Los ladrones de Lamas Bolaño robaron cientos de piezas de oro dorado de la cámara acorazada de la prestigiosa tienda de subastas. Relojes y joyas, principalmente, ignorando otras obras de arte de altísimo valor. ¿Su objetivo? Reconvertir el oro en nuevos lingotes, desnudos de señales identificativas, y obtener beneficio de ello. Para cumplir con su propósito, tenían que fundir el oro. Y así lo hicieron. Pero ¿Qué necesidad había de reconvertir ese oro? ¿Por qué no se podían vender las joyas y los relojes tal cual?
Objetivo: borrar la trazabilidad del oro
“La dificultad del oro dorado es la trazabilidad” ha sentenciado Nacho Ramírez, abogado con una larga trayectoria defendiendo butroneros, ladrones de oro y joyas y otros perfiles similares. Destacado por defender a los ladrones que perpetraron el robo del Banco Hispano Americano de Barcelona, en agosto de 1985, Ramírez ha explicado a eltaquigrafo.com que “si se funde el oro para reconvertirlo en nuevos lingotes dejamos de saber el origen y la procedencia, ergo es mucho más difícil de perseguir porque no deja rastro”.
Con piezas vírgenes, sin marcas, ni registros, el oro renace de sus cenizas y emerge como una pieza nueva. Identificar el origen es imposible “no se sabe si es de un robo, una herencia…”. Con el fuego se pierde todo rastro de trazabilidad. Por supuesto, los cuatro asaltantes de Lamas Bolaño lo sabían, pues tardaron bien poco en fundir el oro robado, en un descampado cerca de Mollet del Vallès (Barcelona), desechando toda la maquinaria y ornamentaría de los relojes y las joyas sustraídas.
El mercado y sus protagonistas
“Colocar estos lingotes es fácil” ha asegurado el abogado. “En el mercado negro, por supuesto, pero también en el legal. Siempre hay compradores de oro, joyeros e inversores con pocos escrúpulos. Si la onza de oro actualmente está en 1.500 euros y llego un tipo que te lo vende por 1.200 aquí hay trampa. O no es 100% oro o es robado”.
Lo que destaca el letrado de este tipo de ladrones es su finura, clase y saber estar. No son delincuentes comunes. Estos poseen unos conocimientos técnicos muy precisos y saben manejar instrumentos muy sofisticados como las lanzas térmicas o los sopletes de oxicorte y les gusta la buena vida: “los mejores hoteles, la mejor comida, las mejores mujeres…”. No predomina ninguna nacionalidad, pero si tiene que escoger, se queda con los italianos. No porque haya más, sino por su talento. “El artesano italiano es un erudito en todas las profesiones, en la madera, en el mármol…”. Por supuesto, también, para el arte de robar con clase. “Está dotado de la mano de Dios para lo mejor y para lo peor”.
Dos grupos unidos para la ocasión
En este caso, los cuatro ladrones eran de nacionalidad española. En este sentido, según publicó este medio, la preparación de este asalto fue minuciosamente coordinada por dos grupos de ladrones, uno afincado en la provincia de Barcelona y otro en la Comunidad de Madrid, que decidieron unirse para aunar fuerzas y recursos.
Con el avance de la investigación, los agentes constataron que el hecho delictivo lo cometieron un grupo de individuos altamente especializados, con gran experiencia y profesionalidad. Los investigados contaban con un perfecto conocimiento y manejo de herramientas, tales como sopletes de oxicorte, lanzas térmicas o inhibidores de frecuencia. Además, también disponían de los conocimientos técnicos necesarios para la desactivación de alarmas, la realización de butrones, y el forzamiento y apertura de cámaras acorazadas y cajas fuertes.
Buscando al topo
Como adelantó este medio, los mossos que se hicieron cargo de la investigación no tardaron en abrigar la convicción de que alguien «de dentro» les había dado «el santo» a los ladrones. Es decir, alguien necesariamente vinculado con la plantilla de empleados, colaboradores o excolaboradores de la prestigiosa empresa les habría servido en bandeja a los ladrones la información concreta y necesaria para llevar a buen puerto el golpe.
¿Cómo llegar a esta conclusión? Los ladrones horadaron la cámara acorazada por una de sus vertientes menos blindada y, por lo tanto, más fácil de agujerear, a pesar de que, para ello, precisaron varias horas de trabajo con la lanza térmica soportando temperaturas extremas. Alguien les dijo por dónde tenían que moverse y dónde tenían que apuntar.