Novela-enigma, novela policial, thriller, hard boiled, true crime, cyberpunk noir, domestic noir, country noir…¡Y historic-noir! Epistemológicamente la novela negra es muy plástica y tiene una definición y unos límites bastante elásticos. ¿Qué es el género negro? Pues en esencia se define como literatura que busca conectar eficazmente con el lector, y que habla de la corrupción, del crimen, de la noche, de los solitarios que se enfrentan al sistema, de los villanos complejos, y demás… Pero hay que puntualizar que ésta desde el punto de vista literario no tendría el menor interés si el lenguaje narrativo empleado para llevarla a cabo no fuera poderoso, magnético, sensible y convincente.
Sin embargo no solo de lenguaje vive la gran novela negra: también de atmosferas, territorios y épocas.
Precisamente George Steiner nos enseña que el historic-noir (fusión de novela histórica y novela negra) es ese subgénero negro en el que las novelas están históricamente muy documentadas y muy bien ambientadas, pero ese marco el autor lo pone al servicio de una trama negro-criminal, para conseguir no solo entretenimiento sino una revisión y revitalización del pasado que ofrezca una relectura del presente.
Así las cosas, ahora que sabemos definitivamente que la nueva novela negra será híbrida o no será, los autores de novela negra más interesantes y leídos son los que no necesitan ceñirse al cien por cien al género para llevar a cabo un negropolicial moderno, sofisticado, híbrido y de impacto.
Así lo hicieron los maestros pioneros que supieron fusionar como nadie el noir y la novela histórica Umberto Eco y Arturo Pérez Reverte.
Así lo hacen los genios del historic noir que en sus novelas fusionan época y trama negra para conseguir novelas inquietantes, criminales y muy atmosféricas.
Y el mejor creador de novela negra atmosférica y de época de cuantos escriben en español hoy en nuestra generación es el genio del historic-noir Ignacio del Valle (Oviedo, 1971).
Ciomo en Perfidia de James Ellroy o Bajo las llamas de Hervé Le Corre Hervé o en Metropolis de Philip Kerr, el imprescindible novelista Ignacio del Valle, en su novela CUANDO GIRAN LOS MUERTOS (Ed. Algaida, Premio Ateneo de Sevilla) nos atrevemos a afirmar que orbita en el ámbito de la excelencia literaria.
Se trata de un inteligente y absorbente historic-noir sobre espionaje ambientado en el franquismo y, por sexta vez, protagonizado por su célebre personaje de serie Arturo Andrade.
El capitán Arturo Andrade, antiguo bibliotecario y ahora agente del SIAEM (servicio secreto de Franco), tipo sensible, cruel y contradictorio ideológicamente equidistante por supervivencia, nos lleva en esta novela documentadísima a la Ciudad de México de 1950. Allí el escritor y diplomático español Félix de Arcadia (Félix de Arcadia, personaje central de esta novela, tipo culto de humor sofisticado y vida interesante, es “una mezcla de misticismo, volterianismo, epicureísmo y cinismo”; un falangista, poeta, novelista, periodista y diplomático –uno claramente inspirado en Agustín de Foxá- que ha sido enviado por el gobierno español a México como embajador cultural, y de pronto, durante una gira literaria, es secuestrado por una facción de republicanos exiliados.
A resolver ese caso acuden extraoficialmente a México Arturo Andrade y Manolete.
Pero oficialmente Arturo Andrade y Manolete, su compañero de aventura, están en México sólo en una misión cultural.
Ese secuestro es la premisa noir. México es el contexto histórico. La lucha en el exilio entre franquistas y republicanos en el exilio (que incluye sangre, muertos, expedientes oficiales, actos cometidos en la oscuridad, confidencias al calor del whisky y la locura celebratoria de México que todo do intensifica) es el conflicto político. Y la peripecia novelesca sorprendente y muy talentosamente trabada de Arturo Andrade y su camarada Manolete, ambos miembros del SIAEM, consiste en la búsqueda desesperada por todo México del secuestrado: una peripecia que les lleva a introducirse en un complejo juego geopolítico que incluye al exilio republicano, a la intelectualidad mexicana, a viejos caciques revolucionarios, a espías soviéticos, y hasta traficantes de armas convierte este novela en un hictoric-noir tan espectacular e hipnótico como magistral… Políticamente la novela se mueve en la equidistancia, y esto se nota especialmente cuando los protagonistas tratan de restablecer las relaciones entre ambos países (México y la España franquista). Pero asimismo ahí que decir que Ignacio del Valle es un maestro de la ambientación, y en estas páginas lo demuestra al sumergirnos con viveza, plasticidad y colorido en un México fascinante por vitalista, político y surrealista, y es un maestro del diálogo fluido e ingenioso: ¡da gusta leer como hablan sus personajes! ¡Y lo bien que fuman y beben! ¡Y lo bien que está reproducido el rico castellano que se habla en México! ¡Qué bueno es Ignacio del Valle en los diálogos! Y la ambientación ideológica franquista con su hipernacionalismo, su dialéctica del amigo-enemigo sin contrapesos ni gama de grises, su clientelismo y su populismo está bien dibujada.
He aquí pues una novela que, entre otras muchas cosas, es un viaje al México de 1950, esto es, a un país efervescente y rico en contrastes en ese momento repleto de mercenarios utópicos, traficantes de armas, viejos generales de la revolución mexicana, espías soviéticos y, sobre todo, toda la célebre generación de exiliados de la España republicana que nutrió todos los estamentos de la sociedad de ese país, y dejó una huella en el ámbito intelectual y universitario especialmente inolvidable.
Al respecto precisamente de esa inmigración intelectual republicana llegada de España, el autor nos ayuda a superar varios tópicos al narrar su precariedad económica en Ciudad de México, y al hablarnos asimismo de que hubo una inmigración anterior, la que construye el Casino Español en 1895. Y éste anterior es un exilio de derechas, muy conservador, en las antípodas políticas de estos recién llegados de la España republicana. Sin embargo este exilio anterior ya situado en México acoge a sus compatriotas, y les apoya, y les sirve de sustento y de trampolín para el posterior éxito social de esa generación republicana intelectual también exiliada en México.
Estilísticamente es la mejor novela del autor, la más acabada en su logro lingüístico que combina acción, lirismo, rigor documental, diálogos soberbios, desenmascaramiento de tópicos históricos y una descripción ambiental muy lograda, la más audaz en su denuncia de los lugares comunes y los discursos maniqueos de la historia y la política, y creemos que va a ser una obra perdurable en el noir contemporáneo en español.