Amenazas, insultos, seguimientos y vigilancias sin mesura. Antes de que se cerrase la instrucción del conocido como «Crimen de la Guardia Urbana», que investigaba el asesinato del agente del cuerpo policial barcelonés (GUB), Pedro Rodríguez, el juzgado de instrucción 8, de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) recibió unas pruebas documentales que avalaban como Albert López (acusado del crimen junto con Rosa Peral, examante de ésta y exagente del cuerpo) sometió a la también acusada a seguimientos durante las horas y días posteriores al crimen.
Esta actitud de control, además de la opinión que la misma Rosa y otros compañeros de la GUB ya dieron en su día, pone sobre la mesa la agresividad, la actitud violenta y la impulsividad de la que López solía, incluso, presumir. En sus múltiples declaraciones ante la jueza, Rosa Peral siempre ha incidido en la agresividad de su examante y excompañero: «Los cuatro años que he ido con él de patrulla, siempre ha tenido problemas». De hecho, el también acusado por el asesinato de Rodríguez tiene dos condenas en 2012 y 2014, una de ellas por ser grabado golpeando a un ‹mantero›.
Brutal paliza a un mantero
López, exagente de la unidad motorizada de la Guardia Urbana de Barcelona, se vio involucrado, en 2012, en un suceso violento, pues fue grabado dando una brutal paliza a un ‹mantero› en el centro de la capital catalana. En las imágenes que corrieron por Internet en relación con los hechos, puede apreciarse la brutalidad empleada por el coacusado y otros compañeros al apalear violentamente a un ‹mantero› de origen senegalés. Él en ese momento no estaba de servicio.
La ONG, SOS Racismo, divulgó las imágenes de la agresión para visibilizar el caso, que tildaron que «totalmente desproporcionado». Desde la ONG lamentaron que, a pesar de la dureza de las imágenes, en las que se aprecia un grupo de hombres, donde se incluía a Albert, apaleando al ‹mantero›, las lesiones infringidas no supusieron más que una mera «falta» con una «ridícula» sanción económica.
Albert pagó la multa —de 10 euros diarios durante 30 días— y siguió trabajando como agente de la Guardia Urbana.
Otros episodios violentos
Rosa, que había patrullado durante años con Albert López y conocía perfectamente su carácter violento y agresivo, ha asegurado en reiteradas ocasiones que ella misma había podido ver cómo propiciaba palizas a ciudadanos y le había escuchado vanagloriarse de haber quemado a un vagabundo o haber matado a un ‹mantero› de Montjuïc, casos que fueron archivados.
En 2014, ambos se vieron involucrados en un extraño suceso en el que un ‹mantero› acabó despeñándose por un terraplén de 20 de metros de altura, mientras ellos patrullaban por la montaña de Montjuïc. El caso de la muerte del ‹mantero› —que en realidad era un vagabundo— fue reabierto tras la detención de los dos acusados, pero acabó archivado por falta de pruebas. En sede judicial, Rosa y Albert relataron dos versiones totalmente opuestas la una de la otra.
Mientras que Albert insistió que el hombre se precipitó al verse «acorralado» por los agentes, Rosa aseguró que López le reconoció que lo había matado, pues el vagabundo la había amenazado previamente con una navaja. También en sede judicial, Peral aseguró que su examante le había roto las costillas a un compañero del cuerpo.
De carácter celoso e impulsivo
El agente de la GUB, David Noriega, amigo de los tres (Pedro, Albert y Rosa), declaró ante la juez de instrucción número 8, de Vilanova i la Geltrú, en calidad de testigo, el pasado mes de julio de 2018. Entonces, ya confirmó que, hasta donde él sabía, la relación de pareja entre Rosa Peral y Pedro Rodríguez funcionaba viento en popa. A preguntas de la acusación particular, explicó que, en alguna ocasión, Albert le dijo que «Pedro me ha quitado la novia y, si puedo, se la quitaré a Pedro». La misma actitud de celos, es la que Rosa le atribuye cuando, la noche del crimen, llegó a su casa «dispuesto a matar a Pedro».
La abogada de Peral, Olga Arderiu, relató que su clienta y la víctima emprendieron una relación sentimental y, después de dos meses, se fueron a vivir juntos. «Estaban muy enamorados y decidieron formar una familia. Se comprometieron y empezaron a intentar concebir un hijo». La expareja de Rosa, Albert López, cuando supo de la relación, a finales de enero de 2017, se enfadó y le envió multitud de mensajes insultándola y amenazándola: «Nunca te perdonaré ni a ti ni a él, y si algún día dejo de ser policía y me importa una mierda esta vida, ¡recuerda! ¡Esto no quedará así te lo aseguro!».
Por todo ello, según la defensa de Rosa Peral, el 1 de mayo de 2017, Albert López se presentó en su casa de Vilanova i la Geltrú, cuando estaban sus dos hijas, de 4 y 6 años, «con guantes y una braga y con una mochila en el hombro, de la que sobresalía un palo». Obligó a Rosa Peral «a que le entregara su teléfono móvil, mostrándole que llevaba consigo su arma reglamentaria», y ella accedió y actuó en todo momento —asegura— atemorizada porque pudiera hacer daño a sus hijas.