Desde que los Pujol guardan sacos de dinero en el sótano de un molino de aceite situado en una recóndita masía de la provincia de Tarragona, hasta que dos personas que tuvieron la valentía de denunciar los tejemanejes de la familia del expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, están muertas y enterradas en extrañas circunstancias en unos terrenos vinculados con algún miembro del clan.
Todo es posible, sin duda. Lo que Julio Verne vislumbrara hace casi dos siglos, hoy no sería un imposible. Pero llama la atención el brío con el que la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional, primero, y el propio juez de la Audiencia Nacional, José de la Mata, después, han impulsado distintas líneas de investigación, a partir de una carta recibida en la UDEF, con registro de entrada del pasado 12 de noviembre del 2019. La firmaba el preso, Israel Peñaranda, y en ella se decía que «el motivo de la presente es para solicitar una entrevista con la UDEF, en base a la información de que dispongo, directa y de primera mano, y que, a buen seguro, les va a sorprender y que será de mucho interés de su unidad”.
La UDEF, en una actuación que, en aquel momento, sin duda, no tenía nada de rigor, se personó en la cárcel y tomó declaración a aquel tipo. Peñaranda es un ciudadano andorrano con hasta ocho causas judiciales por estafas o delitos económicos a sus espaldas y acumula una condena de tres años y medio, dictada por el juzgado de lo Penal, número 21, de Barcelona. Peñaranda, entonces, se reunió con los policías en la cárcel y puso en marcha su ventilador. «Yo deseo retirarme y tener paz judicial, y les puedo ser muy útil. Colaborar es interesante para ambas partes, se sorprenderán», concluía la misiva.
Las revelaciones
El día 14 de noviembre de 2019, dos días después de recibir la carta, se produjo ese interrogatorio. El día 18, De la Mata, hiperventilado por «sus revelaciones» y con los informes al respecto ya elaborados por la UDEF, confirió a Peñaranda la condición de testigo protegido, decretó el secreto de las actuaciones y le citó a declarar.
En el marco de las indagaciones policiales y fruto del análisis de lo declarado por el reo, así como de documentaciones (fundamentalmente notas manuscritas del mismo) se abrieron varias líneas de indagación que salpicaban a algunas reputadas empresas de Catalunya, a las que Peñaranda situó como «pagadoras de mordidas en mano —en metálico— al propio Jordi Pujol Ferrusola». Citó también a políticos, algunos «que se quitaron de en medio a tiempo». Y lo más llamativo es que informó de las diversas vías, tramas y mecanismos de traslado y ocultación de los millones robados por el clan, dando detalles de los cómplices de los Pujol en Andorra. Habló de la Banca Reig, de la Banca Mora y del propietario de la principal cadena de supermercados. Peñaranda explicó a los investigadores que los Pujol guardan dinero en los bancos, en empresas o corporaciones internacionales, pero también tienen algo así como zulos donde, en cajas blindadas, guardan la pasta que se supone que han cobrado a paladas durante años.
El molino de Tarragona
Cita un terreno en Tarragona. Dice que, en el sótano de una masía —en realidad, un molino de aceite—, Jordi Pujol escondía un dineral. Peñaranda habla de 120 millones de euros. Y añade que se accede a ese sótano desde una vivienda contigua propiedad de un testaferro andorrano, propietario de una de las principales cadenas de supermercados del Principado. La UDEF lo recogió todo en sus informes, pero no consta confirmación alguna. Dice que teme por su vida, pero por lo que está haciendo no da la sensación de que sea alguien temeroso, sino alguien que disfruta viendo como la Policía va dando bandazos y, en medio de la tormenta, poder sacar tajada.
En su declaración policial, Israel Peñaranda llega a decir que, al menos, hay dos cadáveres que corresponden a personas que un día trataron de denunciar a los Pujol. Y añade que «al revelar esta información, se sitúa en una posición de riesgo para su vida», al ser la única persona que conoce estos datos. Tiene conocimiento de que otras personas que han facilitado información han fallecido. De hecho, hay dos personas enterradas en una finca de Roquetes, en Tarragona, asegura. Una de ellas falleció porque hurgó en los papeles que los Pujol escondían en la lujosa urbanización andorrana «Can diumenge», en la carretera dels Vilars, donde los Pujol hacían fiestas.
