Esta vez hablamos con Miguel (nombre ficticio), director de una empresa de seguridad privada especializada en la noche, de las que tiene más presencia en discotecas y eventos y con más años de trayectoria en Catalunya.
Diez años de burundanga
La escopolamina, mayoritariamente conocida como burundanga, es una droga procedente de Sudamérica y que provoca un efecto de pérdida de conciencia en quien la consume. Está presente en muchísimas agresiones sexuales, ya que es una de las “herramientas” favoritas de los violadores para perpetrar su agresión. Deja a la víctima completamente sumisa a merced de su victimario que puede hacer con ella prácticamente lo que quiera. Además, esa sustancia desaparece del cuerpo en pocas horas, con lo que garantiza casi una impunidad absoluta a quienes la usan.
“Llegó hace unos diez años y no todos los camellos la suministran. Si hay cinco vendedores de droga en un local, a lo mejor sólo uno tiene esa substancia, por lo que no es tan accesible como, por ejemplo, la cocaína. Pero tenemos claro que quién le pide a alguien que le venda burundanga ya sabe que es los que quiere hacer esa noche. Así que quien lo vende, también sabe para lo que se va a utilizar”, nos comenta Miguel, que tienes vigilantes y controladores de acceso en muchas de las salas de fiesta de Barcelona.
Primero llegó en forma de semillas y fue muy utilizada para cometer delitos de robos, sobre todo entre los turistas, o el mundo de la prostitución, donde algunas mujeres prostituidas utilizaban este tipo de droga para no tener que tener relaciones sexuales con los “clientes” y además, robar lo que llevaran, debido a que así lo exigen sus proxenetas.
Sin embargo, en los últimos años su uso está generalizado entre quienes su objetivo es violar. “Por eso es muy importante que los vigilantes dentro de los locales estén atentos a las clientas que de repente quedan en una especie de estado catatónico”. Sin embargo, esto es sumamente difícil cuando la ratio de vigilantes dentro de las discotecas se establece según el aforo. Actualmente se obliga a tener un vigilante cada quinientas personas, lo cual es “Absolutamente ridículo”, según nuestro entrevistado. “en una sala de 1.000 personas habría sólo dos vigilantes. Encima cada vez están peor pagados. Es imposible hacer bien nuestro trabajo”.
Calle Escudellers, 74 denuncias diarias
Por esa falta de medios es por la que muchas empresas de seguridad privada, incluso de las más grandes de España, se niegan rotundamente a trabajar en ciertas zonas de Barcelona como Poble Nou, pero especialmente en Ciutat Vella. Según fuentes de este medio, se registraron 74 denuncias en un solo día únicamente en la calle Escudellers la semana pasada, entre robos, agresiones, tocamientos, etc. “Nadie quiere trabajar allí ni, aunque paguen 50 euros la hora. El salario por convenio de un vigilante de sala es de 17 euros hora. Sin embargo, se rechazan este tipo de ofertas porque la peligrosidad es altísima”, nos comenta Miguel.
Latinos, una noche a parte
En la noche catalana existe una noche sólo para las y los latinos. Se dividen en zonas y entre ellos no se mezclan porque los mismos “recelos” que traen de origen los mantienen también cuando salen de fiesta. “Los dominicanos van a discotecas de peruanos, y así todos”.
La proliferación de este tipo de locales se debe al alto nivel de gasto de su clientela que en una noche derrocha mucho más dinero que cualquier barcelonés que vaya a los locales de la calle Aribau. En el caso de la comunidad latina, Hospitalet de Llobregat se ha convertido en el epicentro del ocio nocturno.
Sin embargo, entre las y los chicos que acuden a estos locales hay una alta presencia de miembros de las bandas latinas callejeras, que son muy violentos. Son éstos mismos los que gastan por encima de la media de cualquier joven, debido a que sus fuentes de financiación provienen de las actividades delictivas de las bandas. Drogas, prostitución, robos con violencia, es lo más habitual.
“La comunidad latina representa un problema para la seguridad de la noche. Por ejemplo, algunos tienen la violencia hacia las mujeres completamente normalizada y se comportan con las chicas de manera totalmente agresiva. Los vigilantes saben que son hombres acostumbrados a la violencia callejera y a las peleas y pocas veces pueden intervenir sin poner en riesgo su integridad física”. Nos explica muy serio Miguel, que reconoce que las discotecas latinas son terreno vedado para empresas como la suya, más por voluntad propia que ajena.
Carnets de identidad y PCR falsas
Una de las variables del caso de la violación de igualada que más ha impactado a población es el hecho de que la víctima, de tan sólo 16 años, pudiera estar en un local de madrugada, cuando la entrada a ese tipo de sesiones es para mayores de 18 años.
Era habitual hasta antes de la pandemia que en muchas ocasiones no se pidiera el carnet a la entrada de los locales y que el acceso a los mismos dependiera de acierto del portero a la hora de calcular a ojo la edad de la clientela. Sin embargo, en la era post Covid, donde el carnet de vacunación o una prueba PCR negativa es obligatoria para acceder a los locales, debería ser más complicado el acceso de menores a sesiones de noche.
Sin embargo, parece una práctica habitual enseñar una foto del DNI desde el móvil en lugar de el carnet físico, lo cual hace mucho más fácil falsificar el documento, simplemente cambiando la foto. “Los chavales con el Photoshop hacen de todo”, nos explica resignado Miguel que reconoce que casi no hay forma de controlar la edad de los asistentes. Y si a eso se le suma que en algunos locales cada vez se hace más la vista gorga con el certificado de vacunación, pueden “colarse” muchos menores de edad.
“Yo ya he dicho que conmigo no cuenten más para sesiones de tardeo. Cuanto más jóvenes, menos caso hacen”, nos dice Chus, la directora de sala “La Fira”, uno de las discotecas más famosas y de más solera de Barcelona.
Nos enteraremos del porqué de su negativa en el próximo reportaje de “Toda la noche en la calle"