Según la Real Academia de la Lengua Vasca, Euskal Herria es un territorio con rasgos culturales bien definidos, por encima de fronteras político-administrativas y de las diferencias históricas. Es el conjunto de las siete provincias o territorios formados por Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra, Baja Navarra, Labort y Sola (las tres últimas pertenecientes al País Vasco francés).
El 20 de octubre de 2011, la organización terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna) ponía fin a la lucha armada por la liberación de Euskal Herria.
‘Patria’ de Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) nos relata la opresión ejercida por parte de la izquierda abertzale más radical y partidaria de ETA en el País Vasco mientras duró la lucha armada. Familias marcadas de por vida por el fanatismo político. Vascos enfrentados por una misma patria.
Bittori y Miren, las matriarcas
Bittori, esposa del Txato, madre de Nerea y Xabier. Miren, esposa de Joxian, madre de Joxe Mari, Gorka y Arantxa. Ambas son amigas de la infancia y confidentes, madres de dos familias unidas y con fuertes enlaces emocionales en todos los ámbitos; desde sus hijos que juegan juntos, acuden a la misma ikastola y tienen algún escarceo amoroso, hasta los maridos que comparten partidas de mus, vino y salidas en bicicleta los domingos. El Txato es un pequeño empresario del transporte, Joxian un asalariado.
Amistad rota
La amistad entre las dos familias llega a su fin el día en que el Txato, marido de Bittori, ya no es bienvenido en el pueblo. Ha pasado a formar parte del régimen opresor. No cumple con su “deber” como buen empresario vasco de ayudar económicamente a la causa. Hizo un primer pago, el segundo ya no. Pintadas en las fachadas próximas a su casa, excrementos en el buzón, malas caras, llamadas y saludos no correspondidos, son una pequeña muestra de lo que va a ser, a partir de ahora, su día a día y el de su familia. Van a por él, y el Txato lo sabe. Pero no se va a amilanar. Él es un euskaldun, como el resto del pueblo, no les tiene que demostrar nada y ni él, ni sus allegados, se van a ir.
Los vecinos tienen miedo, y de la noche a la mañana, no es conveniente relacionarse con el Txato y los suyos. Es mejor el silencio y la indiferencia a su paso, no vaya a ser que alguien les vea relacionándose con ellos. Incluso Miren y Joxian (muy a su pesar) les han dado la espalda. Cuando alguien está en el punto de mira de los abertzales, es mejor mirar para el otro lado, aunque no se esté de acuerdo. Y más cuando tu propio hijo, Joxe Mari, se ha radicalizado y forma parte de la organización terrorista.
“Asimismo escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer”.
Vuelta a casa
El día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori decide volver al pueblo, a la que fue su casa durante tantos años. Después del asesinato de su marido a manos de ETA, se vio empujada a huir del que era su hogar. Pero tras el anuncio de una tregua que parece la definitiva, vuelve a su tierra. Por el Txato, por sus hijos, por su propio orgullo. Los terroristas y los afines a ellos se salieron con la suya años atrás. A ella se lo arrebataron todo, pero esta vez no será así. Ya no tiene nada que temer. No hay nada que perder. El recibimiento en el pueblo será el esperado: el rechazo. Aún años después, comprobará que se respira el miedo en el ambiente y que aún persiste el silencio y las miradas al suelo a su paso. Pero Bittori no desfallecerá, ha vuelto porque quiere respuestas, y no se reencontrará con el Txato en el otro mundo hasta que las obtenga, cueste lo que cueste, moleste a quien moleste.
Patria
‘Patria’ es una novela que no se posiciona en un lado ni en otro, relata y refleja una situación que durante muchos años se vivió en el País Vasco. Si no estabas con ellos, estabas contra ellos.
‘Patria’ nos permite “entender” como los jóvenes más viscerales estaban expuestos a las ideas y panfletos electorales y caían en las redes de la radicalización más extrema, entregando su vida y su futuro a una causa sin sentido.
“¿El cura? No me lo nombres. Menudo pájaro. Ese es de los peores, te lo digo yo. Les va con cuentos a los jóvenes, les mete ideas y los calienta. Y cuando pasa lo que pasa, se echa para atrás, predica y da de comulgar con carita de santo. Esto no se lo puedes decir a la ama porque se pone hecha un toro. Pero ¿tú eres tonta o qué?, le digo. ¿No ves que el cura les deja a los chavales los bajos de la iglesia para que guarden allí sus pancartas y banderas u sus botes de pintura? Que eso no tiene nada que ver, dice. Pues claro que tiene que ver. Joxe Mari, que yo sepa, no nació con una pistola. El cura, los amigos, qué se yo, lo llevaron por el mal camino”.
Fernando Aramburu, con cambios de narradores constantes, estilos directos e indirectos, y con saltos a través del tiempo mediante los diferentes personajes de ambos núcleos familiares, nos cuenta la vida de dos familias vascas que han sufrido las consecuencias de una lucha armada. Una de ellas, rota por el dolor de perder al padre a manos de ETA. La otra, desunida y con constantes desgracias familiares, tiene a uno de sus hijos pagando por las consecuencias de sus actos en la cárcel. Una anhelando el perdón; la otra, la redención. Ambas hijas de una misma patria.
Aramburu deja al lector que lea y decida. Él solo relata, expone y da voz a un conflicto del que hasta hace pocos años, nadie osaba hablar o escribir por miedo a posibles represalias. Cuando un servidor cierra la última página de ‘Patria’, se arrepiente de no haberlo leído antes, porque posiblemente es uno de los mejores libros que han pasado por sus manos, que no son pocos. Desde luego es una novela que muchos deberían leer, releer y volver a leer.
Se repite la historia
Permítanme esta libertad y tal vez, exceso por mi parte, pero la ocasión lo vale.
Más de 40 años duró la lucha armada por una patria y parece que volvemos a las andadas en otros territorios que, al igual que en el País Vasco, tienen su propia lengua, cultura e idiosincrasia. Sí, les hablo de mi tierra, Cataluña. Al leer ‘Patria’ ha sido inevitable comparar la crispación social que se vivió durante años en el País Vasco con la que actualmente vivimos aquí.
Nos encontramos nuevamente ante una guerra absurda de banderas, de patrias o de a ver quién la tiene más grande. No caigamos en el error de retroceder 40 años atrás.
Los catalanes aman a su tierra y su lengua. El catalán habla catalán, castellano, inglés y lo que haga falta, al igual que el vasco, el gallego, el extremeño o el madrileño. Lo que realmente importa es tener una buena convivencia, que exista el respeto y ante todo la educación. Sin familias rotas, grupos de amigos fracturados o compañeros de trabajo enemistados por una ideología.
No estigmaticemos a alguien por sus orígenes, como antaño se hacía al ver un vehículo con matrícula del País Vasco o se cuchicheaba al escucharlos hablar en euskera. Ni todos los vascos eran etarras, ni todos los catalanes son ahora radicales independentistas.
Existen catalanes que no quieren la independencia, los que sí que la quieren pero de forma pacífica y votando en las urnas, y por último los radicales que se dedican a alterar el orden público y que buscan el continuo enfrentamiento con la policía para evitar que puedan cumplir con su misión de proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana. Éstos no representan a los catalanes.
Años atrás se hablaba del conflicto vasco. Finalizada la lucha armada en Euskadi, se llenaron la boca con el yihadismo, y cuando la crisis hizo acto de presencia, apareció el 'procés' en Cataluña.
Los responsables de todo esto son unos señores y señoras que con su verborrea y afán de protagonismo cobran por ello, sean de un partido político o de otro. No lo olviden.