Un librero. Un escritor. Y el librero que le entrega en privado, casi en secreto, al escritor un misterioso manuscrito advirtiéndole de que ha de leerlo en veinticuatro horas pues si no…
Hasta aquí un comienzo de thriller.
Pero en segundo grado de ficción vamos leyendo ese manuscrito, una autobiografía con ribetes de novela histórica, donde escribe en primera persona un tal Ángel Carvajal.
Ese autor-protagonista narra una historia propia y nuestra de supervivencia de personas atrapadas en un país ideológicamente muy radical y polarizado.
Y narra una bella amistad entre dos falangistas moderados (el propio Ángel y Elías Roca). Y la postguerra en un norte de África (Ceuta, Larache, Tetuán, Casablanca, Argel…) cruento y exótico como los cuentos de Las Mil y una Noches. Y narra la historia de cómo Ángel murió dos veces.
Y narra un gran amor (Mari Ángeles) con ecos de Lili Marlem. Y la novela, que de thriller había pasado a ser una mezcla de novela histórica con impregnaciones de novela psicológica, pasa a ser una novela de espías con herido de guerra condecorado y con una gran traición, en medio del auge del independentismo marroquí…
José Carlos Somoza ha escrito es una historia del pasado presente en forma de canto contra los extremismos, y a favor de la moderación
He aquí una brillante mezcla de géneros: en efecto he aquí una novela de ideas con novela histórica bélica dentro y con protagonista que muere dos veces, como en aquella novelita de Álvaro Pombo La previa muerte del lugarteniente Aloof. Y he aquí también una gran novela de madurez sobre la guerra civil española como la excelente Perros que duermen de Juan Madrid, pero sin ser, como aquella, una novela de bando (“puedo cambiar de opinión pero no de bando”, dice JM): por el contrario lo que José Carlos Somoza ha escrito es una gran fulgurante historia del pasado presente que tiene una lectura muy actual en forma de canto contra los extremismos, y a favor de la moderación.
Pero lo que más llama la atención de la novela que hay dentro de esta novela trepidante con empaque y factura de best-seller que ha escrito José Carlos Somoza, no es sólo la ambientación histórica realista salpimentada con toques de terror y de intriga, ni la trama elaborada y vertiginosa –una trama con tanta carga de épica como de exotismo (en su descripción del norte de África)–, sino también ese uso tan inteligente del psicologismo autobiográfico con marco bélico para hablar de lo indeleble que resulta asomarse a la historia y verla en bandos sin nada en medio, o sin ser capaz de humanizar también al otro bando… Y sobre todo llama la atención la prosa…
Y es que es una prosa cristalina aderezada con pinceladas de sutileza psicológica (“la distancia entre nuestros juegos de niños y su seriedad era, para nosotros, mágica. Y su seriedad. Era triste de forma innata, como si realmente conociese el futuro”… “Pero creo que cuando te sientes perteneciendo a un grupo de abusados, de víctimas, olvidas las diferencias internas y te unes para responder”… “llevaba el humor con orgullo, como un traje, pero lo hacía, estoy seguro, para proteger su corazón no menos asequible al afecto que el de su mujer”… “mi padre y mi madre mostraban ese temor de la familia del militar que, por esperado, está desprovisto de asombro y conlleva, en cambio, resignación”… “Rabih Rahini, como sus compatriotas, no disimulaba su odio bajo un pretendido servilismo”, etc); salpicada también de agudas reflexiones sobre la política y la Historia
“los falangistas soñábamos con una utopía más inconcebible que la comunista: unir a las personas desde el interior. Queríamos hacer héroes individuales, no masas heroicas. Ni vencer ni convencer, sino transformar”… “No creo en las casualidades… Si lees historia, todo lo que se hace tiene consecuencias. Eso es fácil verlo cuando los sucesos son importantes, pero no es tan fácil en las minucias. Y resulta imposible prever los efectos de cada causa. Hasta la propia causa es un enigma. ¿Huevo o gallina?”… “A veces creo que todas las llamadas grandes cosas se empujan unas a otras como bolas de billar. Como si alguien escribiera nuestra historia y luego, en el futuro, alguien la leyera…, etc” y con numerosos aforismos o frases subrayables con vocación de cita literaria (del tipo “a los héroes se los apropian los extremos, los usan para sus intereses, por eso los prefieren muertos”, o “hay sucesos como alfombras que solo se admiran del todo al extenderse”, o “nada nos hace más verdugos que sentirnos víctimas”, o “comenzamos por aquellos días la delicada orfebrería de una amistad”, o “conozco el mal de sobra: siempre se apresura a señalarte donde está el mal”, etc).
Esta novela metaficcional (una novela con una sólida estructura interna tan bien hecha que casi no se nota), como las novelas de semejante intención de Arturo Pérez Reverte FALCÓ y EVA (que también transitan por el serio y espinoso mundo de la guerra civil española y lo hacen igualmente sin costumbrismo ni maniqueísmo y sin deponer el sentido del espectáculo), contiene una historia de la historia, y un pertinente y muy vigente aviso político, y hasta una lección de vida.
Un libro fácil de entender y difícil de olvidar.