En un rincón de la plaza de Sant Jaume de Barcelona, a los pies de la Generalitat, se encuentran acampados y en plena huelga de hambre, Xavi Moya y Jordi Calvet. Sus nombres no son mediáticos, sus caras no son conocidas, pero están dispuestos a alzar la voz hasta lo más alto para defender su causa. Ambos representan al colectivo de trabajadores de gimnasios y centros deportivos de Barcelona y su área metropolitana. Sus locales llevan una semana cerrados y, por lo menos, lo tendrán que estar otra más si no llegan a ningún acuerdo previo durante la reunión que han logrado concretar para este próximo lunes, 27 de julio, gracias a la intermediación de la Unión de Federaciones Deportivas Catalanas (UFEC).
Su indignación y, sobre todo, «la carencia de respuesta y justificación alguna» por parte de la Generalitat, les ha conducido a tomar una medida drástica, pero contundente. Este viernes al mediodía, iniciaron una huelga de hambre, plantados enfrente de la máxima institución catalana y que, como mínimo, pretenden alargar hasta el próximo lunes, cuando tienen la mencionada reunión con representantes del departamento de Sanidad.
Reclaman soluciones y respuestas
Este medio ha podido hablar con ambos representantes, quienes han explicado que no entienden como, a pesar de no haber ningún rebrote registrado en ningún gimnasio de Barcelona y su área, la Generalitat «nos castiga cerrando todos los gimnasios, sin mediar, ni buscar alternativas». Están perdidos en un mar de preguntas que no han logrado responder. Aseguran cumplir con toda la normativa, haber estipulado horarios, protocolos de entrada y salida, registros, citas previas, además, de haber realizado «una gran inversión económica en material de limpieza y desinfección para higienizar todo el local de entreno constantemente», que no podrán recuperar si permanecen cerrados.
Y a pesar de ello y, sin haber detectado ningún brote generado en un gimnasio, hace una semana la consellera de Sanidad, Alba Vergés, anunciaba el cierre de gimnasios e instalaciones deportivas de Barcelona y 12 municipios más, al menos, durante 15 días. Y, sin tener nada en contra del resto de sectores económicos y comerciales, insistían en no entender «por qué la Generalitat permite la apertura o semiapertura de otro tipo de instalaciones y las nuestras, que fueron de las últimas en poder abrir, son las primeras en cerrar, aun salvaguardando todas las medidas establecidas y más, y sin casos significativos originados en centros deportivos», aseguraban Moya y Calvet.
Por eso, con la reunión del lunes esperan negociar unas medidas que puedan servir al sector para poder abrir total o parcialmente, así como buscar la manera de recibir unas ayudas que les permitan subsistir a la pandemia. En el caso de Moya, regenta un gimnasio particular en el Clot (Barcelona) desde hace más de 30 años y, sin ayudas y con la persiana bajada, se le hace muy complicado encarar el futuro de su negocio. Aunque lo que realmente desconcierta al sector es la falta de justificación a la hora de decidir cerrar los gimnasios. «¿Si lo hacemos todo bien y no hay rebrotes, a santo de que decidieron cerrarnos sin alternativa?», se preguntan los dos huelguistas.
Concentración de protesta
La huelga de hambre de Moya y Calvet ha sido el desencadenante de «una semana de silencio institucional», incluso tras la concentración de los representantes de gimnasios y centros deportivos de este pasado martes en la plaza de Sant Jaume. El objetivo de la concentración era denunciar la «injusticia» económica y social que supone la medida del cierre taxativo. Decenas de personas se concentraron ante la Generalitat bajo el lema «el deporte es salud», reclamando soluciones y respuestas a un sector que asegura sentirse totalmente olvidado y desamparado por las instituciones.
La Policía les insiste en que no pueden acampar en la vía pública, pero no están dispuestos a desistir. «Vamos muy enserio, estamos muy indignados», sentenciaban. «Aunque sea durmiendo en la intemperie, aquí nos quedamos hasta que la Generalitat nos de respuestas».