Ya tardaban. Los más listos de la clase empiezan a encontrar la forma de ganar dinero —o lo que sea— a costa de la enfermedad que azota buena parte del mundo desde hace meses: el coronavirus.
El otro día, un empleado del Centro de Salud Integrada Juan Llorens, de Valencia, contaba a eltaquigrafo.com, la situación que se vive en su lugar de trabajo. Se trata de un centro con 64 consultas, Rayos X, atención primaria, Quirófanos y servicio de urgencias. Desaparecieron todas las mascarillas; todas. «Son los propios empleados. Las deben estar vendiendo por internet», nos contó. Se queja que, además, para un hospital de esas dimensiones, sólo les llegaron unas 15 botellas de solución hidroalcohólica (desinfectante de manos): «Han ido desapareciendo todas. Ahora, cuando llegan, las guardan bajo llave».
En Palma, la Policía Local advertía, a través de su cuenta de Twitter, que falsos voluntarios entran en casas de personas mayores, argumentado que les deben hacer un control sobre la enfermedad, y les roban todo lo que pueden. También en Palma, en el Hospital Son Llàtzer, las mascarillas han desaparecido por cajas.
Pero hay más; ha llegado a nuestros oídos la existencia de unos cracks de la inventiva que se presentan en las casas, preguntan por la «edad» de los colchones de la vivienda y, a continuación, explican que deben ser desinfectados (por ellos, claro). Aprovechan que se les deja entrar para desvalijar a la pobre persona que les ha abierto las puertas y que cree que va a ser ayudada.