El cuervo (This Gun for Hire, Frank Tuttle, 1942) no tiene nada que ver con Edgar Allan Poe ni con el terror clásico de la Universal, pero sí que es destacable por muchas otras razones que la convierten en imprescindible.
A principios de los cuarenta el cine negro estaba todavía entre los gánsteres y los detectives, con el aliciente añadido del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y el poder sumar el espionaje a las tramas detectivescas. Pues bien, aunque El cuervo (This Gun for Hire, Frank Tuttle, 1942) se basa en una novela de Graham Greene escrita en los años 30, que se desarrollaba en la peligrosa Centroeuropa de entreguerras, Hollywood no la adaptó hasta los cuarenta, reconvirtiendo la historia con tipos duros, patriotismo antijaponés y, por supuesto, llevándola a San Francisco.
El Cuervo (se apellida Raven y les dio por traducirlo, provocando la confusión en el espectador que busque a Poe) es un asesino a sueldo que en su último trabajo ha demostrado su valía. En el arranque de la película se carga al tipo que le habían mandado pero, puesto que este estaba con su “secretaria”… también es tiroteada. Cuervo es pagado por un intermediario y descubrirá que el dinero es falso, por lo que la venganza estará servida. Por el camino conocerá a una joven cantante que ha sido reclutada por la policía porque sospechan de su nuevo jefe, quien puede estar vendiendo secretos militares. Quien la contrató es, precisamente, el intermediario que pagó a Cuervo y la chica y él terminarán por ayudarse mutuamente… si no se matan antes.
Aunque parece enrevesado, el guion es sencillo y directo. De hecho, la película no llega a 85 minutos y hasta cortaron una escena del pasado de Cuervo en la que su tía le golpeaba y le desfiguraba la muñeca: en la novela era su madre… ¡y le marcaba la cara! El caso es que la Paramount pretendía lanzar a una “nueva” estrella y no iban a poner a Alan Ladd con la cara marcada (aunque leemos “introducing Alan Ladd”, el actor llevaba ya treinta películas). Ladd saltó a la fama por presentarse como un asesino despiadado y cruel, pero con cierto corazoncito para los gatos y para una niña testigo que está a punto de ser acribillada, hasta que Cuervo frena la mano y le devuelve la pelota. El “corazoncito” es bastante discutible porque Ladd matará a una mujer, a un policía, hasta a un gato, cuando no controla su fuerza, por lo que su imagen es terrible y brutal, queriendo evocar a Bogart, Raft o Cagney (siempre serio y con gabardina casi hasta lo paródico).

Tal vez su mejor escena sea dentro de una cabina telefónica encañonando a una joven para que no le descubra la policía, sin embargo, Ladd no tenía el físico ni la mirada de los citados anteriormente (no, no nos lo creemos como tipo duro) y ya en su película siguiente dejaría las malas artes para convertirse en protagonista, rescatando la química que muestra en esta película con su pareja: la deliciosa Veronica Lake.
Veronica Lake está tan bella y luminosa como siempre, en especial cuando canta, baila y hace trucos de magia. Lake, que acababa de dar a luz, por cierto, muestra su carisma en las escenas con Ladd pues, en efecto, se percibe la buena química entre ambos y la buena pareja que formaron. Ambos eran muy bajitos (Lake, solo metro y medio) y siempre se dijo que gracias a encontrarse el uno al otro en el momento adecuado se convertirían en estrellas. Aunque el Cuervo trata de matarla cuando la conoce, su relación evoluciona y en la escena en el tren el asesino le cuenta su infancia y ella empatiza con él y hasta le ayuda a escapar. ¿Increíble? No, si estamos hablando de los ojos de Ladd y de la mirada de Lake. (Tristemente, por cierto, ambos murieron con apenas cincuenta años y con carreras en declive por culpa del alcohol).
Además de crear la mítica pareja Ladd-Lake, El cuervo también mezcla el espionaje con el noir. Toda la película parece detectivesca hasta que descubrimos que el verdadero villano no es Ladd, sino quien trataba de vender secretos a Japón, enemigo real que solo unos meses antes había bombardeado Pearl Harbor, por lo que estamos ante una de las primeras películas del esfuerzo bélico antijaponés.

No era novedoso, pero sí llama la atención, que el asesino Cuervo sea mucho más protagonista y carismático que el novio de Lake en la película, el policía Crane (que significa “grulla”, vaya guasa con los nombres), interpretado por un discreto Robert Preston. Preston no tiene nada que hacer ante el arrollador personaje de Ladd y hasta parece contemplar con resignación cómo su chica siente “algo” por Cuervo, como en la escena final en la que trata de consolarla con escaso éxito.
Podemos destacar también a Laird Cregar como el tipo grueso y desagradable que paga a Ladd con dinero falso y contrata a Lake con dudosas intenciones. Cregar fue un interesante actor que murió con treinta años (sí, siempre aparentaba más) por bajar radicalmente de peso y no soportarlo su corazón.
Un asesino más carismático que la policía; una belleza cautivadora; o disparos y violencia contra el que se ponga por delante son algunas de las virtudes y atractivos de El cuervo. Además, si nos ponemos cinéfilos, del nacimiento de la pareja Ladd-Lake, una de las primeras películas que mezcla noir y tintes antijaponeses bélicos o el siempre interesante Laird Cregar. En definitiva, para no perdérsela.