El periodismo como género literario, si pensamos por ejemplo en el reporterismo refinado y brillante del libro Nueva York y de esa forma sutilísima de entrevista de su libro Perfiles con los que Djuna Barnes anticipa en nuevo periodismo norteamericano, y, pensamos en el nuevo periodismo de Tom Wolfe, Gay Talese y Norman Mailer, entre otros, parece algo americano, pero lo cierto es que es algo que ya se estaba haciendo en España.
De hecho desde Larra tenemos una larga tradición de estetas literarios de periódico (que incluyen, por citar a vuela pluma a algunos que me han marcado especialmente, a Ortega y Azorín y Valle Inclán y don Eugenio d´Ors, a Gómez de la Serna y Mihura, a Foxá, Cunqueiro, Eugenio Montes, César González Ruano, y, sobre todo, a Manuel Chaves Nogales, al Francisco Umbral de los 90, Carlos Boyero, Raúl del Pozo, Rosa Montero, Quim Monzó, Juanjo Millás, Javier Marías, Arturo Pérez Reverte, Juan Manuel de Prada, el gran Joaquín Pérez Azaústre, el sobrevalorado Alberto Olmos, el genial Manuel Jabois, la imprescindible Leila Guerriero, la siempre interesante Irene Vallejo y un muy largo etcétera).
Pero de todo ese elenco a veces hay que escoger a uno en el que se resumen todos, y, a veces, quien escoge es esa pálida dama bella y pura que es la muerte.
Se nos ha ido como del rayo David Gistau, nuestro ese cruce de Chaves Nogales y Hemingway, de boxeo y prosa de vértigo al agüisquecer, y en la Editorial Debate acaba de salir EL PENÚLTIMO NEGRONI, una antología de artículos seleccionados por David Lema, y prologados por Manuel Jabois.
Esta antología de artículos literarios escritos con prosa respiratoria, irónica, letrada y lúcida es casi un libro de historia contemporánea. Es una lección de juicio crítico, de agudeza, de frivolidad también a veces, y, en suma, de no plegarse a aceptar sin más el mundo sin opinar. Y es, además, un talento único para testar la actualidad como la miraría Norman Mailer si fuera gallego.
He aquí el columnismo estético, esa forma de mirar, esa opinión formada, informada e ilustrada, como una periodística forma de ética, como un psicoanálisis público, como un redoble de conciencia y una rabiosa y contagiosa bocanada de talento en piezas cortas, sutiles, y con tanta voluntad de precisión como un disparo al alma… He aquí un libro cojonudo.
Gracias, compadre.