Feminismo y novela negra: EL POZO de Berna González Harbour, y EL SALTO DE LA ARAÑA de Graziela Moreno

Celebramos por todo lo alto el auge de las novelistas que han venido a dar un refrescante e inteligente impulso de amplitud al panorama de la novela negra. La mirada femenina le hacía mucha falta a nuestro noir, y le hace mucho bien. ¡Pero no siempre!

Los que pensamos que el feminismo es un movimiento político que se inscribe en la lucha que se viene librando a lo largo de toda la Historia en contra de la arbitrariedad del poder, y en pro de un mundo mejor (y en este sentido consideramos que la igualdad en dignidad derechos y deberes que propugna el feminismo político no es algo bueno para las mujeres, sino bueno para todos y todas)…

Los que opinamos que, además, el feminismo es un movimiento conceptual (de hecho el movimiento conceptual más importante del siglo XX) con decisivas aportaciones epistemológicas a la Teoría del Conocimiento…

Los que en este sentido creemos que en Teoría de la Literatura el feminismo acierta plenamente (por ejemplo al discutir al estructuralismo y su idea de “el autor ha muerto” , y mejor señalar que no sólo el autor no ha muerto y lo que importa es el texto, sino que, en lo que tiene que ver con el sujeto del que emana la obra literaria, el hecho de que sea hombre o mujer es sumamente relevante, y al discutir al pensamiento queer que el binarismo hombre mujer no existe ni en su dimensión cultural ni en su dimensión biológica, con la afirmación diferenciada de lo femenino relegado en la historia de las sociedades, de las políticas y de la cultura      –con todo el plus de creatividad disidente, resiliente y superviviente que esa relegación conlleva-)…

Sí, nosotros y nosotras, celebramos por todo lo alto el auge de las novelistas de novela negra hispánica pata negra que le han venido a dar un refrescante e inteligente impulso de amplitud al panorama del noir que se escribe en España.

La mirada femenina le hacía mucha falta a nuestro noir, y le hace mucho bien. ¡Pero no siempre!

Por ejemplo, acabamos de leer, publicada por la Editorial Alreves, la última novela de Graziela Moreno titulada EL SALTO DE LA ARAÑA. Es la historia en rampante primera persona de Jordi y Alba, una pareja que vive una relación tóxica que les lleva a un prematuro límite, el cual les cambia la vida para siempre. La novela lleva dentro también la historia de Dani, el mejor amigo de la infancia de Jordi, y de cómo le ayuda a éste a reconstruir sus biográficos pasos, para tratar de entender su devenir y su desgracia judicial, y sufrir por la irreversibilidad de todo lo hecho. 

Pero lo cierto es que resulta ser ésta una novela negra “adolescente” y sobre adolescentes con profundidad de culebrón y, uff, escrita con prosa de atestado. 

EL SALTO DE LA ARAÑA, versa pues sobre una relación tóxica, pero la cual está descrita por la autora como si tal toxicidad fuera de juguete (como la autora profesionalmente ejerce como juez, demuestra el relato un gran conocimiento de los procedimientos judiciales y policiales, pero los combina con poca empatía para con víctimas, criminales y agentes del orden, escasa profundidad psicológica y cero en aplicación del derecho con perspectiva de género). 

Así las cosas, con estos mimbres el resultado es una novela ajena legal y literaria y psicológicamente a cualquier perspectiva de género. Una novela igualmente blandita desde el punto de vista del noir, pues no aporta nada nuevo ni nada creíble a la descripción del mal, ni menos aún a su entendimiento. Una novela, además, estilísticamente fallida en la que la intertextualidad metaliteraria no funciona.  

¡Para esto ya teníamos en el noir la mirada masculina hegemónica!

Sin embargo esto no es todo en la actualidad de nuestro noir, gracias a Dios o a Marx o a quien sea.

Un gran logro supone por el contrario la última novela de Berna González Habour publicada por la Editorial Destino y titulada EL POZO.  

Nos encontramos aquí ante una novela con formato de crónica periodística (por decirlo con un término actualmente muy de Leila Guerriero, Martín Caparrós y Juan Villoro) ficcionalizada y nutrida con diálogos tan inteligentes como ágiles, y sobre todo dotada de una crítica velada pero muy potente a lo peor del periodismo amarillento, sensacionalista y gacetillero de nuestra época. 

No, el sensacionalismo y el noir se parecen, pero ni son lo mismo ni tienen nada que ver, nos enseña esta novela, y ésa es su gran aportación epistemológica.

El argumento versa sobre una reportera de televisión que es enviada a cubrir el caso de una niña que ha caído a un pozo y ha de ser rescatada (un caso que llena de resonancias la mente del lector), pero el cual está narrado de forma femenina y feminista en el tono, en la voz y en el alegato sobre la ética del periodismo que subyace en toda la novela, y el cual nos interpela a los emisores y a los receptores de información, y el cual supone una gran aportación.

Vemos en esta novela una historia contada con eficacia, en la cual la autora vuelca sin decirlo la profesionalidad impecable de la escritora, esto es, de una periodista que, por su trayectoria, puede aportar a esta ficción una mirada propia aleccionadora sin moralina, la cual, además de una novela negra, se convierte en un alegato personal y transferible a favor de la dignificación del oficio que la autora ejerce y ama. 

Con esta novela titulada EL SALTO DE LA ARAÑA, Graziela Moreno nos hace no entender muy bien que pueda tener prestigio y resonancia esta novela por motivos estrictamente literarios.

Con esta novela titulada EL POZO, Berna González Harbour demuestra que es buena en este registro suyo, y que merece la fama que tiene como novelista negra.

Lean lo que escriben las mujeres, sí, se lo recomiendo: están mejorando el mundo. 

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