Como no podía ser de otro modo, quedamos en las inmediaciones del campo del Rayo Vallecano. “Llevo Vallecas muy dentro” me dijo varias veces a lo largo de nuestra charla. El barrio que lo vio nacer, que lo acompañó las noches de adrenalina después de bajar al inframundo y encontrar “esa maldita pared” perfecta para agujerear. El barrio que lo acogió después de pasar más de siete años en prisión, y, en definitiva, su hogar antes y después de pasar por la mala vida.
Él es “el Robin Hood de Vallecas”, el Flako, seguramente uno de los mejores butroneros que ha tenido la historia criminal másreciente de nuestro país. Un tipo cautivador, un atracador de bancos que, sin embargo, no aparenta serlo. Autor del libro "Esa maldita pared" y protagonista del documental "Apuntes para una película de atracos".
Butronero como su padre
“Me obsesioné”, reconoció. Recorrió tantas veces el submundo que se esconde bajo el suelo de Madrid, que llegó un momento que casi se orientaba mejor entre galerías, pozos y túneles, que andando bajo la luz del sol. “Nos pasábamos meses preparando el golpe perfecto. Estudiábamos los horarios de los trabajadores del banco, sus rutinas, el movimiento de los clientes. No todas las sucursales eran válidas. Mirábamos que tuviesen espejos tintados y, por supuesto, sótano, porque si no, ¿por dónde entrábamos? y lo más importante: ¿por dónde huíamos?”, bromeaba.
Lo acusaron de siete atracos a mano armada, cumplió condena por dos. Sin embargo, el destino de Flako empezó mucho antes de cruzar ese primer agujero que lo introdujo en el interior de la cámara acorazada de una sucursal bancaria. “El 12 de septiembre del 2000, con tan sólo 15 años, vi a mi padre saliendo de una alcantarilla, con un botín de 25 millones de las antiguas pesetas. Iba vestido con guantes de cuero, y una cazadora verde botella”.
Ese día decidió que él también se dedicaría a “esto”. Por entonces, Flako ya andaba metido en el trapicheo de drogas y colaboraba ocasionalmente en los golpes que perpetraba su padre. No obstante, no fue hasta que su padre murió, el 20 de julio del 2008, que decidió empezar a estudiar el “oficio”.
El gran día
“Me pasaba horas leyendo sobre sistemas de seguridad, sobre cómo podíamos perfeccionar nuestros butrones”. Se volvió un experto en la materia. Quizás el mejor de la época. El día del golpe tenía que ser todo milimétrico, un segundo de improvisación y los meses de preparación previa podían no servir de nada. “Dejábamos el butrón hecho con antelación. Cada miembro del grupo tenía su función dentro y fuera del banco, y una vez en el interior empezaba el espectáculo”. Para Flako atracar un banco requería parte de interpretación.
“Atracar un banco implica violencia. A la hora de empuñar un arma real estás desprendiendo intimidación física, aunque no la utilices”. Flako y el resto aparecían de la nada, por sorpresa, pistola en mano, cagándose en Dios y amenazando con cargarse al que no hiciese caso. “Pero es más teatro que otra cosa”. La realidad es que bajo ese aspecto de malote, con sobredosis de adrenalina, se encontraba un muchacho de barrio, rezando para que la caja retardada se abriese en el tiempo previsto y pudiesen evaporarse, cargados con el botín esperado, por el subsuelo madrileño antes de que llegase la Policía.
El último atraco
La idea de ganar dinero fácil se apoderó de Flako. Preparar los golpes se convirtió en su modus vivendi.Colaborabacon el que había sido socio de su padre y, junto con el resto del grupo, llegaron a creerse invencibles. “Lo teníamos todo tan estudiado, que llegamos a creer que no nos podían coger”. Pero lo hicieron. El 26 de agosto de 2013. Ellos no lo sabían, pero la Policía hacía semanas que los observaba de cerca y esperaron al siguiente golpe para pillarlos con las “manos en la masa”.
"Eran las 8h de la mañana del 26 de agosto de 2013. Bajamos por la alcantarilla hasta el agujero que habíamos dejado dos días antes. Entrar fue fácil, sin embargo, la puerta que conectaba el sótano con la oficina situada en el piso de arriba estaba anclada. No la podíamos abrir. Tuvimos que ir a por herramientas y volvimos a las 13h. Repetimos la operación y una vez de nuevo en el sótano, a punto de reventar la puerta, oímos unos pasos. ¿Bajaba alguien? Efectivamente. Era una cajera. Una chica de rasgos orientales. La atrapamos y subimos tras ella. Entramos en la oficina al grito de 'esto es un puto atraco'". De nuevo, empezaba el show.
El día que cambió su vida
Consiguieron hacerse con la retardada. Más de 60.000 euros. La gente asustada les entregaba sus carteras. Flako no las quería. “Yo sólo le robaba al banco. Esa pobre gente inocente no tenía nada que ver” me insistió. Salieron sudando de la sede ubicada en la calle Pilarica 23, entre risas, comentando apresurados algunos de los momentos que habían vivido en el interior del banco. Subieron a la furgoneta y no arrancaba. Lo siguiente que recuerda es un casco negro con el emblema del GEO y un golpe que lo sacó disparado del interior del vehículo. “Me dieron la paliza de mi vida. Nos habían pillado”.
Como si no fuera con él, recuerda ese momento como en tercera persona. Oía muchas voces, pero no lograba entender nada. Un pitido ininterrumpido le perforó el cerebro hasta que volvió en sí y entendió que había caído. El Robin Hood de Vallecas había caído. Al día siguiente de su detención, aún con las heridas abiertas, su mujer dio a luz a su único hijo en el Hospital de la Paz de Madrid. Flako no estuvo ahí para verlo.
Ingresó en prisión, donde pasó 7 años y medio. La historia de Flako a partir de ese 26 de agosto cambió por completo. No se arrepiente de sus golpes. Sí, de haberle provocado ansiedad a las víctimas inocentes. La prisión le cambió la vida, pero ello requiere un segundo capítulo.