Andrea Pita (26 años, vecina de Santa Perpetua de Mogoda, Barcelona),
vive en una horror continuo.
La joven, madre de una niña de siete años, conoció a un muchacho, Juan Cortés,
con el que estableció una relación a mediados de 2017. Todo empezó bien, como suele ocurrir, pero poco a poco la relación
se fue torciendo. «Que si llevas mucho perfume», «que si te pintas demasiado», «que si la minifalda que llevas es muy corta», «que si la blusa es muy ceñida». De ahí, al grito. Después, los empujones; y la cosa acabo en múltiples, continuas y brutales palizas.
«Me he caído»
Cada vez que ingresaba en el hospital Can Taulí, de Sabadell, la víctima negaba los hechos. Rechazaba la posibilidad de
denunciar al agresor: «Me he caído por las escaleras, o por la calle. o me he
golpeado con la puerta», decía, excusándose ante médicos y enfermeras.
Andrea no es ninguna masoquista ni tiene vocación de
ello. Es un ser humano, pero el miedo la atenazó y le hizo perder una nítida noción de la realidad. Cortés le decía «como te chives, te mato; mato a tu hija y quemo a tu padre». Y ella recibía las palizas, se curaba y volvía con él.
Los médicos dijeron «¡basta!»
Sin embargo, y tal como ha adelantado El Muro de La Sexta, a finales de aquel año, los médicos se cuadraron, denunciaron y, con la ayuda de la asistencia social, lograron que Andrea saliera de aquel círculo vicioso y denunciase a Cortés. Éste, despechado y furioso le dijo «o vuelves conmigo y a mi casa, desde el sitio ese en el que te han escondido, o voy a donde vive tu padre y lo mato». Andrea, esta vez, no volvió y Cortés cumplió su palabra: roció a Juan Pita (el padre de Andrea sufría una enfermedad psiquiátrica y vivía solo) y le prendió fuego.
Ocurrió en el mes de enero de 2018. Los Mossos iniciaron una
investigación y desplegaron un operativo de búsqueda y captura del presunto maltratador y asesino.
Tras semanas de indagaciones, lo acabaron cazando (a pesar de la tibieza con
que encaró el
caso el juez de instrucción, número 2, de
Sabadell, que instruía e instruye la investigación).
Cortés ingresó en prisión y, desde allí, compulsivamente, de forma obsesiva, ha seguido
mandando cartas amenazantes a Andrea: «Te quiero, nunca te dejaré de
querer, pero te mataré».
El horror no acaba
Andrea vive en su casa, protegida por una pareja de
escoltas de los Mossos d’Esquadra, con quien mantiene una tensa relación. Ella no
lleva bien la seguridad que le ofrece la Policía y los agentes no parecen actuar con una especial
sensibilidad respecto a la situación terrible que sufre la joven.
Sea como fuere, la familia Cortés habría enviado a Andrea mensajes, más o menos explícitos —de carácter amenazante—, desde que el imputado está preso. Por ello, a finales del año pasado, el actual
novio de Andrea (vigilante de seguridad en una discoteca), harto, se presentó en el domicilio de los Cortés a pedir explicaciones.
No hubo diálogo alguno. Por el contrario, resultó herido y magullado. Le apalearon y de poco les fue
que la cosa no acabara en una desgracia irreparable.
Más amenazas
El clan familiar del imputado no ha sacado a Andrea
de su punto de mira. Al contrario. Menos de 24 horas después de que el novio de
la joven fuera a dar la cara en defensa de la muchacha, una veintena de
familiares y amigos de Cortés irrumpieron en los alrededores del piso en el que
vive Andrea y la amenazaron. Algunos llevaban armas de fuego, según
relató la propia joven.
Llegaron, amenazaron y se fueron, sin que conste actuación defensiva alguna por
parte de los dos Mossos encargados de su seguridad, según el relato de la joven.
La policía autonómica busca imágenes de las cámaras de los aledaños y está tomando declaración a posibles testigos. Pero por el
momento, ese anuncio de vendetta está saliendo gratis a los que amenazan y, en cambio, está
sumiendo en un pozo casi sin salida a la joven Andrea.
Para ella solo existe el futuro que vislumbra en los
ojos de su hija. «Yo no valgo nada; mataron a mi padre y quieren borrarme del
mapa, ésa es la
realidad». Lo de Andrea, nos concierne a todos; no miren hacia otro lado, por favor.