diferentes al resto y que sus inquietudes culturales no las marca un programador de televisión de pago. La película se estrenó dividida en dos, en dos días consecutivos, y el éxito fue sensacional. El jugador e Infierno se pueden ver juntas o separadas porque la historia es unitaria. El doctor Mabuse es un genio criminal que con el asesinato, el secuestro o hasta la hipnosis consigue sus propósitos. El “juego” del título hace referencia a las cartas, sí, pero también a “interpretar” papeles (Spiel, en alemán, como play, en inglés, se utiliza para las dos acciones), por lo que la polisemia de la palabra nos permite conocer otra habilidad de Mabuse: sus cambios de cara constantes y sus múltiples y sugerentes disfraces.

Mabuse consigue que sus víctimas pierdan a las cartas con él grandes cantidades; o consigue hundir la bolsa; o asesina a quien está cerca de descubrirle; o hipnotiza al público de un teatro para que vea salir caravanas del escenario (¡precisosa escena!); o falsifica dinero que es contado y almacenado por sicarios ciegos para que no puedan delatarle… El genio de Mabuse se resume en una maquiavélica línea de guion: “No existe el amor, solo el deseo. No existe la felicidad, solo… ¡la ambición por el poder!”.

A pesar de sus artes siniestras (o tal vez por ellas), Mabuse ha enamorado a la bailarina Cara Carozza, que vive por y para él y sacrifica su cuerpo o hasta su vida solo por la fatal atracción que siente. Rudolf Klein-Rogge también aporta algo a ese encanto, claro está, pues su mirada de ojos claros y penetrantes y su porte distinguida bajo cualquier disfraz (frac, esmoquin, traje) nos atraen como la luz a la mariposa… y con el mismo resultado. Klein-Rogge, por cierto, era marido de la guionista Thea von Harbou hasta que se divorciaron para que Thea se casara con Fritz Lang. Klein-Rogge no solo siguió trabajando con Lang, sino que los tres seguirían siendo amigos hasta la huida de Lang de Alemania…

Klein-Rogge también aparecía en El gabinete del doctor Caligari, otro terrible doctor que con la hipnosis trataba de dominar a las masas en una Alemania retorcida por el expresionismo. Lang no quería reconocer la influencia del expresionismo en su Mabuse, pero es indudable en las calles imposibles que nos muestra o en las decoraciones exóticas, africanas o surreales.

No he mencionado todavía otros elementos que hoy podrían sorprender: la cocaína, los suicidios, los desnudos están en la película sin miedos ni cortapisas. Uno de los secuaces de Mabuse, el esquelético Spoerri, es cocainómano, vicio que detesta su jefe… que abusa del alcohol sin problema. (Otro secuaz, por cierto, es Hawasch, una mole casi deforme que contrasta con Spoerri y completan el terror total). Y el suicidio es un tema recurrente en Fritz Lang (recordemos el arranque de Los sobornados, sin ir muy lejos), pero la sutileza y la sugerencia sustituyen a cualquier tipo de morbo en Mabuse. “¡Con una navaja de afeitar!”, leeremos en un intertítulo para certificar el final de un personaje…

Lo más terrible de todo esto es que la mayoría de las críticas alemanas de la época subrayaron el carácter de veracidad que tenía la película. Todo les pareció real como su vida misma, lo que nos da una lección de historia ineludible para comprender lo que fue el periodo de entreguerras alemán, la devaluación del marco, la decadencia burguesa y el imperio del crimen en las calles oscuras de un expresionismo, más que artístico, real.

Se suele decir que la primera parte de este díptico se hace algo larga o que tiene demasiados intertítulos innecesarios. Lo que es seguro es que la última parte acelera su ritmo y nos lleva al infierno mabusiano más rápido que el coche del fiscal hacia el desfiladero. Mabuse será descubierto y terminará huyendo por pasadizos subterráneos (un poco Harry Lime), hasta llegar a donde no puede huir: su propia cabeza llena de los fantasmas que él ha asesinado. Terrorífico final con fantasmas, locura y ojos perdidos que nos embaucan para querer saber más sobre el personaje (Lang rodaría dos continuaciones imprescindibles, ya sonoras, pero para saber más no se pierdan Mabuse, el eterno retorno, libro de Noemi Guillermo con todas las adaptaciones del doctor).

El doctor Mabuse es para paladares selectos que disfrutan con escenarios imposibles, interpretaciones no lejanas del encanto del folletín, secuestros, disparos, emboscadas, sesiones de hipnosis o espíritus imaginarios y reales. En definitiva, para quienes les gusta la imaginación. Para quienes les gusta el cine.

Comentarios