Trigo limpio, de Juan Manuel Gil

El lector literario está de enhorabuena. Y es que este año el Premio Biblioteca Breve ha sido concedido a una novela titulada Trigo limpio (Ed. Seix&Barral) de un tipo del que jamás habíamos oído hablar, que se llama Juan Manuel Gil, y que es el nuevo Roberto Bolaño

Es una historia de amistad, de nostalgia, de la memoria y sus trampas, de aventuras de infancia con un aeropuerto, un balón, un héroe muy precoz, un coche-patrulla de la guardia civil… Y es la historia de un encargo.

Una historia de intriga psicológica con ribetes noir, de metaliteratura, de amor al arte de contar y de amor a la vida.

Pero, sobre todo, es una fina indagación en primera persona de los lindes entre lo biográfico y lo autobiográfico, o, más bien, una talentosa reelaboración de EL PACTO AUTOBIOGRÁFICO, por decirlo con una feliz acuñación crítica de Philippe Lejeune.

Sin embargo en esta ocasión el fondo no desborda a la forma ni ralentiza el ritmo ni diluye los hallazgos ni reduce un ápice el impacto emocional.

Y es que a su vez se trata de un trabajo de casquería fina con el lenguaje (un lenguaje irónico por momentos en la línea de Eduardo Mendoza y Antonio Orejudo, y lírico en ocasiones pero no en el sentido en el que Ricardo Gullón hablaba en su ensayo LA NOVELA LÍRICA, pues se trata ésta de una novela con buen galope narrativo): todo en pro del arte de la novela entendida como alta cultura, y por eso a un tiempo inteligente, clarividente, placentera y muy estimulante.

Sí, es un artefacto narrativo en varios planos (como NIEBLA de Miguel de Unamuno, a la que aquí se homenajea tanto como mediante el humor infantil se homenajea al LAZARILLO DE TORMES). Pero con prosa tan directa y rápida como salpimentada de humor, que, mientras nos conmueve al evocar la historia de unos chavales de barrio en un entorno ochentero, dice cosas como “las historias no pertenecen a nadie. Las historias hay que ganárselas. Más aún si las necesitas. Así que fui yo quien irrumpió en la pista del aeropuerto. Yo era el protagonista. Yo era el narrador. Y yo era el autor. Que es la mejor manera de confundir a todo el mundo, ¿verdad?/ -¿Y qué pretendías conseguir con eso?/ -Lo mismo que tú cada vez que te sientas a escribir. Respeto, protección y amor”…

O dice cosas como “hay llamadas que parecen proceder del interior de un puño”…

O como “los que saben de estas cosas aseguran que no es conveniente que la historia tenga la misma contundencia que la carpeta de un secretario judicial”…

Y, al decir cosas así, te hace saber que los hallazgos lingüísticos en estas páginas son múltiples, e incluyen buenos diálogos, metáforas de alta resolución, sutilezas psicológicas y mucho saber sobre teoría de la literatura.

Acabada la novela sabes que el texto te ha llevado al primigenio lugar del que procedes, a los compañeros de toda la vida en su sentido etimológico (aquellos con los que compartirías el pan), y te ha transportado a las lecturas con las que empezaste a ampliar tu panorama de realidades… ¡Y sabes que en efecto ha sido un gran viaje!

El lector literario está de enhorabuena. Y es que este año el Premio Biblioteca Breve ha sido concedido a una novela titulada TRIGO LIMPIO (Ed. Seix&Barral) de un tipo del que jamás habíamos oído hablar, que se llama Juan Manuel Gil (Almería, 1979), y que es el nuevo Roberto Bolaño.

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