Paco Gómez Escribano: “lo que otros llaman realismo sórdido y salvaje yo lo llamo costumbrismo”

Paco Gómez Escribano
photo_camera Paco Gómez Escribano

Paco Gómez Escribano (Madrid, 1966), es un novelista de género negro sin concesiones que se ha labrado un prestigio muy considerable en el mundo del noir hispánico sin renunciar nunca a sus credenciales narrativas nada comerciales ni convencionales, pero sí muy singulares y repletas de inquietante magnetismo…

Y es que, al dominio del idiolecto barrial y al excelente oído literario para captar y reproducir sorprendentes conversaciones, a la buena mano para la construcción de personajes extremos con verismo y al asomo brillante a ese subgénero del subgénero noir que es el hard-boiled (que Paco Gómez Escribano toma de Jim Thompsom, Julián Ibáñez y Carlos Pérez Merinero, pero lo reelabora y personaliza así, al cruzarlo insólitamente con las novelas contundentes y de frontera de Cormac Mc Carthy como Meridiano de sangre, y cruzarlo con el cine quinqui repleto de hambre con rumbas que en los ochenta escribía el gran guionista y dramaturgo Fermín Cabal, y hasta cruzarlo con la novela social de posguerra tipo El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio) se suma el hecho de que, como Willian Faulkner con el Condado de Yoknapatawpha o Juan Carlos Onetti con Santa María o Gabriel García Márquez con Macondo, ha construido un espacio literario atmosférico, personal, intransferible y universal –Canillejas- muy bien dibujado y matizado y delimitado en las seis novelas complementarias –Yonqui(2014), Lumpen(2015), Manguis(2016), #MadridPrisión(2017), Cuando gritan los muertos (2018) y ésta última, que ha escrito y dedicado diacrónicamente a su barrio; a su mundo…

Con motivo de la publicación de su última novela "Prohibido fijar Cárteles" (Ed. Milenio) ha conversado con este autor para Negra y Mortal, suplemento cultural de eltaquigrafo.com, Luis Artigue.

¿El barrio madrileño de aluvión Canillejas, con ratas, miseria, basura y gentes de poco fiar (pero que aun así supuso un gran avance vital para sus primeros moradores venidos del tercer mundo provinciano del primer franquismo entonces, y da cobijo a sus supervivientes descendientes ahora) al que has dedicado tantas novelas negras, quiere ser en tu obra un espejo de lo que la farra neoliberal postdictadura de esta España nuestra ha dejado al margen?

Canillejas y por extensión Vicálvaro, Vallecas, Fuencarral, Villaverde o Carabanchel, entre otros, en días pasados pueblos florecientes, fueron absorbidos de manera salvaje por la gran metrópoli, Madrid, y sus estructuras físicas y sociales, así como sus habitantes, son herederos de un desarrollismo salvaje que se implantó sin ningún tipo de miramientos y que trajo como consecuencia movimientos migratorios interiores sin ningún orden ni concierto. Proliferaron las infraviviendas conformando barrios míseros y carentes de los servicios más básicos en los que el sistema se aprovisionó de mano de obra barata para las industrias recién implantadas. Después, el sistema, repartió heroína y otras drogas entre los hijos de estos inmigrantes como si fueran caramelos, dejando la distribución en manos de mafias gitanas con base en poblados chabolistas, sin ninguna medida higiénica, lo que trajo más miseria, más desesperación y muertes prematuras. Este es el espejo de mis historias, sí, variadas, situadas en distintas épocas, pero constituyentes de esa literatura al margen que voy componiendo y que tanto me gusta.

¿Tu forma de retratar el barrio así, con verismo sórdido explícito y sin maquillaje, amén de modular un mundo propio y conformar un ámbito de novela negra (uno trufado de yonquis, manguis, quinquis, borrachos, mafiosos y demás familia), no es una indirecta y efectiva forma de hacer denuncia política?

