Como Juan Carlos Onetti, que dicen que al final de su vida no salía del acogedor territorio de su cama pero alimentaba su imaginación leyendo exclusivamente novelas protagonizadas por maderos y hampones (novelas de un género cuyas señas de identidad son el misterio, la acción, la violencia, el riesgo y la ambigüedad moral), amamos el noir.
Pero no incondicionalmente ni a ciegas ni siempre.
Amamos el noir cuando detrás hay un potente narrador de enigmas y singular retratista del mal social y moral capaz de crear uno de esos enclaves tan misteriosos que no son solo reales, y alguno de esos personajes que te permiten masticar su violencia, entender su soledad y compadecer su vértigo.
Eso es la novela negra, en la cual reconocemos como un consumado maestro a Lorenzo Silva (Madrid, 1966) sobre todo en su serie de novelas protagonizadas por Bevilacqua y Chamorro.
En este sentido no hace mucho se reeditaba EN EL LEJANO PAÍS DE LOS ESTANQUES, el primer caso de la ya famosa pareja de guardias civiles cultos, sensibles y a su manera vulnerables Bevilacqua y Chamorro. Y la edición de Ed. Destino contaba con un prólogo inédito a cargo de Paul Preston: en ese interesante frontispicio, el hispanista y devoto de lo que denomina “los Episodios nacionales de Lorenzo Silva”, dedica buena parte de la elucubración a definir con brillantez especulativa ese subgénero del noir que es el hard-boiled, para, al fin, llegar a la conclusión de que “el hard-boiled es la literatura del escepticismo”, y alabar el hard-boiled de Lorenzo Silva por lo bien que éste refleja y ficciona la historia reciente de España… Todo para acabar calificando galdosianamente las novelas negras de Lorenzo Silva como Episodios Nacionales.
Pues si en efecto las novelas negras de Lorenzo Silva pueden ser tildadas de Episodios Nacionales, no digamos ya las de corte histórico.
Así las cosas, ahora (en este tiempo nuestro en el que España, debido a los vaivenes de la política ciclotímica que de pronto ha puesto de moda desprestigiar la Transición y echar leña al fuego de los nacionalistas exaltados, está como en la época de la Generación del 98 preguntándose qué es), publica este autor CASTELLANO (Ed. Destino): una oportuna, iluminadora y brillante novela sobre la identidad histórica, personal e intrahistórica del autor (que encuentra que, aunque no lo sabía, él es castellano), y, de paso, de todos nosotros (al concluir noventaiocistamente que España es esencialmente Castilla, y relegar a Castilla es destruir la esencia de España, y detectar que esa relegación de la esencia de lo que somos comienza con la derrota de los comuneros de Castilla en su lucha justa y digna contra el emperador extranjero Carlos de Gante)…
Es una novela histórica que no desdeña el yo en favor del nosotros, ni relega el presente en favor del pasado.
Sin embargo no es una novela del yo pero tiene algo de novela del yo, ni una novela histórica, ni una novela feminista, ni una novela católica, ni una novela política poscolonial.
Es más que eso.
En efecto no es una novela del yo, pero tiene algo de novela del yo pues el autor aparece todo el rato (desde el inicio en que, por tener parentalmente un costado en Andalucía y otro en Salamanca no se sentía de ningún sitio ni valoraba la identidad colectiva, y desde que tuvo una epifanía al escuchar un poema musicado y empezó a saberse de Castilla, y desde que se fue a vivir a Barcelona en plena eclosión del independentismo montaraz y se sintió insultado, etc)…
No es tampoco una novela histórica pero tiene algo de novela histórica en su reconstrucción rigurosa, documentada y con sentido de la época y la épica de la lucha de los Comuneros de Castilla contra el Emperador Carlos y su cohorte de flamencos y su tufo a invasor extranjero (es un hombre no educado en Castilla, a diferencia de su hermano Fernando, y por tanto alguien a quien el pueblo no ama pues solo mira por los intereses de sus cortesanos y de la parte ), en la cual nos sumerge con el sentido de la aventura de Walter Scott y la destreza técnica y descriptiva de Galdós.
No es una novela feminista pero tiene momentos de novela feminista en todo lo que hace y dice con inteligencia, arrojo, magnetismo y heroicidad fascinante María Pacheco (personaje fascinante a la altura de cualquiera de los grandes personajes de la Historia, el cual nos hace ver que procedemos de una estirpe de mujeres valientes, inteligentes, idealistas, que no se pliegan, que no se venden)….
No es una novela de ideas pero tiene mimbres de novela de ideas en la orbita de la filosofía política progresista al insertar con profundidad reflexiva la lucha de los Comuneros de Castilla en la pugna justa, gallarda y emocionante que se viene librando a lo largo de toda la Historia en contra de la arbitrariedad del poder, y en pro de un mundo mejor.
No es una novela religiosa pero tiene despuntes de novela religiosa al confrontar la iglesia espiritual, culta y abnegada que está del lado de los justos y los pobres, y el clero humano humanísimo que está donde conviene.
No es una novela política pero presenta maneras de novela política al hablar indirectamente de la España de hoy y su problemática con amplitud de miras y remontándose a las fuentes verdaderas.
No es una novela poscolonial pero tiene mucho de novela poscolonial tal como la describe la teoría de la literatura de Eduard Said y hasta Frank Fannon al presentar un territorio relegado por económica, política e identitariamente por un poder colonial superpuesto que trata de expoliarla y borrar la esencia de la colonia con el pretexto de que la está culturizando y sacando del primitivismo y la barbarie…
¡Y de lo que no cabe duda es de que se trata de una brillante y pertinente novela de influjo galdosiano!
Una que en la estela de Galdós documenta y narra con rigor y pasión un episodio histórico clave en la Historia de España (el de los Comuneros en lucha contra el abuso de poder de Carlos V), presentando, al hacerlo, en especial un personaje femenino fascinante, María Pacheco, esposa y luego viuda del líder comunero Juan Padilla.
Una novela que nos introduce asimismo con todo lujo de detalles en ciudades de la época como Valladolid, Burgos, Tordesillas, Segovia, Salamanca y, sobre todo, Toledo con el talento para la ambientación de la tradición realista española.
Una que no deja también de describirnos con sutileza la pluralidad de la iglesia y el cristianismo mediante personajes como el franciscano con quien arranca la novela que sabe decirle valientemente al pueblo las verdades del barquero aún a riesgo de su propia vida, o personajes como el Obispo Mota que son todo lo contrario…
Necesitamos, más que nunca novelas como esta en esta España nuestra con Síndrome de Reinos de Taifas perpetuo.
CASTELLANO es una divertida, profunda y necesaria novela ejemplar de nuestro tiempo que subvierte etiquetas y géneros como para certificarnos que la nueva novela que viene será genéricamente híbrida o no será.
CASTELLANO es una novela sobre el pasado presente, sobre la importancia de saber ser lo que somos y sobre las batallas verdaderamente dignas de ser libradas…
No se la pierdan.