Birmania, la distopía hecha realidad

Birmania, la distopía hecha realidad
photo_camera Birmania, la distopía hecha realidad
Cuando Orwell describió Mandalay en su novela Los días de Birmania la adjetivó como “una ciudad más bien desagradable”, “polvorienta e insoportablemente calurosa”

“Quien controla el pasado, controla el futuro: quien controla el presente, controla el pasado” 1984, George Orwell (1903 – 1950).

Policía, soldado, vagabundo, escritor y visionario. En cada lugar, una persona diferente y en cada momento, un hombre con una historia que contar. La obra del escritor George Orwell está más presente que nunca en los hogares del todo mundo y leerla es tan importante como saber analizarla.

Birmania durante la colonización
Birmania durante la colonización

Cuando a Eric Arthur Blair todavía no le habían despuntado los primeros dientes de leche, su madre abandonó La India para instalarse en su ciudad natal, Londres. Veinte años después y tras cursar los estudios superiores en el Eton College, las necesidades económicas empujaron al muchacho a solicitar un puesto de trabajo en las colonias británicas, donde los funcionarios le obligaron a desafiar al destino y lo enviaron a una Birmania arrugada y sometida.

Solo tres años de des-venturas como policía local le hicieron adquirir un profundo rechazo sobre el comportamiento de los protectorados extranjeros en los territorios asiáticos y abandonó el país para vagabundear por las calles del continente europeo y poder descubrir la pobreza en la que vivía sumida la mayoría de la población. De sus experiencias nació el primero de sus libros. De su vergüenza, su seudónimo.

George Orwell necesitaba descorchar la botella de sus vivencias y, tras su paso por España en plena Guerra Civil, escribió Homenaje a Cataluña (1938) narrando trabajo realizado con las brigadas internacionales en favor de la República. La afonía se instaló perpetua en su vida desde que un francotirador le hiriera de un disparo la garganta. La tuberculosis, añeja en su cuerpo, lo abocó al final.

La vida del escritor fue una constante historia de adversidades que culminó con su temprana muerte en un sanatorio inglés, abrazado a su eterna máquina de escribir y custodiado por las obras de Thomas Hardy (1840 – 1928) y Evelyn Waugh (1903 – 1966).

George Orwell
George Orwell

Antes de que esto sucediera, el maestro de la distopía escribió los libros más fantásticos de toda su obra: Los días de Birmania (1934), Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), basadas en su experiencia asiática y con un mensaje claro: la lúcida defensa de la democracia y las libertades públicas frente a los totalitarismos.

Caminar, andar, desandar, conocer, escuchar, oler o abrazar es fácil cuando encuentras el libro que te acerca a cada una de las sensaciones con las que sueñas y deseas encontrarte. La escritora Emma Larkin ha conseguido reunirlas todas en su libro Historias de Birmania. A la sombra de George Orwell (Altaïr, 2004) relatando el paso del escritor por un país silenciado. Un país que, durante los últimos cuarenta años, está viviendo los años más crudos del régimen en los que, sus gobernantes, se han afanado por silenciar a la población mediante el terror y la intimidación.

A través de las personas que se resisten a ese mutismo impuesto, Larkin ha creado una joya didáctica con el fin de exportar el miedo, la represión, el control y la mentira a todos los lectores que quieran vivir dos historias paralelas: la vida de George Orwell cuando todavía no era el popular escritor y las tragedias de la población actual intentando combatir las tentativas del régimen por controlar la realidad.

Cuando Orwell describió Mandalay en su novela Los días de Birmania la adjetivó como “una ciudad más bien desagradable”, “polvorienta e insoportablemente calurosa”. En ella, el policía fue testigo de la violencia ejercida sobre la población autóctona y, al mismo tiempo, comprendió las tradiciones, supersticiones y rutinas de los birmanos. De un sinfín de vivencias nació un libro sombrío y a la vez maravilloso que representa la conexión entre la madurez personal y la tiranía acusada.

Como policía inglés, también fue responsable del Departamento de Inteligencia Birmania similar al que existe en la actualidad). La vigilancia fue el eje central de su trabajo, el método de control más utilizado por sus compañeros y la forma más aterradora de someter a la población. La maquinaria de las actuaciones de los funcionarios era y sigue siendo meticulosa y eficaz: en todas las esquinas hay ojos, cualquier amigo puede ser un espía, desaparecen libros y la historia cambia a diario para ser reescrita.  En el ocaso de la vida del escritor se iluminó una luz en forma de distopía. 1984. Un libro sin parangón que, tras el ascenso del Presidente Trump al poder, encabezó las listas de ventas a nivel mundial.

La distopia “presenta un mundo imaginable maligno e indeseable que intenta ser un aviso para que no se realicen acciones que en un futuro puedan llevar a una realidad semejante”. Si leemos y releemos Rebelión en la granja apreciamos que la fina línea que separa la ficción de la realidad está encabezada por un grupo de cerdos que toman el control y llevan pantalones, escena totalmente normalizada si revisamos cualquier gobierno actual.

Los birmanos creyeron que el libro Rebelión en la granja era una obra excelente: “trata de un grupo de animales al frente del país”. Cuando el mensaje de corrupción, avaricia, discriminación y abuso se escampó por Birmania, el gobierno prohibió el libro y su lectura, amenazó de las serias consecuencias que supondría esconder un ejemplar en cualquier hogar y quemó todos los tomos que se encontró en las bibliotecas. George Orwell se había convertido en un profeta literario advirtiendo del futuro en las décadas del pasado.

Manifestación en Myanmar
Manifestación en Myanmar

Visiones de un mundo muy distinto se presentan fugazmente ante el viajero para desaparecer con la misma rapidez con la que han llegado.  Solo hay que rascar un poco en la superficie de los sonrientes habitantes para encontrar amargura, lágrimas y libros, cientos de libros escondidos con los que la población se parapeta ante el mundo que les ha tocado vivir.

Esta tabla de salvación mantiene los ideales de la población unidos para que la historia continúe viva. Ellos saben que todo lo que se borra se pierde, que todo lo que se cambia, acaba desapareciendo.  Da igual que sea el nombre de una calle o la historia de un país.

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