Para los asistentes a la Semana Negra de Gijón, volver a la rutina es el precio que debemos pagar por unos días de desconexión idílica. En esta 32 edición, hemos vuelto a disfrutar de interesantes (y abundantes) presentaciones de libros y diversas (y divertidas) charlas con los escritores. Desde mi posición de lectora camuflada se observan muchas cosas sin ser observada, y eso es un lujo y una suerte porque ayuda a salir de la semana más enriquecida de cómo entraste.
Sin duda, si tuviera que elegir un momento emotivo que desmarque al festival literario más mítico de nuestro país, sería la entrega de los premios. Quiero poner el foco en el Hammett, dedicado a la mejor novela negra publicada durante el año 2.018. El galardón fue repartido a partes iguales entre el escritor argentino Juan Sasturain (Chaves, 1945) y Carlos Bassas del Rey (Barcelona, 1974).
Los inicios literarios del escritor Carlos Bassas comenzaron alternando simultáneamente la escritura de su primera novela negra con una serie juvenil japonesa cuyo protagonista era un samurái llamado Aki. El experimento de combinar ambos estilos le salió bien y de esta manera ha ido produciendo novelas a la par, sin importar el género al que pertenezcan.
Sin embargo, cuando empezó a escribir su último libro ‘Soledad’, (Ed. Alrevés) tuvo que hacer un parón asiático para dedicarse por entero al noir. Conocer su opinión sobre la novela negra es fundamental para entender el estilo con el que se ha desmarcado el escritor catalán afincado en Pamplona.
¿Qué es lo que más te atrae de la novela negra?
Que me permite escribir de un modo distinto sobre temas diferentes, abordándolos cómo y desde donde yo quiero, sin filtros, desde la crueldad, el dolor, la dureza, la tristeza, sin concesiones.
Escribir novela negra es ir mucho más allá: es descender al centro mismo del agujero negro. Existen novelas en las que apenas hay violencia física, ni sexo barato, ni trapicheos. Solo una auténtica oscuridad, una violencia contenida, verdadera, profundísima; hombres muertos en vida, corruptos hasta el tuétano, corruptores.
¿Qué novela te hizo reflexionar sobre la profundidad de la que hablas?
Cuando leí “Subsuelo”, de Marcelo Luján pensé: “Es esto. Esto es novela negra. Esto es oscuridad”. Después vino el bajón: “¿Seré capaz de escribir así yo alguna vez?”. Ser simplemente zafio no te convierte en buen escritor, ni de novela negra ni de nada. En ocasiones todos escribimos cosas vacías que adornamos con muchas luces de colores para que nadie se dé cuenta de que, en realidad, no tienes nada que contar, solo un contrato que cumplir.
Los Festivales de Novela Negra están de moda, ¿qué visión te crea esta proliferación desde tu puno de vista como escritor y participante?
He vivido esa experiencia desde todos los ángulos posibles, y he sacado mis conclusiones con el tiempo. Lo primero que aprendí es que se trata de acercar el género a la gente desde distintos ángulos. De que se expanda la literatura y la cultura negra.
Como escritor y participante me he sentido más cómodo en algunos que en otros, pero eso es inevitable. Lo que debemos rehusar es ensalzar a unos por encima de otros por criterios ajenos a la literatura. Todos los lectores tenemos criterio para saber si un libro es bueno o malo, si un festival es bueno o malo y trata bien o mal a los autores y al público, y decirlo no debería tener nada que ver con que alguien nos caiga mejor o peor en lo personal.
Has ganado el Hammet en el Festival más mítico de la Novela Negra, ¿Qué expectativas te generó la novela de Justo cuando la acabaste de escribir y que sensaciones te produce haber ganado el Premio con ella?
Al acabar “Justo”, una lectora en concreto me hizo ver que había escrito una novela especial. Después vinieron otras opiniones de otros compañeros, y sentí definitivamente que sí, que, al parecer, la novela era buena, o que, al menos, era lo mejor que había escrito hasta aquel momento.
