He aquí una novela en la que la misma persona es el asesino y la víctima.
¿Cómo es posible?
Para saberlo han de leer esta historia veraz, admonitoria y necesaria en la cual hay amor problemático, deseo, dependencia, rendición, obsesión, el inquietante mundo de la élite, enganche masoquista al otro, y, de repente, también una trama noir adscribible al realismo psicológico de ambientación cosmopolita. Y hay sexo masoquista. Y dominación machista. Relaciones abiertas. Celos. Ambición. Incendios provocados. Y hasta un cadáver desmembrado a hachazos… Todo narrado con prosa muy suelta, diálogos habilidosos, personajes que constituyen peligrosos perfiles de verosimilitud, tres puntos de giro argumental y un final sorpresivo…
Esto encontramos en la última novela de Cruz Sánchez de Lara titulada así, con un giño a Jadiel Poncela, Maldito hamor (Ed. Espasa).
Cuál es la diferencia entre el amor y su versión peligrosamente adulterada el hamor es la gran pregunta que se desmenuza en esta novela.
En esencia es la historia de Clea Castán (brillante y enamoradiza arquitecta de personalidad intensa –y por lo tanto poco curtida en el arte de poner límites-; mujer de hoy con buenas amigas y grandes aspiraciones) y la historia de Henry (aristócrata inglés): desde ese punto de vista esto es una novela romántica. Pero resulta que Henry es guapo, racista, narcisista, machista de aire chulesco y de personalidad insoportablemente arrolladora, y Clea se muestra cada vez más sumisa y enganchada a su amante tóxico avasallador y aislador: a tenor de eso esto es una novela sobre las nuevas feminidades, las viejas masculinidades y las correlaciones tóxicas. Además Henry ha heredado un fálico palacete en Biarriz, y la elegida para su restauración es, como no, Clea, la cual se engancha al proyecto como se ha enganchado al deseo y al amor tóxico que llega a despertar deseos de destrucción del yo o del tú: desde ese prisma esto es una novela psicológico-simbólica, casi psicoanalítica. Luego la casa, como en las novelas góticas de amores oscuros que nos cuestionan nuestro sentido de la realidad y la cordura tipo Cumbres borrascosas, pasa a ser otro Henry en segundo grado de ficción… Pero cuando el amante cruel abandona a Clea ésta se deprime y trastorna y transforma, pasando decididamente todo esto a ser lo que en conjunto es: una novela negra elaborada, poliédrica, perturbadora, torrencialmente emocional, dura por momentos, repleta de finura moral y oscuramente adictiva lo Patricia Highsmith sobre el maltrato psicológico y los monstruos interiores que éste despierta.
Y de hecho ésa es la mayor virtud de esta novela: la de lograr una síntesis funcional y moderna de Emily Brontë, Patricia Highsmith y la novela romántica actual.
El estilo es directo y potente. Los diálogos fluidos. La intensidad narrativa carece de caídas y la calidad del pacto de identificación es muy alto sobre todo para con las lectoras, pero también con los lectores (pues todos si nos descuidamos podemos caer un día en el marasmo de la adicción emocional).
De hecho en estas páginas la autora, a la vez que nos retrata, se retrata a sí misma no porque ninguno de los personajes sea ella, sino porque ella aquí demuestra saber muchas cosas sobre los volcanes interiores que habitan en el cerebro y el corazón de hombres y mujeres, y mucho sobre lo imprevisible y malvado que puede ser el destino.
Les recomiendo esta novela.