CALIENTE, de Luna Miguel

Esta reseña no es una enmienda a la totalidad de la obra de Luna Miguel, pues de estas páginas se deduce que la autora tiene cualidades, y hará algún día algún libro cuya dignidad literaria la haga merecedora de la fama que ya tiene

Vivimos una época en la que, en el mundo de la literatura, ya no importa tanto la producción literaria como la postproducción. Y eso explica el impacto mediático de fenómenos como Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990). Vivimos una época en la que se trata, primero, de saber llamar la atención, y Luna Miguel lo ha sabido hacer admirablemente.

Por eso, aunque su poesía tiende a ser plana y monotemática pero sobre todo monocorde, y aunque estilísticamente carece del talento expresivo de otras poetas que también abordan a veces su monotema como Berta García Faet, Yolanda Castaño, Miriam Reyes, Ana Isabel Conejo y por ahí todo seguido, nos llamó siempre la atención el enorme talento de esta autora para no pasar desapercibida así, vendiendo el morbo seductor como una conquista feminista, y el confesionalismo lolitesco como un valor expresivo (tal vez lo sería si viniera acompañado del mundo propio y el poder verbal hipnótico y la juventud envejecida a causa del amor a lo eterno de las Mujeres de la Rive Gauche –por decirlo con Shari Benstock-, y las arrolladoras poetas confesionales –Plath, Sexton y demás familia-.

¡Pero no sabíamos qué estaba haciendo en prosa Luna Miguel, y por eso nos hemos asomado ahora a CALIENTE, un ensayo autoficcional de esta autora que acaba de publicar a bombo y platillo la Editorial Lumen!

¿Cuáles son las claves de CALIENTE?

Como proyecto este libro es tremendamente deudor de lo que hizo Paul B. Preciado en TESTO YONQUI (originalmente este libro salió en Espasa, pero recomendamos leer ahora la edición que Anagrama ha publicado no hace mucho, pues cuenta con un prólogo muy iluminador del propio autor que vale tanto como el libro). Testo Yonqui es, en fondo y forma, el libro revelador y audaz de un filósofo brillante; uno que cree en el concepto de pensador-cobaya y en el de arte político auto-performativo.

Y, por eso, para hacer tales postulados cuerpo y carne, llevando al límite los paradigmas de Jutith Butler sobre la deconstrucción derridaniana de los sexos (mediante la testosterona y el estrógeno), Paul B Preciado nos presenta un diario político-vital-sexual muy político, y sobre todo muy carente de exhibicionismo cultural (pues la ingente cantidad de obras y autores que cita, casi todos del ámbito de la filosofía política contemporánea, el feminismo, el postfeminismo, el psicoanálisis, el postcolonialismo, el marxismo y sobre todo el pensamiento queer, están citados con tanto conocimiento como intencionalidad metodológica siempre al servicio de un postulado político final de superación del feminismo clásico, del ordenamiento somático legal y del texto estricto, para, en suma, convertir el cuerpo del autor en un texto vivo revolucionario) que narra su procotolo de autointoxicación con testosterona, y las implicaciones corporales, sexuales políticas psicológicas y filosóficas derivadas.

Emulando formal e intencionalmente este libro brutal, Luna Miguel, tras una ruptura sentimental con su pareja (cuando él de pronto un día la parte el corazón al decirla que se ha enamorado de otra persona), inicia un disciplinado proceso de protocolo de masturbación recurrente, y narra también sus implicaciones.

Esta narración salpimentada de lecturas, confidencias vitales y sexuales y literatura pretende convertirse para nosotros mientras leemos en un rompedor acto de autoconocimiento de su cuerpo, y de sí misma, a la par que de glosa de un tema tabú: la masturbación femenina.

Por eso en este texto genéricamente híbrido (este texto que, como los dietarios, cuenta con narratividad, ensayismo, aforismos y hasta algún poema), la vida y la obra se funden en la página, la cual contiene muchas apoyaturas librescas a menudo como fuera de sitio, como solo citas a modo de decoración erudita, de salpimentación.

Y todas esas citas versan sin mucho método, con aleatoriedad, sobre la revolución sexual femenina, la historia de la violencia contra el órgano sexual femenino y del onamismo femenino tradicionalmente censurado, sobre la teoría del orgasmo, la pornografía, el arte erótico, la historia de la literatura de las escritoras deseantes, la poética de la ética promiscua y de los fluidos líquidos, sobre la condición de andrógino del buen escritor, sobre la escritura caliente y en caliente, el poliamor, sobre las mujeres que escriben sobre su sexualidad sin la bajeza moral que a menudo le ponen los hombres a tal ejercicio, y demás variaciones de lo mismo… Todo aderezado con mini-narraciones intermitentes de la vida tras la ruptura del corazón, y el relleno (por así decir) de ese hueco con masturbación, libros y amantes.

Pero, una vez leído, el libro tiene menos de aportación política que de golpe de efecto con diario de lecturas comentadas de fondo (eso sí, comentadas sin método de teórica de la literatura, sino insertadas en el flujo del discurso a lo Vila Matas, aunque sin la gracia y el acierto de Vila Matas).

Los pilares del comentario de texto que subyace en este libro son principalmente el surrealismo de Unica Zürm, la autoficción filosófico-política de Paul B Preciado y su apuesta por la fragilidad propia como arma literaria, y el erotismo psicoanalítico de Anaïs Nïn.

Como estas autoras, Luna Miguel busca normalizar rompedora y radicalmente el sujeto femenino, producir conocimiento desde el autoconocimiento, y jugar con la ficción y la autoficción de ese modo en el que la filosofía tradicional no lo haría. Pero el asunto es que Luna Miguel carece de la sofisticación verbal, rítmica, epistemológica y metafísica de las autoras que cita, y principalmente de la complejidad política que estas autoras tienen y que exortiza literariamente la posición de periferia de la cultura dominante, así, mediante la demostración textual brillante de que el cuerpo de las mujeres encierra una multiplicidad de significados políticos.

Como Anaïs Nin, Luna Miguel abre las puertas de su yo (no solo de su yo-alma sino sobre todo de su yo-cuerpo) de forma explícita en este libro. Pero Anaïs Nïn, a la que tanto y con tanta delectación hemos leído, a diferencia de Henry Miller no buscaba irradiar provocación, y desde luego no tenía talento para el morbo, sino tenía talento verbal caudaloso e hipnótico para escribir, para escribirse y para describirse con la soberanía emocional propia del poeta perfecto, y con la sintonización de identidad, cuerpo y sexo propias de quien ha agotado perfectamente las posibilidades de autoconocimiento del dispositivo picoanalítico…

Por eso creemos que el discurso de Luna Miguel en Caliente, aunque deslavazado, aunque se nos presenta con formato de texto auto-cobaya igual que los panfletos de queer punk de pensamiento sin fronteras políticas o somáticas, discursivamente está inserto en las retóricas del feminismo liberal.

Luna Miguel, ése es su límite, se expone con el pretexto de que lo personal es político, pero no para hacer del texto un contexto político público en el que sus masturbatorios dedos se conviertan en prótesis que cambien el significado del cuerpo (como en MANIFIESTO CONTRASEXUAL, también de Paul B. Preciado), sino para dar la campanada…

Sin embargo esta reseña no es una enmienda a la totalidad de la obra de Luna Miguel, pues de estas páginas para no iniciados pero que abordan un tema poco tratado se deduce que la autora tiene cualidades, y hará algún día algún libro cuya dignidad literaria la haga merecedora de la fama que ya tiene.

Es de todos modos interesante leer a Luna Miguel. Te lleva a grandes lecturas.

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