Si la fallida y apócrifa Blonde (Andrew Dominik, 2022) nos ha dejado algo claro es que el mundo del siglo XXI no conoce a Marilyn Monroe y estaría bien que el público repasara su filmografía para que descubriera lo excelente actriz que era. Estrella doliente, por supuesto, pero también brillante intérprete que no siempre pudo desarrollar sus cualidades dramáticas. Valga como ejemplo Niebla en el alma (Don’t Bother to Knock, Roy Baker, 1952) para ponernos los dientes largos con cómo habría sido su carrera en papeles más variados y complejos, si no hubiera muerto diez años después.
La historia parece teatral, por lo claustrofóbico y limitado del espacio, pero se basa en una novela de Charlotte Armstrong. Un piloto con problemas con su novia decide conversar con una misteriosa joven visitándola en su habitación de hotel, hasta que descubre que es una cuidadora de una niña, que tiene problemas mentales por la muerte de su prometido. Sí, la cosa es tan truculenta como parece y, más todavía, si añadimos que ella tiene marcas en las muñecas de un pasado intento de suicidio y volverá a tontear con cuchillas, después de amordazar y atar a la niña o ponerla al borde de una ventana… ¡Así que “rubia tonta”, dicen los desinformados!
Él es Richard Widmark y resulta tan solvente y ambiguo como de costumbre. Comienza discutiendo con su novia (debutante y cantarina Anne Bancroft, otro interesante atractivo de la película) porque no quiere casarse, ni comprometerse o porque, según ella, no muestra empatía con nadie, es decir, un calavera de los de toda la vida y encima con alas de piloto para buscar novia en cada puerto, aeropuerto. Por despecho flirteará con la chica del otro lado del pasillo y descubrirá la pesadilla que ella vive hasta involucrarse y, finalmente, salvarla (sí, probablemente sobra el epílogo final).
No hace falta decir que la película es el personaje de Marilyn. Nell Forbes empieza como tímida joven a quien su tío (Elisha Cook Jr., secundario de lujo desde El halcón maltés a La semilla del diablo, pasando por El sueño eterno, uf) trata de rescatar, dándole un sencillo trabajo de cuidadora en el hotel en el que trabaja. Con un discreto maquillaje y recatado vestido, Marilyn parece mostrar inseguridad y fragilidad, pero, poco a poco, vamos a descubrir lo que hay detrás de Nell. Un avión pasa por el cielo y ella se sobrecoge o, ingenuamente, empieza a probarse las joyas, vestidos y maquillajes de la madre de la niña a la que cuida y veremos cómo busca transformarse en la belleza que fue cuando estuvo enamorada. Antes de la pérdida. Antes de la caída. Antes de lo que vino.
Y es que el estado mental de Nell es terrible y más complejo que el de una simple cuidadora chiflada. Las cicatrices de las muñecas, el confundir a Widmark con su novio, también piloto, su frío trato con la niña (por cierto, bastante irritante), su pasado en un centro de internamiento, las referencias sutiles pero terribles del trato con sus padres o su fuga juvenil… parecen apuntalar toda una tragedia interior. Todo esto estalla al final, pero lo vemos venir en un par de planos de Marilyn (uno, amenazando a la niña) en los que su desviada mirada de psicópata da escalofríos y jamás se volvió a ver en el cine. Oro puro de una actriz inmensa en un papel que podría haber sido propenso a la sobreactuación y que, sin embargo, con un par de miradas nos lo dice todo.
Ya hemos hablado de algún secundario, pero hay que señalar también otros personajes que enriquecen y aportan como los padres de la niña, elegantes y pomposos en una cena con discurso; la joven e insistente fotógrafa, a quien Widmark desprecia por pesada; la pareja de huéspedes cotillas que se meten donde no les llaman; o el detective del hotel y la telefonista (Jeanne Cagney, la hermana de James, ahí queda eso), algo tópicos, pero indispensables y, por ello, entrañables.
Y dejo para el final al clásico camarero del bar del hotel que aporta su habitual sabiduría etílica-hollywoodiense. Widmark, confuso por el desencuentro con su novia, intenta aclararse: “¿Está casado?” ”Claro, ¿quién no?” ”Su mujer y usted, ¿pelean… discuten todo el tiempo?” ”A veces ella se duerme” “El setenta y ocho por ciento de los pilotos de mi compañía están casados. Ya lo ve, uno se casa y se convierte en una estadística” “Claro… quédese soltero y terminará hablando con camareros”. Buena mano escritora la de Daniel Taradash, que ganaría el Óscar por su siguiente película: De aquí a la eternidad. Nada más que añadir.
Sin duda Niebla en el alma no es la película más conocida de Marilyn Monroe y pocos la tendrán por obra maestra. Es una película pequeña, de estudio, sin demasiadas pretensiones y hecha con profesionalidad y eficacia. Es decir, una de esas joyas que en los cincuenta se hacían casi en serie, pero escritas, rodadas e interpretadas con tal precisión y elegancia que hoy nos parecen regalos del pasado para descubrir quiénes fuimos y, por tanto, saber a dónde vamos. No sé si despejará nuestra niebla interior, pero Niebla en el alma es de las que hay que ver y aplaudir.