La Sinfonía pastoral, de André Gide

LA SINFONÍA PASTORAL, de André Gide (Ed. Menoscuarto)
photo_camera LA SINFONÍA PASTORAL, de André Gide (Ed. Menoscuarto)
“Ante ciertos libros uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿Qué leerán? Y al fin los libros y las personas se encuentran”, dejó escrito una vez el Premio Nobel André Gide, y ésa es una cita que resume y propulsa nuestra vocación de lector reseñista con ribetes de crítico literario…”Leer a un escritor es para mí no sólo hacerme una idea de lo que dice, sino salir con él y viajar en su compañía.”, dejó escrito en otra ocasión André Gide y ésa es una cita que resume y propulsa nuestra vocación de crítico literario con mimbres de lector reseñista…

Se reedita ahora entre nosotros con una traducción ejemplarmente limpia y rítmica (conocíamos la anterior traducción de Arturo Serrano pero ésta la supera sin duda) la novela –o nouvelle quizás- más importante del primer André Gide publicada originalmente en 1919 y titulada LA SINFONÍA PASTORAL (Ed. Menoscuarto): una muchacha ciega y huérfana es adoptada por un pastor, y, con el paso del tiempo, el cariño paternal que le ofrece el pastor se convertirá, a los ojos de la joven, en amor, aunque el hombre ya está casado…

Es una novela intimista, profunda, conmovedora por su gran humanidad, y audaz en sus procedimientos narrativos (posee de hecho un formato pastiche que antecede al postmodernismo al aunar en pastiche el diario, el psicologismo, la narración, la analogía plástica, la metafísica y la prosa poética), así como delicadísima en su atmósfera poética y en su fervor lingüístico.

Ambientada en Suiza, es asimismo una obra sobria, aparentemente explícita, que en efecto cuenta el despertar a la vida, la naturaleza y el amor de Gertrude, una joven ciega que ha estado abandonada en una habitación durante quince años y no sabe ni siquiera hablar, una especie de niña salvaje rousseauniana.

Un pastor protestante, con mujer y varios hijos, espoleado por su humanitarismo cristiano la toma bajo su protección, lo cual origina un terremoto de amor y de celos en su familia, y de hecho y el arranque  de una historia curiosísima. El pastor la va iniciando en el mundo y la interpretación del mundo y enseñando a compensar con los cuatro sentidos que tiene el sentido de la vista que la falta (especialmente sugerentes son el pasaje en el que Gertrude trata de describir el paisaje que no puede ver, y la escena en la que el pastor trata de describirle los colores estableciendo analogías con la música –la Sinfonía Pastoral de Beethoven-).

Tierna y delicada, sencilla y a la vez profunda, esta obra genial se basa en el gran tema que suelen aparecer en las obras del primer A. Gide, la lucha entre la religión y los sentimientos no reconocidos, trenzado suavemente en una trama que acaba por afectar profundamente al lector de formación espiritual: de hecho epistemológicamente la novela trata en concreto sobre el choque entre la moral puritana y los sentimientos contradictorios que ésta desencadena.

El conflicto argumental tiene como personajes al austero pastor protestante, a la joven ciega (Gertrude) que él educa en el culto a la belleza y a la virtud, aunque ocultándole la existencia del pecado, pero también a la mujer celosa del pastor (Amelie), y al hijo del pastor que paulatinamente se va enamorando de la muchacha (Jacques), al igual que va haciendo lo mismo el pastor.

Por eso hay que decir que, aunque la novela ofrece una descripción precisa y preciosa del matrimonio rutinario, y una alegoría brillante de las personas que ven, las que no ven y las que creen ver, y una creíble historia de amor, y una descripción sutil y terrible de los resortes que llevan al suicidio, el tema principal de esta pequeña gran novela es la imposibilidad de la santidad por culpa de la losa del pecado, y es la contradictoria sinrazón del puritanismo. Y, sin embargo, también hay en estas páginas una novela sobre lo ilusorio o lo sintomático de la conversión religiosa y/o amorosa: todo mediante un análisis dostoievskianamente penetrante del espiritualismo puritano.

Y asimismo todo con un tono narrativo genial a caballo entre la novela decimonónica y la modernidad, el cual convierte a André Gide en uno de los padres del escepticismo contemporáneo.

Una novela capital.

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