“La costa de alabastro” de Victoria Álvarez

El intenso, turbador, fantasmagórico y románticamente legendario mundo narrativo de Emily Brönte, ése repleto de traumas sombras y páramos en blanco y negro con caserón gótico al fondo, siempre ha ejercido tanto embrujo como influencia en no pocos contadores de historias sombrías. Y, aunque un legado tan poderoso corre el riesgo de acartonarse o licuarse al ser emulado, resulta un reto ambicioso aproximarse a tal magisterio a la hora de crear ficciones (¡cómo olvidar a tal efecto, por ejemplo, la adaptación perversa de Cumbres Borrascosas que llevara a cabo Luis Buñuel en la extraordinaria película Abismos de pasión!

¡Y cómo olvidar que, frente a la deplorable frivolización de la saga Crepúsculo, el romanticismo verdadero, como en efecto nos enseñaron las hermanas Brönte, va en dirección contraria a la literatura de evasión y en paralelo a la rebeldía moral, y ahí siempre perdurarán ellas, las hermanas Brönte, con su estilo, su carácter, sus dolorosos delirios de clase y sus sobrecogedores fantasmas sentimentales, físicos y espirituales!)...

En verdad en una Normandía que parece Yorkshire nada más concluir la II Guerra Mundial transcurre esta novela de Victoria Álvarez (Salamanca,1985) titulada La costa de alabastro (Alianza editorial, Colección Runas). Pero su novela no narra una historia de amor volcánico y arrebatado con ambientación oscurantista e inquietantes tintes sobrenaturales, sino una historia de iniciación y supervivencia volcánica y arrebatada con inquietantes tintes sobrenaturales, eso sí, en la que, claro, también prima el poderío de las almas más allá de los cuerpos.

En efecto, Normandía. Años 40. Una mansión bombardeada al pie de un acantilado que sobrevive tras la ocupación nazi, y cuya ruina parece ir en paralelo al padre y la hija que la habitan. Eso, una familia quebrada por la guerra que sostiene a duras penas el retraído señor Clairmont. Una hija –Sophie Clairmont- inteligente, singular y de salud delicadísima. El señor Clairmont que contrata a Lia, cierta enfermera competente y muy entregada pero escéptica, la cual,al poco de llegar como una Heathcliff femenina a esa mansión, sin esperarlo su paciente la avisa de que ha de hacer frente a oscuras siluetas esotéricas(las de, supuestamente, los soldados nazis que ya se fueron, pero cuyos espectros se recortan en los claroscuros de tal caserón gótico también como sacado de Cumbres Borrascosas, y también al parecer el espectro de la madre muerta).

Fantasmas. Miedo.“Algo queda en las casas antiguas de quien las habitó” escribió Emily Brontë…

Todo en estas pocas páginas gira en torno al enigma de esa amenaza atmosférica que,en tal edificio,mantiene acorralada a la familia y a esa enfermera recién llegada a la tiniebla con causa.

He aquí una novela corta orientada al público juvenil, bien ambientada y no exenta de banalización del mal y de tópicos de género.

Lo mejor es eso, la ambientación y la eficacia a la hora de emplear los tópicos de género.

Lo mejorable es la ausencia de vida, de encarnadura (ya que todo aquí resulta libresco, desideologizado y desprovisto de esencia), y la prosa con caídas y repeticiones desde la primera página (pag 11, línea 10 “arrancado”, pag 11, línea 13 “arrancada; etc.)...

Pero se trata de una autora muy joven y prometedora, que revisa, al abordar el terror, a Stephen King y lo licua primero y luego lo funde con la tradición gótica inglesa (desdeñando a tal efecto, y es una pena, a los pioneros más literarios del género gótico, desde Jan Potocki pasando por Allan Poe, James, Maupassant, Ambros de Bierceo Poe, hasta llegar a las grandes damas góticas de hoy como Jeannette Winterson y Anne Rice, o, y hubiera sido más original, desmarcándose de nuestra tradición literaria gótica, la escuela de novela gótica española clásica, que también la hay, y que tan bien ha estudiado la investigadora Miriam López Santos (La novela gótica española. 1788-1833, Academia de hispanismo), y de la cual es un magnífico representante, por ejemplo, Pascual Pérez Rodríguez (La urna sangrienta o el panteón de Scianella, Ed. Siruela)…

Sin embargo en ningún modo quiero restarle méritos a esta obra. De hecho es la primera obra de esta autora que leo, pero hago saber que estamos ante una autora de la cual me declaro a partir de ahora lector por eso, porque tiene todo para sorprender muy pronto con una gran novela con calidad de página y sin modelos evidentes.

Además, leer a Victoria Álvarez es entretenidísimo.

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