La bronca de Broncano

David Broncano   |   Pepe Farruqo
photo_camera David Broncano | Pepe Farruqo

El pasado domingo, este medio publicó en su apartado de cultura y comunicación un artículo sobre el popular presentador de televisión, David Broncano, bajo el título “Conocí a Broncano contra mi voluntad”.

El artículo pretendía hacer una fotografía en primer plano, sin filtros, ni hipotecas, sobre un personaje que, en opinión del autor de dicho artículo, ha bajado a las cloacas más inmundas para obtener los contenidos con los que construye sus programas.

Sí, el autor se ratifica en que, efectivamente, Broncano es un tipo guay, que va de guay que le gusta a la gente guay. Y sí, efectivamente, el alud de críticas e insultos (por centenares llegaron a eltaquigrafo.com) recibidos por el autor y su medio, a causa del contenido de dicho artículo, ineludiblemente equipara al gentío que jalea al tipo guay con su mesías mediático.

No existiría Broncano (o este Broncano), sin su cohorte de fieles, que lo son de forma militante, en la medida en que no cuestionan su simplismo intelectual y su bajeza moral, expresados a través de sus groseros y crueles chistes o chascarrillos con los que adereza sus monólogos o entrevistas.

El citado artículo, incardinado en la más estricta y convencional crítica periodística, recogía textualmente lo siguiente: “No. No me gustaba Broncano. Hablo en pasado porque ahora no sólo no me gusta, sino que me repugna. Junto a su colaborador estrella, cuyo nombre no quiero conocer ni recordar, establecieron, en pleno gag, una comparación entre Stephen Hawking y un perro.

Llegaron decir, para jolgorio del personal, que entre ambos, (científico y can), había una clara diferencia: “uno pertenece al reino vegetal y el otro al animal”.

Y Broncano (¡qué guay!) se tronchaba de risa y hacía que se tronchase el personal que, en modo idiota, aplaudía tamaño chiste.

Yo observaba el programa estupefacto. Allí, en la pantalla, ante mis ojos incrédulos, las dos fotos, la del científico y del perro. En medio, los dos megaguays del momento y delante suyo, una muchedumbre aborregada.

“Y… ¿a qué no saben que tienen en común ambos (Hawking y el perro)? Pues que a los dos hay que limpiarles la caquita”.

Y Broncano y el otro de nuevo se partían de la risa y se aplaudían gozosos como si se tratase de una mutua masturbación.”.

A los que han inundado de críticas e insultos el mencionado artículo, les invito a acompañar en su quehacer cotidiano a los amigos, familiares o conocidos a cargo de esa gente imposibilitada, que requiere asistencia durante las 24 horas del día, hasta para lo más mínimo e intimó.

Sí, hay perros con mejor corazón y mayor sensibilidad.

Como digo, en el fondo, los mariachis de Broncano no son demasiado diferentes al tipo guay sino, evidentemente, no le jalearían.

David Broncano por Pepe Farruqo

El periodismo ha de ser ácido, impertinente (no pertinente) y valiente. Entre los que bajan a las cloacas para encontrar argumentos ofensivos y fétidos (aunque llamativos: lo escandaloso, como el silbato de un árbitro, llama la atención), o aquellos que se la juegan cada día dando la cara ante los poderosos, sin recurrir a lo fácil, sino a lo arriesgado, me quedo, naturalmente, con lo segundo.

Un ejemplo: Hilario Pino. En la sexta noche y, aun recibiendo las agujas de vudú que el PP le lanzó - quién sabe si como un cruz y raya– pero con tenacidad y talento, no paró hasta sacarle a Pablo Casado que el Partido Popular no va a regular la eutanasia.

Hilario fue horadado por miles de agujas “populares”, hincadas en un peluche con cara de Pino, pero aquel sábado Casado se levantó del plató jodido, a pesar de esa ficticia sonrisa alicatada, que se le sube a los carrillos y que olvida revertir.

El periodista había sido “no pertinente” con el poder. Pero, no soez, ni facilón, ni hiriente. Broncano lo es.

Resulta evidente que lo de Broncano no es información “dura”, sino entretenimiento. Este era uno de lo argumentos más manidos por los lectores que criticaron el contenido del artículo, como si lo soez y lo cruel sí tuvieran razón de ser en el entretenimiento televisivo. Y ese argumento no es aceptable.

Buenafuente o Arús, por poner sólo dos ejemplos, también son “entretenimiento” y nunca han bajado a las cloacas de lo grosero e hiriente para conseguir los ladrillos que configuran sus programas. Debe ser cuestión de talento.

Así pues, el autor de ambos artículos se ratifica en su repulsa, y la hace extensiva a aquellos que compran, comen y cagan satisfechos del Fast Food de Broncano.

Cínica sociedad ésta, que ríe los macabros chascarrillos de Broncano mientras se denuncia por la vía penal a un tipejo que tuiteó: “¿Cómo ha podido caer tan bajo Julen?” o “Embutidos el Pozo patrocina este rescate”.

Y yo me pregunto…¿cómo no se le ocurrió esto a Broncano? Hubiese sido guay…

Ladran, luego cabalgamos, aunque sea en contra dirección al gentío. Para esos somos periodistas.

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