Tarragona, Andorra y Francia
Pero, a pesar de lo extraño, del aparente proselitismo que derrocha el testigo protegido, De la Mata se muestra reacio a pararle los pies; todo lo contrario. Le excarcela para que acompañe a la letrada de la Administración de Justicia y a la UDEF a una diligencia definitiva y esclarecedora que se tiene que llevar cabo en la francesa población de Osséja, cerca de Puigcerdà.
Según Peñaranda, allí, en una casa situada en la urbanización Serrat de la Mole, él mismo guardó, en el doble fondo de una pared, los documentos acreditativos de toda la maraña criminal de los Pujol, documentos que serán la estocada final para las esperanzas de la familia imputada en salvar el cuello. Y, la verdad, es que aquí empieza una verdadera historia grotesca, de aquellas que sonrojan de vergüenza a quienes las protagonizan, propias de una historieta de Mortadelo y Filemón.
El día 16 de diciembre, tras la petición de ayuda judicial internacional que formuló De la Mata a los franceses, se personaron en Osséja los agentes de la UDEF, los de la gendarmería, la secretaria judicial y el propio Peñaranda, excarcelado a tal efecto.
De excursión a Osséja
Para empezar, llegaron tarde a la inmobiliaria que tenía que darles cuenta del propietario o inquilino de la casa–escondite, por lo tanto, todos a dormir hasta el día siguiente, a esperar que la inmobiliaria abriera sus puertas. Cuando, ya abierta, llegaron a la oficina, Peñaranda dijo a los investigadores que era mejor que entrara él solo a preguntarles, porque los Pujol conocían a la propietaria de la oficina y eso los podía poner en guardia.
Los policías accedieron, ante el convincente discurso del estafador. Entró, discutió con la empleada y salió sin conseguir información alguna. Eso, por primera vez (al menos por primera vez en los escritos de la UDEF), suscitó en la Policía española un cierto mosqueo. Pero la pelota siguió rodando. Finalmente, encontraron la casa en cuestión. Llegaron, indagaron y resultó ser propiedad de una mujer que no sabe nada ni de Peñaranda ni de los Pujol ni de nada que se les aproximase.
Allí, el testigo protegido recordó que no era aquella vivienda, sino la que se encuentra en el piso superior. Secretaria y policías españoles y franceses, que empezaban a resoplar, llamaron a la puerta y les abrió otra mujer que les dijo, perpleja, que vivía allí desde que se construyó la vivienda y que nunca nadie allí entró a hacer un agujero en ninguna pared bajo ningún concepto. Abochornados, y tras las disculpas, la comisión judicial se desconvocó y los policías retornaron a España con el personaje en cuestión.
Las cajas de seguridad
Al llegar a España, Israel Peñaranda siguió erre que erre y le dijo a la Policía que Jordi Pujol Ferrusola tiene una caja de seguridad con millones en divisas en la sucursal central del Banco Espírito Santo ee Lisboa (Portugal). No solo eso, sino que identificó esa caja como la número 14. De la Mata no cesó y pidió información a los portugueses. Respuesta: la caja, número 14, no existe ni ha existido nunca. Pero el juez repreguntó: ¿pero los Pujol han tenido cajas de seguridad o cuentas allí? y la respuesta oficial fue inapelable: «jamás».
De nuevo, otro perdigonazo al aire de este testigo protegido. Del primero hablamos ayer en eltaquigrafo.com, cuando hicimos referencia a las tres cajas de seguridad con dinero, divisas, joyas y documentos confidenciales de los Pujol que supuestamente custodia el presidente de Banco Sabadell, Josep Oliu, pero lo cierto es que la Agencia Tributaria dice que Oliu no tiene cajas de seguridad a su nombre. A ver qué añade la UDEF a esto.
Todo raro, muy raro. Sorprende la proactividad investigadora. Muy llamativo que la teniente fiscal de Anticorrupción y fiscal del caso Pujol, Belén Suárez, no formulase ni una sola pregunta cuando el juez interrogó a Peñaranda.