Interior verano, de Javier Vicedo Alós (Ed. Pre-textos)

Interior verano, de Javier Vicedo Alós (Ed. Pre-textos)
photo_camera Interior verano, de Javier Vicedo Alós (Ed. Pre-textos)
"Es un poema con varios poemas dentro, todos unidos y abiertos como una fuente manando [...] Es en conjunto una revisión lírico-psicoanalítica del yo doloso en clave de biopic universalizado y trascendente: un ejercicio que sorprende por su madurez".

De vez en vez, hay que leer poesía. Y por eso recuerdo ahora, en este postverano con luz de increíble belleza, que “hablar sobre el vacío significa/más que el vacío de no hablar” dejó escrito al respecto Guillermo Carnero entonces.

Y aún es cierto: frente al dolor existencial conviene monologar de pie, así, como mostrando no solo la herida sino también el cuerpo erguido que da razón de sí.

En este sentido INTERIOR VERANO, libro de poesía de Javier Vicedo Alós (Castellón, 1985) recién publicado por la Editorial Pre-textos, viene al caso porque es un poema con varios poemas dentro, todos unidos y abiertos como una fuente manando o cosa así. Y viene al caso también porque tiene un formato compositivo entre el diario confesional y el poema experimental. Pero sobre todo porque es en conjunto una revisión lírico-psicoanalítica del yo doloso en clave de biopic universalizado y trascendente: un ejercicio que sorprende por su madurez.

Y, como en toda revisión lírico-psicoanalítica del yo, el nudo gordiano de todo (a pesar de la muerte del padre aquí tan glosada) es la madre, la cual asoma de modo confesional en estas páginas en un bello y sobre todo crudo Complejo de Edipo.

Se lee bien y se te queda dentro.

Vale que a este poeta, cuando su poema se le vuelve de pronto prosa, las ideas se le resuelven en versos y los versos en discurso, pero en conjunto el suyo es el libro honesto de quien sabe hacer mudanza; de quien tiene noticia de lo que es poner todas tus cosas, tus esperanzas y afectos en cajas.

Pero aunque en este libro la forma trate con empeño de sorprender, lo que sorprende de verdad es la brillantez epistemológica y autoindagadora del lenguaje forjado con más silogismos que metáforas y con más hondura que florituras.

En efecto, con el lenguaje poético de la belleza pura al mediodía de Jorge Guillén (el dolor en este libro no asoma con el barroquismo de Neruda, que parece a primera vista que corresponde más al dolor y a su envés, el amor, sino que se asoma con ese purísimo y límpido tono de Jorge Guillén), y a la vez con la experimentalista y post-moderna forma de los novísimos, nos viene esta poesía de Javier Vicedo Alós: toda una suerte de cantico a la madre; de cantico desnudo que no excluye los dolores, los abortos, la locura, la memoria rota recuperada mediante el perfume del padre, las visitas al pabellón psiquiátrico y todo los demás sin puntos ni comas ni freno ni impostura.

Eso. Poesía post-novísima o neo-novísima pero sin el cine y el venecianísimo de los novísimos clásicos… Solo con su experimentalismo formal y lingüístico de corte no surrealista pero si post-realista y entreverado de intertextualidad y soltura a juego con una audaz apuesta por huir de la métrica mecánica de acentos clavados en favor de una sonoridad lírica con apariencia de oído poco exquisito, pero en realidad influenciada, como en el caso de poetas precedentes de calado como Antonio Martínez Sarrión, por el ritmo libertario sin orden ni concierto, sin sumisión, sin ley, del jazz be bop, y, a la vez, influenciado también por el ritmo atropellado de los procesos mentales intensos como el duelo, el estado de shock o la locura…

Claro: poesía confesional (a diferencia de Jorge Guillén y el maestro de éste Paul Valéry nuestro poeta no canta la plenitud sino ese derrumbarse para tener que renacer que Sigmund Freud denominó la caída de la madre), sí, pero con el logrado ritmo de las cosas que se viven rápido y no se olvidan nunca: todo para que, al final, ese ritmo a juego con el discurso del libro nos diga lo mismo que el libro, esto es, que “la velocidad no es la vida sino su reclamo o trampa”.

Están de moda ahora otra vez tanto en política como en poética los extremismos, está de moda la poesía esencial que practica la difícil sencillez cristalina y trascendente, o, en las antípodas, está de moda la poesía tan imaginativa como hermética que se pasa la noche haciendo equilibrismos entre el surrealismo y Jean Cocteau. Pero la vida siempre se toma su revancha sobre la retórica: por eso lo mejor que podemos hacer contra la fugacidad de lo pensado, vivido y sido es agarrarnos a la templada inteligencia lírica de un libro post-retórico, post-novísimo y cierto como éste.

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