Escapismo de Marc Moreno

Una historia sórdida y muy negra, donde la gente se agolpa alrededor de los contenedores de basura a la espera que el supermercado de turno tire su basura diaria y así poder llenar un poco la nevera

Me siento a escribir esta reseña en pleno confinamiento. Confinamiento, palabra que apenas habíamos utilizado en nuestro vocabulario cotidiano y que ahora hasta los más pequeños de la casa conocen.

Nos encontramos en una guerra contra un virus. Nuestro enemigo es invisible y nos priva de nuestras relaciones sociales y afectivas. Nos obliga a permanecer aislados y escondernos tras mascarillas y guantes y a nosotros, que tanto nos gusta reunirnos con nuestros amigos y familiares, este estado nos está pasando factura y algunos, los más insensatos, incluso se rebelan contra ello y se saltan la tan necesaria separación.

Los primeros días intenté buscar refugio en los libros, un refugio que no encontré, pues estaba en tal estado de shock que me movía por inercia, como un autómata. Poco a poco, igual que el resto del mundo, me he ido acostumbrando a esta nueva rutina y la lectura ha recuperado el lugar que ocupaba antes. Y por ello, hoy puedo hablar de 'Escapismo' de Marc Moreno (Barcelona, 1977), editado por Grupo Tierra Trivium, que me ha llevado a la Barcelona de los atentados de 2017.

Viaje a los barrios bajos de Barcelona

Marc Moreno nos propone una historia sórdida y muy negra, donde la gente se agolpa alrededor de los contenedores de basura a la espera que el supermercado de turno tire su basura diaria y así poder llenar un poco la nevera. Esa Barcelona en la que los jóvenes se sientan en los bancos sin trabajo ni porvenir, pensando de dónde sacar unos euros que les permitan meterse un chute de la mierda que toque.

Y ahí, como un “ni-ni” más, está Aitor, un joven de 25 años que ni tiene trabajo ni estudios, ni ninguna intención de hacer nada de provecho con su vida. Hasta que su madre sufre un accidente laboral que le lleva a pensar de qué va a vivir si su “mama” no puede aportar dinero al hogar. No le preocupa si está grave o no, ni siquiera si ha muerto, solo siente perder su única fuente de ingresos.

Aitor, ¿otra víctima más de una deficiente educación?

Una de las cosas más originales de la propuesta de Moreno es el uso del narrador omnisciente, que no se limita a contar los hechos, sino que interactúa con el lector y además ejerce de Pepito Grillo, una especie de conciencia que recrimina o incluso se ríe del protagonista en determinados momentos.

De esta manera vamos siendo testigos de la vida de Aitor, una vida que no le ha tratado bien, pero que aun así resulta difícil empatizar con él. Hay momentos en los que parece que va a espabilar y comportarse como debe y al momento vuelve a cagarla y a defraudarte de nuevo.

El autor catalán te hace pensar una vez más en la eterna pregunta de: ¿hasta qué punto nuestros actos como adultos dependen de nuestra educación?

Una cuestión que en mi opinión cada vez más inclina la balanza a que la educación, lo que aprendemos en nuestra niñez, va a construir las bases de nuestra personalidad a medida que pasen los años. El entorno afectivo, el cariño que recibamos de nuestros padres o la ausencia del mismo serán un modelo para nuestras futuras relaciones y cómo las afrontemos. Pero que no puede servir de justificación para todos los actos que cometamos.

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