La chica de Kyushu de Seicho Matsumoto

En esta novela Seicho nos permite meternos a hurgar en el cerebro de sus protagonistas y recrear e interpretar los análisis de las situaciones

1961 fue el año en que se publicó La chica de Kyushu, del escritor japonés Seicho Matsumoto (Prefectura de Fukuoka, 1909 – Tokio, 1992), una novela negra que incita al lector a ser consciente de las consecuencias futuras que pueden tener nuestras decisiones pasadas mientras denuncia el sistema judicial y nos hace conocedores de las costumbres del país del sol naciente.

En 2017, más de cuatro décadas después de su salida al mercado editorial, es reeditada por Libros del Asteroide, como ya hizo en 2014 con su obra más famosa y conocida, El expreso de Tokio.

Con un incontable número de obras en su haber, Matsumoto ha sido comparado con el escritor belga Georges Simenon y considerado como un exponente de la novela negra con un importante trasfondo social en su país.

Kiri no Hata, (La chica de Kyushu en su versión original), fue llevada al cine en 1965.

Un "no" que se transforma en venganza

"Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía". Esta frase del filósofo Lucio Anneo Séneca aparece al final de la novela y refleja a la perfección la razón de esta.

Kiriko Yanagida, una joven de veinte años de Kyusha (lugar donde Matsumoto ambienta la gran mayoría de sus obras) viaja hasta Tokio para solicitar audiencia con Kinzo Otsura, reconocido abogado penalista de Japón. El hermano de Kiriko ha sido acusado de asesinar a una prestamista, pero tanto ella como el resto de sus conocidos creen en su inocencia. Viendo que la muchacha no posee el dinero para costear los honorarios del bufete, Kinzo decide no aceptar el caso, pese a la reiterada insistencia de esta. Las consecuencias de dicha decisión servirán a Matsumoto como punto de partida para recrearnos esta historia de clases sociales, poder, venganza y, como narra la frase anterior, justicia tardía.

Un sumario en forma de novela

Haciendo uso del narrador omnisciente, Seicho nos permite meternos a hurgar en el cerebro de sus protagonistas y recrear e interpretar los análisis de las situaciones. Intuiciones, deducciones y pruebas fehacientes son el puntal de esta novela, que más que negra resulta ser un compendio sobre cómo analizar y destripar de manera científica un caso de asesinato.

Con un estilo antropológico, Matsumoto expone una disertación precisa de la investigación y el análisis forense, haciendo un uso de un lenguaje tan especializado que, a veces, acabas perdido en una maraña de vocablos demasiado técnicos.

Una de las cuestiones que menos me han gustado de La chica de Kyushu y que, por lo que tengo entendido, es marca característica del escritor nipón, es la repetición de los hechos desde los diferentes puntos de vista de los protagonistas. Es cierto que en una investigación las variantes perspectivas, a la hora de elucubrar e hipotetizar, se repiten una y otra vez hasta que calan en la mente de quien las sostiene o quien las escucha, pero en algunas ocasiones dichas reiteraciones tienden a ser redundantes.

De igual modo, sus 261 páginas me han sabido a poco. Creo que si la novela hubiese sido más extensa, varios de los flecos que quedan por concluir en la trama se hubiesen podido subsanar.

Pese a todo ello, el dominio y conocimientos que Matsumoto posee a la hora de narrar sucesos tanto del ámbito de la abogacía, como de las reconstrucciones de las escenas del crimen y la minuciosidad al detalle es abismal, y tan perfecta, que resulta verosímil.

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