REPORTAJE

La cara oculta del Puerto de Barcelona: corrupción, drogas y ‘vuelcos’

Puerto de Barcelona / Archivo
photo_camera Puerto de Barcelona / Archivo

La corrupción en el Puerto de Barcelona, como en cualquier otro, no se esconde. Policías y narcos se persiguen como el ‘gato y el ratón’ por un laberinto de contenedores y pasillos oscuros, en los que la ley del silencio se impone por encima de cualquier otra

Varios coches rotulados del Cuerpo Nacional de Policía llegan al control de entrada del Puerto de Barcelona. Tras la preceptiva identificación, el vigilante de la garita abre la barrera se seguridad. Los agentes no han cruzado todavía la frontera con la zona portuaria y ya se ha corrido la voz de su presencia. En pocos segundos, la noticia de su llegada ya se ha filtrado por cada uno de los escondites más recónditos del laberinto del puerto y no queda estibador que ignore su presencia. “Así es como funcionan en el Puerto”.

El chivatazo

Los agentes de la Unidad de Estupefacientes de Barcelona han recibido un chivatazo. Tienen información de un “contenedor contaminado” procedente de América Latina, cargado con varios cientos de kilos de cocaína. Los funcionarios del puerto les proporcionan la ubicación exacta del lugar donde aguardará dicho contenedor antes de ser trasladado. Los agentes lo esperan frotándose las manos.

A su llegada, sin embargo, el precinto de seguridad ha desaparecido. En los escasos minutos que separan el desembarco del traslado de la mercancía, el contenedor ya ha sido abierto y no queda ni rastro de la droga.

La corrupción no se disimula

Han llegado a abrir los contenedores con nuestra presencia a escasos metros. La corrupción en el Puerto de Barcelona no se esconde, ni se disimula. Es un secreto a voces: nosotros lo sabemos y ellos no se esfuerzan en ocultarlo. Más bien, se esfuerzan en ocultarnos la droga”, explica un agente de la Policía Nacional, destinado a dicha unidad de estupefacientes, como pasa en otros puertos españoles y europeos”, matiza.

No obstante, no todos los estibadores de las zonas portuarias están vinculados con el crimen organizado ni trabajan codo con codo con los narcotraficantes, “por supuesto hay trabajadores honrados, pero saben, por su bien, que deben permanecer en silencio”. El problema de los investigadores es poder demostrar, con nombre y apellidos, aquellos que saben que sí que colaboran con la factoría del crimen. “Muchas veces encontramos la droga, pero no hay ni rastro de aquellos que debían vigilarla o transportarla”.

Un engranaje criminal dentro y fuera del Puerto

Todos saben qué papel tienen asignado y cuando llega un contenedor contaminado los implicados conocen, incluso, el gruista que debe ir a por él y moverlo hasta el lugar asignado”, asegura el agente entrevistado. Es, precisamente, esta información, aunado a que conocen las instalaciones como si fuesen su casa, lo que les permite trabajar con tanta impunidad.

Los contenedores marcados esquivan cámaras de seguridad, controles y vigilantes. Incluso, en algunas ocasiones, todos ellos están coordinados para facilitar la descarga de la droga y dificultar el trabajo policial. “Hemos llegado a detectar infracciones muy graves, como por ejemplo: la entrada de camiones sin la documentación preceptiva, gracias a aperturas manuales de las barreras de seguridad, para recoger contenedores contaminados para descargarlos fuera de la zona portuaria y luego devolverlos ‘limpios’ alegando que se han confundido con la entrega”.

"El gancho ciego" y "el preñao"

Las técnicas más sencillas para la introducción de sustancias, pero que requieren de una necesaria implicación ilícita de los trabajadores del puerto, son el ‘gancho ciego’ y el ‘preñao’. En ambos casos, explican los fuentes policiales consultadas, la droga se oculta sin el conocimiento del receptor final, utilizando, normalmente, contenedores con mercancía legal. Las sustancias se introducen dentro de la zona portuaria de origen y se extraen en el destino, gracias a la participación de los estibadores que colaboran con las organizaciones criminales.

La droga se controla, en su totalidad, por estos trabajadores que la introducen y la extraen. Luego, ellos rinden cuentas con los grupos para los que trabajan.

Se paga en mercancía

“Normalmente a los estibadores corruptos se les paga con mercancía. Las organizaciones criminales compran algunos kilos de más en el origen, donde el precio es muy bajo, y le dan una parte a estos trabajadores portuarios que les facilitan la entrada”.

Luego, estos mismos estibadores, como no tienen una estructura para poner introducir o mover esta droga, la acaban revendiendo a clanes familiares de la zona, históricamente vinculados en los movimientos criminales del puerto.

Si la mercancía no se puede extraer, deben pagar

Si la mercancía se pierde y los estibadores no pueden justificar que ha sido la Policía quien la ha incautado, deben pagar la totalidad del cargamento a los capos para los que trabajan. “Somos conscientes de que muchas veces recibimos los chivatazos de los propios trabajadores corruptos porque igual no han podido recuperar la droga y les conviene que sea la Policía quien la incaute y así poder justificarse ante sus superiores”. Y, es que a veces, no se puede extraer la mercancía por un tema meramente logístico: “si el contenedor contaminado descansa a varios metros de altura, se complica le extracción”.

Tensión latente

Además, indican las mismas fuentes, la tensión entre los grupos rivales también ha aumentado en el interior de la zona portuaria.  “Han aumentado los ‘vuelcos’ dentro del Puerto. La rivalidad y la violencia también está ‘in crescendo’, como pasa fuera del mundo portuario. Existen grupos enfrentados que se roban la droga entre ellos. Así, no sólo obtienen un cargamento totalmente gratuito, sino que, además, ganan en reputación”.

Todo ello, bajo una ley del silencio no escrita, pero que se impone por encima de cualquier otra. Nosotros seguiremos trabajando para minimizar la entrada de droga y complicarles un poco la vida a estas organizaciones”, sentencia el mismo policía entrevistado.

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