Conexión tailandesa. Libros y experiencias

Atardecer en el río Chao Phraya
photo_camera Atardecer en el río Chao Phraya
Tailandia ha resultado ser la unión de muchos sentimientos y emociones cauterizados. Un cajón donde guardar las conversaciones más íntimas y un altavoz para los largos silencios atrapados en las playas de color esmeralda

En el rio Chao Phraya, los atardeceres son de color azafrán. Los monjes pasean con sus tradicionales rosarios de ciento ocho cuentas mientras balancean las sombrillas divinas que aíslan sus cuerpos del sol y los Budas baratos se asoman en los escaparates a la espera de que un buen regateo los traslade a un nuevo hogar.

En Bangkok hay más ardillas que palomas, probar exquisitas delicias sale barato y aprender a comer deprisa entre el tráfico y la polución es un deporte nacional que la población practica a diario. El Roti con chocolate me ha hecho embarcar con tres kilos de más, las mañanas resultan demasiado calurosas y las noches huelen a albahaca y marihuana.

Los farangs contemplan el trajín urbano desde los balcones de sus hoteles de lujo al mismo tiempo que los viajeros de todos los colores se afanan por descubrir los encantos de una metrópoli tan desarrollada como extensa. Cuando Quintín Cabrera (1944 – 2009) dijo que “las ciudades son libros que se leen con los pies” no sabía que, a muchos kilómetros de su patria, una nómada viajera haría de su frase un lema y de su destino una forma de vida. 

Foto de la calle principal de Chinatown
Foto de la calle principal de Chinatown

Por Bangkok caminamos al son del escritor Lawrence Osborne (1958) y, buscamos las sombras de sus textos entre los canales de una ciudad acuática que ha dejado de serlo.  Paseamos por calles tan estrechas que te rozan las caderas y avenidas tan largas que terminan en la frontera camboyana. Los primeros minutos nos sacuden como se sacude a un salero y los últimos nos emocionan como si estuviéramos cocinando cerca de una cebolla sin capas.

En el norte de Tailandia descubrimos el turismo sexual y nos sorprendemos con su ostentosa práctica, caminamos por templos que han conocido tiempos mejores y olfateamos fábricas de dioses que producen divinidades del tamaño de gigantes bíblicos. El tiempo se detiene cuando cocinamos entre los fogones de la casa de Mam y las ilusiones vuelan acompañadas del farolillo que lanzamos al aire la noche que celebramos el Yii Peng. No hace falta pedir un deseo. En Tailandia, el sueño ya se ha cumplido.

Campos de te al norte de Tailandia
Campos de te al norte de Tailandia

Las contradicciones nos sacuden cuando comprobamos la veneración que la población siente por los animales y la irrespetuosidad con la que los tratan. Granjas de elefantes esperan la visita de los turistas mientras sus dueños explotan una procreación sin límites.  

En Phuket visitamos el Wat Chalong y, mientras nos fijamos en las pinturas que representan la evolución de la vida Siddhartha, releemos párrafos completos del libro de Hermann Hesse (1877 – 1962) dedicado al joven dios: “Sentado, aprendió a ahorrar aliento, a vivir con muy poco aire y a contener la respiración. A reducir los latidos de su corazón y a practicar la despersonalización y el ensimismamiento según las nuevas reglas de los samanas”. 

Buda, Ghanesa, Alá y los Reyes Magos de Oriente. Papa Noel, galletas de jengibre y villancicos. Bendito país que hace de la devoción un lugar libre, aunque algún grupo de radicales quiera hacerse de notar entre las aguas turquesas que los rodean. Reír con los amigos, romper los miedos, saltar al vacío desde la proa de un barco, bucear con Nemo, comer entre los paisajes de las películas, disfrutar, vivir, viajar. 

Isla Ko Poda en Krabi
Isla Ko Poda en Krabi

Nos movemos, entre muchas cosas, para contar el mundo. Y cuando adquirimos esa responsabilidad, nos comprometemos a ser honestos con las experiencias viajeras y los lectores que las leen.

Tailandia ha resultado ser la unión de muchos sentimientos y emociones cauterizados. Un cajón donde guardar las conversaciones más íntimas que surgen durante el trayecto y un altavoz para exponer los largos silencios que quedan atrapados en las playas de color esmeralda. Un destino turístico sin parangón adaptado a cualquier necesidad extranjera y, al mismo tiempo, una fuente de aprendizaje personal intransferible. Es difícil desembarazarse de un traje hecho a medida. Sin embargo, otros escenarios nos esperan y con ellos, nuevas experiencias para llenar la mochila de los sueños.

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