Desde luego que sí, y no me avergüenzo en absoluto, sino que además estoy orgulloso. Lo digo porque parece que ha habido una ola de corrección política que ha tratado de caracterizar a la novela negra como literatura de entretenimiento cuando tradicionalmente ha sido todo lo contrario. Mis novelas son muy entretenidas, pero sin ninguna duda existe ese trasfondo de denuncia que está ahí, por supuesto. Hay mucha denuncia política implícita, porque si fuera explícita perdería la gracia.

PROHIBIDO FIJAR CÁRTELES de Paco Gómez Escribano

El Tijeras, narrador de esta novela repleta de realismo sórdido, descripciones cruentas, humor caustico, un idiolecto quinqui propio que se mea en la Real Academia de la Lengua sin dejar de ser preclaro, y, aún así, con no poco lirismo y ternura de fondo, lee al brutal Jim Thompson y sus personajes hijoputescos no le sorprenden… ¿Quiere esto decir que lo que la teoría de la literatura negra llama hard-boiled o llama crookstorie, Paco Gómez Escribano y los colegas de su barrio lo denominarían costumbrismo?

Efectivamente, veo que lo has captado. Para ellos, que leen alguna novela de vez en cuando, los personajes extremos de los grandes maestros del hard-boiled les parecen normales y a veces hasta hermanitas de la caridad, dado que su realidad ordinaria desde que nacieron es mucho más extrema y oscura. Sus vidas estaban torcidas desde mucho antes de nacer. Por tanto, el margen de reacción es extremadamente delgado, por no decir nulo. Para ellos el costumbrismo tradicional es burgués. Su costumbrismo, la cotidianeidad de sus vidas, ha sido salvaje. Lo que no quita que intenten llevar sus vidas hacia un remanso de tranquilidad transcurridos los años. Pero esa tranquilidad es un bar, un antro de chalados cuyo día a día es el alcoholismo, los trapicheos y las movidas.

¿Por qué tus personajes son siempre perdedores sociales con un objetivo vital circunstancial que es el núcleo gordiano de cada novela, pero que al final nunca se cumple?

Porque la figura literaria del perdedor, a mí particularmente, me da mucho más juego que la del héroe que siempre gana. Siempre me gustaron más los indios que el séptimo de caballería y John Dillinger me ponía más que Elliot Ness, qué le vamos a hacer. A la novela negra tradicional se le pueden aplicar todas las teorías de narrativa o guión convencionales, pero además deben contener ironías, metáforas, símiles, comparaciones, alegorías, etc., que son recursos literarios muy propios de la poesía. No en vano, Chandler era poeta. Además, el héroe (que en mis novelas suele ser un antihéroe) tendrá unos objetivos. En novela negra esos objetivos se deben conseguir solo parcialmente y a un coste muy alto. Para mí estas son las claves.

¿Tenemos mucho que aprender de los perdedores sociales aunque no lo creamos? ¿De hecho El Tijeras, El Lejía y el Pipo, los tres exyonquis devenidos en alcohólicos que protagonizan tu última novela PROHIBIDO FIJAR CÁRTELES desde que se reencuentran en su barrio (en el primer mundo), conservan una lealtad y un sentido de fraternidad que había en los barrios y el cual el individualismo competitivo y feroz que promueve el capitalismo ha diluido?

Claro. Pese a ser «Prohibido fijar cárteles» una novela negra intensa y dura, de ella se pueden extraer muchos valores, entre ellos la lealtad, el valor y un sentido de la justicia que emana de la conservación de la dignidad, valores que en los barrios existían como forma de defensa contra un sistema que se aprovechaba de la pobreza y la miseria. Antes de la heroína existían bandas poseedoras de todos estos valores. La droga se los llevó por delante. Si convertía a un chaval en un zombi capaz de robar las joyas a su abuela, raramente iba a conservar la lealtad a sus amigos o la dignidad. A partir de ahí, esos valores se han recuperado un poco, pero desde el sistema se ha seguido fomentando el individualismo. Los vídeo-juegos y las series son la heroína de las nuevas generaciones.

