Fausto es el hombre erudito e insatisfecho que vende su alma al diablo a cambio del poder y la gloria, pero, ¿de tal ficción se deduce que el poder y la gloria son algo solo alcanzable para los hombres?
Para enfatizar con brillantez política la inmensidad de lo humano, que va culturalmente mucho más allá de lo masculino, fueron Djuna Barnes, Gertrude Stein, Natalie Barney y el resto de brillantes mujeres del París de los años 20, las mujeres de la Rive Gauche (la orilla izquierda del río Sena), quienes pusieron así, de forma sistemática y definitiva, sus literarios ojos sobre Safo de Lesbos.
¡Cómo olvidar a tal efecto, por ejemplo, The wise Sappho de Hilda Doolittle!
Y lo hicieron ya decimos que de forma apasionada, pero erudita y filosófica a la par que política, para enseñar al mundo que Safo de Lesbos no sólo era la poeta lírica por antonomasia (la que descubrió para la poesía la intimidad, sí, la que se fijó por vez primera en el yo en vez de en lo colectivo y en lo amoroso en vez de en lo épico y en la tradición oriental en vez de en la occidental y en la sutileza poética en vez de en la rotundidad), sino que, más allá de su obra o por encima de ella, Safo era en sí misma un mito cultural femenino: ¡de hecho era un mito cultural femenino retomado y releído de modo distinto en cada época hasta conformar una diacrónica tradición sáfica!
En efecto las brillantes mujeres de los años 20 (yo estoy aquí por ustedes, reza un hermoso poema de Zoe Valdés), nos enseñaron que Safo es un mito cultural femenino capaz de estar a la altura de canónicos mitos culturales masculinos como el Quijote o Fausto.
E igual que Stephen Hawkins se apoya en la teoría de la relatividad de Albert Einstein pero desarrolla esta teoría en una dirección insospechada para formular su teoría de los agujeros negros, en su nuevo y apasionante libro Fausto y Mefistófeles en la cultura occidental (Ed. KRK), ella, la ensayista María Socorro Suárez Lafuente (Catedrática del Departamento de Filología Inglesa, Francesa y Alemana de la Universidad de Oviedo, cofundadora del Seminario Mujeres y Literatura y del Centro de Investigaciones Feministas, presidenta de la Asociación Española Universitaria de Estudios de las Mujeres, presidenta de la Asociación Española de Estudios Anglo-Norteamericanos, directora de la Cátedra Jovellanos, y uno de las pioneras del pensamiento feminista en España), para hacer un libro de gran calado feminista, no retoma a un mito cultural como Safo, no, sino que hace algo mucho más audaz, original y brillante…
María Socorro Suárez toma un mito cultural masculino intocable, como lo es Fausto, y realiza una labor titánica de rastreo de su creación, de su poder político, simbólico y psicológico, de sus revisiones en la literatura universal, en el cine y en la música, y, con todo ello, no solo da brillante cuenta de por qué el mito de Fausto y el de Mefistófeles son un pilar simbólico de la cultura occidental…
A la vez, leyendo este libro (este libro que, al analizar la tradición fáustica y, aunque parezca increíble, descontestualizarla del canon cultural patriarcal, parte, como cimientos sólidos de la tradición faústica, de Johan Spies como iniciador del mito, del anticlericalismo de Christopher Marlowe y el luteranismo ambiental que influyó en el Faust de J. W. Goethe, y de los muy interesantes faustos de la Ilustración, y luego muestra cronológicamente las muchas versiones de este tema, siempre impregnadas de diversas ideologías, que se han venido haciendo a lo largo de la historia de la literatura, la música y el cine) descubrimos también que hay una tradición literaria heterodoxa, transcultural, internacional, diacrónica, política y muy brillante de mujeres que escriben sobre Faustinas.
Desde la primera Faustina (La condesa Faustina, novela de Ida Hahn-Hah publicada en 1841 hay en este libro una lista pormenorizada, comentada, y analizada de faustinas. Y la autora muestra un conocimiento y una dedicación epatantes, aunque pone un especial acento en las faustinas decimonónicas, y las faustinas postmodernas, y la trascendencia cotidiana del mito en el siglo XX, y su vigencia símbolica para el entendimiento del funcionamiento del gran teatro del mundo.
Lejos del feminismo de confrontación directa constante que representa por ejemplo la línea política gubernativa actual de Podemos, y lejos de las exageraciones somáticas del feminismo conceptual que supone a menudo la teoría queer en su vertiente radical de Paul B. Preciado, María Socorro Suárez, con erudición sofisticada y mucha inteligencia política, se mantiene en este libro, como en todo su pensamiento, en la línea de circunscribir el feminismo (así, con sutileza deconstructiva más eficaz que la confrontación directa y constante) en el marco de las luchas que se han venido librando a lo largo de toda la historia en contra de la arbitrariedad del poder, y en pro de un mundo mejor.
Y uno de los más destacados hallazgos de este libro es su aplicación cultural deconstructiva de la idea de las identidades movedizas: Fausto se convierte en Faustina en la tradición cultural faústica no para sustituir a Fausto como símbolo, sino para corregirlo como mito cultural exclusivamente patriarcal.
En este sentido hemos de decir que el análisis epistemológico de tantas obras faústicas, y en especial de toda esta tradición de las faustinas (tradición ignorada por revolucionaria y al margen), aúna en la pluma y la fina mano literaria de la autora la filosofía política, la crítica literaria, la teoría literaria feminista y el concepto de la deconstrucción de Derridá: todo para desmontar desde dentro la condición de mito cultural exclusivamente masculino de Fausto, y hacerlo verdaderamente universal.
En verdad este libro es un viaje por los fundamentos filosóficos, simbólicos, culturales, teológicos, esotéricos, trascendentes y políticos de Occidente. Es sabiduría y originalidad. Es esa audacia y consciencia irradiante que dan sentido humanista y humano a tanta erudición universitaria.
Para mí es el mejor ensayo del año.