Así que empecé a pensar que, al fin, había encontrado mi camino como escritor. Camino que se ha visto refrendado con el Hammett, que es como que alguna de la gente a la que más admiras del mundillo te diga: es una gran novela. Así que por este camino seguiré, sin renunciar por ello a seguir experimentando.
¿Desilusionado por tener que compartir el Premio?
No. Y compartirlo con Sasturain es un honor. Conozco a algunos escritores argentinos a los que admiro mucho que le admiran, así que el honor es doble. Y es bonito, además, porque venimos a representar a dos generaciones muy lejanas en tiempo y geografía, muy dispares incluso, y eso está bien.
Como gran conocedor de la lectura nacional ¿Qué es lo que has aprendido de los escritores que lees?
Uno no puede ser escritor si antes no es lector y, aunque podría citar a los grandes escritores que me inspiraron en mi juventud, son mis compañeros de trinchera actuales con los he aprendido a escribir mejor.
De Carlos Zanón admiro su estilo, sus personajes y su forma de ver y de contar después lo que ve: nadie tiene una mirada como la suya en todo el noir estatal.
De Toni Hill, su increíble habilidad para tejer, para tramar, para construir libros, historias, edificios literarios en los que siempre encuentras habitaciones de lujo.
De Rosa Ribas, su preciosismo (perfecto) con el lenguaje, siempre al servicio de la historia, nunca porque sí.
De Empar Fernández, me quedo con su maldita elegancia, aparentemente contenida, pero llena de contundencia.
De Alexis Ravelo, su capacidad para crear algunos de los personajes más singulares de la literatura (negra y no negra) actual y su uso tan especial y particular del lenguaje y del localismo.
De Jordi Ledesma y de Diego Ameixeiras, su apuesta firme por un estilo poético único, sin miedo, a pesar de que eso les pueda restar.
Lo mismo me sucede con David Llorente, que es capaz de hacer funcionar lo que ninguno de nosotros, a su manera, única y exclusiva, sin concesiones.
De Claudia Piñeiro, su maravillosa inteligencia al escribir.
De Nieves Abarca, su maravillosa locura.
De Domingo Villar y Paco Bescós, su retranca, su capacidad de introducir un toque de humor magistral que yo sería incapaz de aportar.
Siempre aprendo algo de cada libro que leo de un compañero: Pere Cervantes, Víctor del Árbol, Berna González Harbour, Susana Rodríguez, Susana Hernández, Noelia Lorenzo, Clara Peñalver.
Volviendo a tu última publicación, ‘Soledad’, ¿Hay algo que se te haya quedado por decir en este libro?
“Soledad” me ha dejado vacío. La empecé como una apuesta suicida y es una novela dura, difícil y llena de verdad. Es el más auténtico de todos mis libros porque, aunque en apariencia no tenga mucho que ver conmigo, cada sentimiento: el dolor, la tristeza, la rabia, el silencio y otros elementos contenidos en el libro, surgen de mi propia experiencia durante un momento muy difícil de mi vida.
En él hay, además, detalles y descripciones muy íntimas. Creo que no sería capaz de añadirle ni de quitarle una sola coma.
¿Hay algún tema que nunca abarcarías en tus textos?
Ninguno. La mayor victoria del sistema no es instaurar la censura, sino lograr instaurar algo mucho peor: la autocensura. Vivimos en una jodida era de corrección política que nos está llevando a convertirnos en auténticos imbéciles. Vivimos inmersos en una auténtica dictadura llamada ‘Tuitcracia’ que es capaz de hundir la carrera de cualquiera si considera que su novela atenta contra lo que sea.
¿Cuál es tu punto débil como escritor?
La vagancia, la falta de constancia, el aburrimiento en determinados momentos. Si a lo que te refieres es a mis textos, pues creo que el hecho de ser un talibán del menos me resta, limita mi capacidad de generar belleza literaria de otros modos.
¿Cuáles son los retos futuros de Carlos Bassas?
Solo me planteo un reto de futuro: seguir encontrando el modo de contar buenas historias de modos diferentes cada vez, aunque desde un estilo y una mirada propios.