Prohibido fijar cárteles

El punto de giro argumental de esta novela tiene lugar cuando El ruso (que comanda una banda de rumanos chungos que trafican con droga y prestan pasta con usura), instala su red criminal en el barrio para desgracia de los vecinos de los protagonistas, que se muestran indefensos… ¿En esta novela no hay una solapada crítica a lo que se entiende legalmente por justicia, pero que a veces resulta ser algo lento cuando no inoperante e injusto, y señala ése como motivo de que en ciertos casos exista legitimidad poética y hasta dignidad en los que se ven abocados a tomar la justicia por su mano por eso en defensa propia y de los suyos?

Recurrir a la Policía no forma parte del modus vivendi de estos personajes. Para ellos, la Policía siempre ha sido el enemigo que les ha inflado a hostias y que les ha detenido y encarcelado, por tanto son ellos quienes se defienden de posibles amenazas externas, aunque no cuenten con medios. El detonante de la novela ocurre cuando unos esbirros del Ruso entran en el bar, «su» bar, y hostian al camarero, «su» camarero. Cualquier persona normal habría llamado a los maderos. Ellos no.

En resumen, ¿tus personajes son como ese protagonista de la novela Santuario de William Faulkner que “no cree en la justicia porque le encarcelaron por matar a un hombre en una ciudad y a una hora en que estaba en otra ciudad matando a otra persona”?

No exactamente. A pesar de que el lector empatice con mis personajes, ellos no son tan inocentes. En realidad son unos hijos de puta bastante peligrosos porque tienen huevos y no tienen nada que perder, una mezcla muy poco recomendable. Son los clásicos tipos que te darían miedo si te los encuentras en un callejón por la noche, pero también si te los encuentras a las tres de la tarde. Eso sí, tienen unos códigos y un sentido de la justicia que obedecen a arquetipos universales. Si a esto le sumamos el humor, algo que flota en ciertas dosis en mis novelas como parte fundamental de las historias,entenderemos la empatía de los lectores hacia estos personajes.

En definitiva, ¿como decía Mario Benedetti “existe una dignidad que sólo conocen los vencidos”?

Claro, así como existe la sabiduría que solo te da el fracaso. Se aprende más de los golpes que de las caricias. Mis perdedores pertenecen a esa clase de tipos a los que tumban, pero que siempre se levantan. Les podrás robar su dinero, sus pocas posesiones, pero nunca les vas quitar su dignidad a no ser que los mates e incluso muertos conservarán más dignidad que muchos vivos.

Pero esta novela, no es sino un paso más en tu meritoria trayectoria, y de hecho tu novela anterior, "Cuando gritan los muertos", opta al Premio Hammet a la mejor novela negra en español del año 2018. ¿Qué supone para ti estar nominado al Hammett de la Semana Negra de Gijón?

Estar nominado ya es un premio. Si lo ganara sería un reconocimiento a mi trayectoria en general y en particular una declaración de principios respecto a la novela «Cuando gritan los muertos». A la vez adquiriría un compromiso y una responsabilidad con mis lectores, algo que, por otra parte, ya arrastro desde los comienzos porque lo contrario no sería honesto. Aunque si he de ser sincero, no me importaría nada llevar ese peso.

Cuando gritan los muertos, opta al Premio Hammet a la mejor novela negra en español del año 2018 en la Semana Negra de Gijon

¿Estás trabajando en algún otro proyecto?

Siempre le estoy dando vueltas a nuevas historias. Actualmente trabajo en dos nuevas novelas que espero vean la luz en años sucesivos. Una gira en torno a un atraco y otra en torno a los problemas de un narcopiso. Los personajes y las tramas se sitúan en la actualidad y el paisaje geográfico y social sigue siendo el mismo. Ganar el Hammett supongo que daría impulso a estos proyectos y a otros posteriores.

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