¿Podrá el
teniente de alcalde de Prevención y Seguridad del ayuntamiento de Barcelona, Albert
Batlle, desarrollar todas sus propuestas, iniciativas, ideas o estrategias para
minorar el aumento de la delincuencia de la ciudad y lo que aun es más
imperioso, el aumento de la sensación de inseguridad que sufren los ciudadanos
que viven o visitan la capital catalana?
Es verdad que las competencias de seguridad ciudadana y de orden público en Barcelona, como en cualquier otro punto de Catalunya, están en manos de los Mossos d'Esquadra. No es menos cierto, sin embargo, que las policías locales y, en especial, la Guardia Urbana de Barcelona, también juegan un papel destacado en materia de control y represión de la delincuencia.
La Guardia Urbana, clave
Por
ello, lo que está maquinando Batlle, las disfunciones que está detectando e
identificando el nuevo concejal de seguridad desde que se puso al frente de ese
ámbito, es fundamental para reconducir la situación.
Batlle espera que el departamento de Interior de la Generalitat, sobre el que recae el grueso de la responsabilidad en materia de lucha criminal, mueva ficha y anuncie sus medidas concretas y operativas para darle la vuelta a la tortilla. Entonces, Albert Batlle enseñará sus cartas y, los que le conocen coinciden en que, desde el punto de vista técnico, incluso desde el punto de vista doctrinal, no habrá excesivo problema para el entendimiento y para que Mossos y Guardia Urbana, aúnen esfuerzos y estrategias de cara a luchar contra la delincuencia. Veremos.
El enemigo en casa
Las fuentes gubernativas consultadas por eltaquígrafo.com señalan, en esta línea, que "el enemigo" de Batlle no está en la Generalitat, sino en el propio gobierno al que pertenece. El preeminente sector de los comunes sigue manteniendo una posición enrocada y marcadamente ideologizada de su concepto de seguridad, una posición que, para muchos, está alejada de la realidad en una ciudad que, de un tiempo a esta parte, guste o no reconocerlo, ha fabricado sus propias bolsas de pobreza, de delincuencia, sus propios guetos y sus particulares colectivos antisociales, ante la inoperancia de unos y otros.
En un reciente mensaje (que este medio trascribe literalmente), el grupo político que sustenta a la alcaldesa, Ada Colau, en el ayuntamiento lanzaba un WhatsApp en el que desautorizaba a Batlle, quien no ve en los manteros un problema de seguridad publica (al contrario de lo que dijo el conseller, Buch, en un reciente ataque de populismo), pero sí atribuye a los manteros un foco de ilegalidad explícita y chocante que, una ciudad como Barcelona, no puede consentir.
Mensajes delatadores
Tras una reciente operación de la Guardia Urbana contra los manteros en la Barceloneta (con detenciones y el uso de decenas de unidades policiales), el mensaje de los comunes al respecto rezaba: "No se ha producido ningún cambio en la política del ayuntamiento por lo que respecta al abordaje del fenómeno del ‘top manta’ y lamentamos que las declaraciones del concejal de seguridad hayan creado esta impresión".
Sibilino, sutil, pero delatador, el mensaje que lanza la cúpula de los comunes ante la orientación (reorientación) que está tomando y va a seguir tomando la política municipal de Barcelona, si permiten a Albert Batlle ejercer su función. La gran pregunta es ¿le van a dejar ejercerla? Si las medidas de corrección en materia de seguridad que se sugieren desde la concejalía no coinciden con la hoja de ruta de los comunes, ¿por qué, sabiéndolo, Ada Colau le ha delegado la patata caliente de la seguridad —la misma que casi le deja sin alcaldía— a los socialistas? ¿Por el mismo motivo que el presidente socialista, José Montilla, se la encasquetó al conseller por Iniciativa per Catalunya, Joan Saura, en el gobierno tripartito de la Generalitat? ¿Porque quema…? ¿Por qué?