Diez años sin Ruth y José

Se les perdió la pista el 8 de octubre de 2011  /  Europa Press
photo_camera Se les perdió la pista el 8 de octubre de 2011 / Europa Press
Los niños de seis y dos años fueron asesinados por su padre en 2011

Malvado, frío y calculador. Así es José Bretón, el padre que simuló haber perdido a sus hijos aquel 8 de octubre de 2011 en el Parque Conde de la capital cordobesa. Fueron necesarios ochos meses de investigación para resolver uno de los casos más macabros que conmocionó al país, pero finalmente, y a pesar de los errores iniciales en la investigación y los intentos de Bretón por despistar a los investigadores, se incriminó al padre como el autor del crimen que acabó con la vida de Ruth y José.

Bretón se deshizo de los cuerpos en su finca de Las Quemadillas y durante años defendió su inocencia. A día de hoy, diez años después del terrible asesinato, José Bretón sigue entre rejas y cumple condena en la prisión de Herrera de la Mancha (municipio de Manzanares, provincia de Ciudad Real), una de las primeras cárceles de máxima seguridad construidas en España, donde permanecerá un máximo de 25 años.

El caso Bretón no es una excepción

El pequeño Gabriel, también conocido como ‘El Pescaíto’, fue asesinado por Ana Julia Quezada, la pareja sentimental del padre del pequeño, cuando apenas tenía 8 años. Francisco Miguel y Adrián Leroy, de 6 y 5 años, fueron asfixiados por su propia madre con un cable del cargador del móvil para vengarse de su marido tras serle infiel. Asunta, la niña de 12 años, fue hallada sin vida en un camino forestal en la localidad gallega de Teo. Sus padres fueron condenados a 18 años de prisión.

En 2016, David Oubel acabó con la vida de Candela y Amaia, de 9 y 4 años, degollándolas con una radial. Antes avisó por teléfono a su exmujer de sus intenciones. Yaiza también perdió la vida a manos de su madre, Cristina Rivas, cuando tenía 4 años.

A estos y otros casos se suman los dos últimos ocurridos en Tenerife y Barcelona. Después de una intensa búsqueda en el mar, el buque oceanográfico Ángeles Alvariño localizó el cuerpo de la pequeña Olivia, de 6 años, pero nunca más se volvió a saber de Anna, la hermana pequeña de un año. Tampoco se localizó a Tomás Gimeno, padre y presunto autor del asesinato de sus dos hijas. Y en Barcelona, el pasado mes de agosto Martín Ezequiel acabó con la vida de su hijo de dos años en el mismo hotel en el que se casó con su exmujer. Tras semanas de intensa búsqueda, los investigadores dieron con el cuerpo sin vida de Martín Ezequiel en los alrededores del aeropuerto de El Prat de Barcelona.

Según datos del Ministerio del Interior, desde  el año 2011 hasta marzo de 2021, 78 menores han sido asesinados a manos de sus progenitores o las parejas de éstos.

¿Violencia vicaria o filicidio?

Estando en prisión, José Bretón confesó que su intención con el asesinato de sus hijos era hacerle daño a su exmujer. Tomás Gimeno advirtió a Beatriz Zimmermann, su exmujer, que no volvería a ver a sus hijas. Y María Cristina Rivas confesó ante el juez haber matado a su hija para vengarse de su exmarido. Problemas de pareja que, más allá de una separación o divorcio, acabaron con la vida de los más inocentes: los hijos.

Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género y profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, define estos actos de crueldad como violencia vicaria, es decir, aquella que se ejerce contra alguien por medio de otro y añade que “forma parte estructural de la violencia contra las mujeres”. En cambio, el término filicidio engloba cualquier acto que acaba con la vida de un hijo y es cometido por el padre o la madre de éste.

En cualquier caso, y con independencia de si es hombre o mujer quien lo lleve a cabo, se trata de crímenes estremecedores que evidencian la parte oscura del ser humano. Son asesinatos que persiguen un mismo fin: hacer daño a sus parejas o exparejas. Algunos de los asesinos, además, decidieron poner fin a su propia vida tras acabar con la de sus hijos, como fue el caso de Martín Ezequiel, Rosario Porto y se sospecha que también pudo haberlo hecho Tomás Gimeno.

Con el recuerdo aún presente, el décimo aniversario del crimen de Ruth y José demuestra que todavía queda un largo camino por recorrer.

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