Causas urgentes, de Paula Rodríguez

No es una novela genial, pero tiene momentos brillantes, magnífico arranque, meritorio trabajo con los personajes femeninos, un buen ritmo a pesar de las caídas y un personaje policial potente. Apuntamos su nombre entre nuestros descubrimientos

Es trepidante, hipnótica, cruda y técnicamente ambiciosa en cierto modo. Es entretenida, pero a la vez inquietante. Se lee de nada a causa de esta prosa periodística que cabalga a lomos de la urgencia y la noticia. Y se olvida.

Sale una tragedia, un jaleo de hierros y de muertos, pero no es una novela sobre esa tragedia.

La primera y prometedora novela de Paula Rodríguez se titulada CAUSAS URGENTES (Random House, Sudamericana). Está escrita con un ritmo vertiginoso, con un lenguaje seco como el whisky o como un disparo. Es un homenaje amargo al periodismo en forma y fondo. Y, por eso, o con eso, es un policial argentino como el Papa en la línea fértil e imprescindible de las grandes escritoras argentinas de novela negra como Claudia Piñeiro.

Y trata de esto: en medio de un aparatoso accidente de tren, al oeste de la ciudad de Buenos Aires, un sospechoso de asesinato desaparece, y un inspector obsesivo como un temor se dispone a buscarlo.

Pero, sin embargo, los protagonistas de esta novela no son ni el asesino, ni el inspector, ni la víctima, sino el periodismo: en especial el tratamiento de todo que hace la prensa amarilla y gacetillera de la televisión.

El arranque es fastuoso… Sin embargo la novela va perdiendo intensidad paulatinamente mientras avanzamos en la lectura, porque el juego muerto/vivo (que es la base estructural de la novela) creemos que no acaba de funcionar.

Resulta por otro lado muy meritorio el trabajo esmerado y de casquería fina que la autora hace con los personajes femeninos: una niña de 12 años que se encierra con un consolador, la guerra que esa niña mantiene con su hermana por culpa de la religión (aquí es donde más se ve el magisterio de Claudia Piñeiro), etc.. Hasta llegar al redondo y brutal personaje de la abuela que nos deja boquiabiertos.

Sin embargo el masculino y muy noir personaje de Osvaldo Domínguez hemos de decir que está tan bien logrado que merecería ser un personaje de serie.

Es trepidante, hipnótica, cruda y técnicamente audaz. Es divertida pero inquietante. Se lee de nada. Y se olvida… Y es que los puntos de giro argumental con impacto de esta trama son sólo dos: la irrupción de Osvaldo Rodríguez, que resulta apoteósica, y luego queda un camino muy llano, muy psicológico, hasta llegar a la plasticidad noir brillante del personaje de la abuela ya mucho después; ya al final…Y así las cosas en verdad cuesta un poco llegar a la conclusión sin salirse de la trama, creemos.

Pero los méritos de este texto son muchos, y lo que dice sobre lo que la autora nos dará nos llena de verdadero gozo.

En resumen: no es una novela genial, pero tiene momentos brillantes, magnífico arranque, meritorio trabajo con los personajes femeninos, un buen ritmo a pesar de las caídas y un personaje policial potente. Apuntamos su nombre entre nuestros descubrimientos. Viva leer. Oh, yeah.

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