Hay veces que la búsqueda de la felicidad nos hace pagar peajes demasiado altos, nos hace luchar contra las obviedades, nos oprime el pecho hasta enturbiar los pensamientos y nos empuja a apagar la llama que sacia nuestro conocimiento.
Con la sabida percepción que otorga el descubrimiento de mis propios límites, hoy, el viaje hacia el aprendizaje ha colapsado el camino derrumbado los castillos que escalaba con cada libro, con cada historia, con cada imagen. Camboya, al igual que Laos y Myanmar, sigue siendo uno de los países más pobres de Asia.
Dominado por el rio Mekong y el Lago Sap (el mayor lago de agua dulce del Sudeste Asiático) los camboyanos todavía viven oprimidos bajo la autocracia de Hun Sen (1952), ex jémer rojo que lleva en el poder desde 1998.
Cuando el viajero aterriza en Nom Pen, la capital del país, la desgarradora historia del genocidio camboyano le abraza como si se tratara del peor de los cariños. Las caras de los habitantes confiesan su tragedia: la gran mayoría es extremadamente joven porque los ciudadanos que hoy deberían tener entre setenta u ochenta años, fueron exterminados por el régimen de los Jemeres Rojos entre 1975 y 1979.

Cuando el político, militar y sádico, Pol Pot (1925 – 1998) llegó al poder después de cinco años de guerras internas, la población lo recibió como al héroe que no era. Lo que nunca hubieran imaginado los mismos habitantes que lo vitoreaban es que, tras la fachada de laureles que envolvía su aura, daría comienzo una pesadilla que duraría cuatro agónicos años regidos por trabajos forzosos, anulaciones de los derechos humanos, torturas, asesinatos y masacres.
Uno de los libros más didácticos sobre el genocidio camboyano retrata los primeros días de la expulsión de los ciudadanos de Nom Pen y de cómo los mercados, la moneda, los medios de comunicación, el teléfono y el correo desapareció, igual que desaparecieron las miles de personas que dejaron una ciudad convertida en desierto. La novela gráfica El año del conejo (Sinsentido, 2012) es capaz de retirar el sueño y convertir la noche en una pesadilla, pero su lectura es recomendable para conocer la primera de las tres partes del genocidio que tuvo lugar hace, tan solo, cincuenta años.

Con el control de la población, la locura de Pol Pot por fin se pudo materializar: “los intelectuales van a desaparecer”. Y así fue. Toda aquella persona que llevara gafas, que hubiera recibido educación secundaria o que no tuviera callos en las manos estaba destinada a la ejecución. El 90% de los médicos fueron asesinados. Los bebés se eliminaban estrellándolos contra los árboles y miles de camboyanos fueron aniquilados a golpe de azada para ahorrar munición.
En el libro La eliminación (Angrama, 2013) se retratan los despiadados procedimientos, así como los métodos implantados por los jemeres rojos para controlar y aterrorizar a todos los habitantes del país. Su autor, Rithy Panh (1964), narra en primera persona como perdió a su familia en pocas semanas y como, treinta años después, tomo la decisión de volver a su país para entrevistar a uno de los grandes responsables del genocidio: el Duch. Aclamado por la crítica literaria, el libro, escrito junto a Christophe Bataille (1964), conquistó a los lectores por la veracidad del relato y la crudeza de la vida del escritor, convertido en director de cine.
Estamos en el año 1978 y las tierras de Camboya se han inundado de cadáveres en un holocausto comparable al de Adolf Hitler (1889 – 1945) o al de Iósif Stalin (1878 – 1953). En el centro de la ciudad de Toul Sleng, un monumento en honor a las victimas recuerda lo que puede llegar a ser capaz de hacer el ser humano.
Mark Aguirre (1954) fue uno de los periodistas que vivió durante tres años en el país para poder documentarse sobre el periodo en el que los Jemeres Rojos quisieron reconstruir lo anteriormente destruido. En su libro Camboya, el legado de los Jemeres Rojos (Intervención Cultural, 2009) describe las dificultades que los habitantes tienen en la actualidad para afrontar las secuelas de su propio pasado. Secuelas que siguen marcando a una sociedad castigada por sus gobernantes y que marcan la inserción de Camboya en la política mundial.

Detrás de la imagen de los fantásticos Templos de Angkor, de sus mágicos atardeceres entre arrozales y de su sabrosa y sencilla gastronomía existe una terrible historia de masacre humana. Un país que vivió bajo el dominio de la locura de los Jemeres Rojos y del sanguinario Pol Pot, y que se vio forzada a abandonar su dignidad para sobrevivir a situaciones que sobrepasaban cualquier tipo de límite. Sobra decir (pero lo voy a decir) que Pol Pot murió tranquilamente a los setenta y tres años de edad, rodeado de su familia y en una alejada cabaña cerca de la frontera con Tailandia.
Querido lector y viajero, antes de viajar a este precioso país ubicado en el sudeste asiático, es fundamental descubrir su historia más reciente a través de la literatura. Porque igual de importante es conocer el pasado de sus habitantes como saber interpretar que la bondad de sus gestos no es equiparable al sufrimiento que acarrean en sus mochilas.