8M: Mujeres supervivientes que escriben para sanar

En su última novela, Lluna Vicens relata una desgarradora experiencia personal: su captación por una red de trata | Imagen cedida
photo_camera En su última novela, Lluna Vicens relata una desgarradora experiencia personal: su captación por una red de trata | Imagen cedida
8M, historia de 8 Mujeres. El Taquígrafo se ha puesto en contacto con 8 mujeres totalmente diferentes entre sí para tratar de conocer los retos, ilusiones, proyectos y obstáculos que las acompañan en todos los ámbitos de sus vidas. La cuarta protagonista es Lluna Vicens, contadora de historias y superviviente de una red de trata de blancas.

Enciende la luz de la mesita de noche y apunta en un cuaderno las ideas que la asaltan en ese momento entre el sueño y la vigilia con mucha premura porque, según ella, tiene la memoria de un pez. “Si no lo anoto en ese momento, se me olvida”. Lejos de asuntos existenciales, suelen ser los momentos cotidianos los que despiertan su inspiración. Y esto puede suceder en cualquier momento y en cualquier lugar. Por eso, tiene la casa repleta de libretas en las que va anotando ideas, palabras o sentimientos cotidianos de los que después saldrá un magnífico texto. 

A pesar de que Lluna Vicens lleva escribiendo desde los 17 años, ella no se considera una escritora. “La palabra escritora o autora me parece muy grande, yo prefiero llamarme contadora de historias”. La escritura es para ella una especie de terapia que la ha acompañado desde su adolescencia y que le ha ayudado a digerir y a gestionar sentimientos que hasta ahora no había compartido con nadie. Se aventuró a publicar su primera novela a finales de 2019, haciendo un compendio de pequeños relatos que había ido publicando en redes sociales. Ahora se atreve con su historia más íntima. Un relato que a pesar de desarrollarse en una “cárcel”, pretende dar alas. 

Mercancía Robada 

Es así como el próximo 8 de marzo publica su segunda novela, Mercancía Robada. No es una casualidad que salga a la venta precisamente el Día Internacional de la Mujer. Aunque Lluna es una mujer fuerte, que sonríe a pesar de las duras vivencias que relata, las páginas de su novela encierran una cruel y dura realidad. Con ellas no busca venganza, ni castigo. Ni siquiera justicia. Anhela curar una herida. Sanarse. El mensaje es un toque de atención a la sociedad. Una bofetada como la que recibió ella el día que se enteró de que acababa de ser captada por una red de trata. 

No recuerda exactamente el tiempo que pasó en el club de carretera donde la obligaron a ejercer la prostitución. Tampoco cómo llegó al suelo de la húmeda habitación donde despertó sin zapatos y sin documentación. Ella solo había respondido a una oferta de trabajo. Quería tomarse un año “sabático” para decidir qué carrera hacer, pero no quería ser un lastre para la economía familiar. Así que pasó la primera entrevista en Barcelona, su ciudad natal, y la emplazaron a una formación en Zaragoza. 

Escribir para recordar  

El último recuerdo de Lluna termina en las oficinas en las que estaban realizando la formación, durante un descanso, tomándose un tentempié con una compañera a la que había conocido en el viaje de camino al que sería su primer empleo. O eso creían ellas. Lo siguiente que aparece en su memoria es el recuerdo del frío recorriendo su cuerpo, dormida en el suelo. Los gritos de su compañera la despertaron y entonces empezó la pesadilla. “Creo que la mente te protege de alguna manera”, recuerda Lluna al hacer memoria sobre su historia. “Muchas cosas las he recordado a medida que iba escribiendo la novela”, asegura. 

Aunque no puede recordar con exactitud el periodo de tiempo que fue obligada a ejercer la prostitución, después de unas semanas, Lluna consiguió escapar. Sin embargo, nunca compartió con su familia aquella terrible experiencia. Solo lo hizo con sus cuadernos. Ahora, más de 30 años después, ha decidido compartir su historia para concienciar a la sociedad de los peligros de la trata. “No hay un perfil concreto, le puede pasar a cualquiera. Desengañaos. Las víctimas no son solo chicas que proceden de familias desestructuradas o que están en la calle en una situación desesperada. Acabemos con este estereotipo. En mi caso, ni vengo de una familia rota ni había dejado de estudiar. Precisamente acababa de aprobar la selectividad y quería pensar en qué carrera quería estudiar.”, sentencia Lluna.

La prostitución forzada es una realidad 

Aunque han pasado muchos años desde que ella fue víctima de la explotación sexual, la trata sigue siendo más habitual de lo que podríamos imaginarnos. “Ahora ya no será un club como en el que estuve yo, puede ser en un piso privado, en el piso que está encima de tu casa y tú no sabes qué es lo que está sucediendo ahí.”. Su novela, dice, es un aviso, no para que vivamos con miedo sino para que tomemos precauciones. “Todas tenemos amigas, sobrinas, hijas… y nos puede pasar a cualquiera. A esta gente le da igual de dónde vengas.” No sabe si quizá sus ideales son una auténtica utopía, pero considera que regularizando la prostitución, asentando unas buenas bases, la trata de blancas desaparecería. 

“Yo creo que las prostitutas deberían ser reconocidas como trabajadoras sociales. Siempre y cuando lo hagan por voluntad propia. Al fin y al cabo es lo que se busca en cualquier trabajo. Siempre que te obliguen a hacerlo es esclavitud. Por eso creo que deberían ser reconocidas, tener acceso regulado a la seguridad social, poder darse de alta como autónomas y, de este modo, garantizarles unos derechos que compliquen el funcionamiento de estas mafias”. 

“No soy una víctima, soy una superviviente”

Lluna es la viva imagen de la supervivencia. De la esperanza. “Se puede salir adelante, chicas, se puede”, asegura. “Echándole muchas narices”, recalca. Pero se puede. Lamenta, sin embargo, que todavía quede un largo camino por recorrer como sociedad y que las nuevas tecnologías y las pantallas no hayan ayudado a frenar el auge de estas mafias de prostitución. Más bien lo contrario. Aún así, ella hace un llamamiento al empoderamiento de las mujeres que hayan pasado por una situación similar a la suya, a levantar la cabeza y a no sentirse pisoteadas por una sociedad que las señala, chismorrea y no las deja avanzar. 

Todavía existe, dice, un profundo estigma relacionado con la prostitución y la trata. “La sociedad no está acostumbrada a tener supervivientes, está acostumbrada a tener víctimas porque son más fáciles de machacar. Una sociedad culta, informada, con los ojos abiertos ante lo que está sucediendo es difícil de manipular. Una sociedad ignorante es más vulnerable”. 

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