Arrancamos el viaje a cientos de kilómetros de nuestro destino, el paseo bien vale la pena si la compañía es agradable. Moverse en coche por un país desconocido es plenamente recomendable si somos compatibles con los elementos seductores que embaucan el camino y absolutamente desaconsejable si no estamos dispuestos a disfrutar de las ventajas que nos ofrece el trayecto. Divertirse no es una opción, es una obligación.
Al norte de la ciudad de Oporto, Guimarães se alza como un pequeño término que recibe al viajero con las cortinas de sus ventanas abiertas. Si usted es curioso, acérquese a investigar. Los vecinos son tan agradables como su predisposición se muestre: la sonrisa es, siempre, una buena carta de presentación.
La plaza principal de este municipio de cuento es un compendio de bóvedas oscuras y amabilidad desbocada. Las calles, estrechas y empedradas, cuentan historias húmedas apagadas por el fuego de los hogares. No saquen el mapa, para disfrutar de un buen café junto a la tienda de Donamuma no les hace falta seguir ninguna indicación escrita.
Guimarães fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2001 para luego alzarse como capital de la cultura europea en el año 2012. Hay mil y un motivos para visitarla, pero su belleza emborrona cualquier impulso. Si la intelectualidad no fuera una característica, este sería su lugar de peregrinaje.

Las altas montañas de Portugal
Las ciudades avanzan desorbitadamente rápido y vivir los cambios que sufren a lo largo de los siglos es una tarea que no le corresponde al ser humano, mortal por naturaleza. Es imposible desde el punto de vista genético sobrevivir a los acontecimientos que marcan la historia de un país, sin embargo, y para eso estamos aquí, disponemos de la memoria escrita para viajar y conocer todo aquello que no hemos podido vivir, ni viviremos.
Basada en tres fábulas interrelacionadas entre ellas, Las altas montañas de Portugal (Malpaso, 2016) explora la soledad, la fe y la pérdida en unos relatos que persiguen la historia del siglo XX portuguesa y que representan diversas influencias y estilos narrativos.

Tres hombres que han perdido a un ser querido experimentan un vacío existencial y, para encontrar el sentido de la vida, deciden emprender un viaje buscando la solución a su dolor sin saber que, el hallazgo, está en el camino más que en el final de su recorrido.
El escritor canadiense Yann Martel se recrea en la parábola animal como ya lo hizo en su aclamada novela La vida de Pi (2001) para recordarnos la fragilidad del ser humano y la capacidad de curación por medio del cambio interior: un verdadero viaje para dejar de estar perdidos narrado con un estilo desigual que explora el amor y la pérdida. Parece que sea un tema espeso, difícil de digerir, pero nada más lejos de la realidad: de vez en cuando es aconsejable explorar el alma humana con sinceridad y alevosía.
Concentrando placeres
Retomando nuestro recorrido hacia el sur es imprescindible repostar en las casitas de colores de Costa Nova. Que no les engañen diciéndoles que Aveiro es la Venecia portuguesa: es una tremenda estupidez creer que cualquier municipio con canales se parece a la perla italiana. Aveiro huele a costa y es magnífica para comer, interactuar y montar en barca si es el sueño del turista cada vez que ve una góndola.

Si algo es notable en este municipio costero son las casitas de pescadores que se encuentran a 10km de la ciudad de Aveiro. Sus colores se asemejan a los concursos de bañadores de principios de siglo y su estructura, enmarcada en un constante cuadro de rayas, es ideal para hacer un ranquin de belleza. ¿Cuál de todas es más bonita? Nadie lo sabe…
Se nota perceptiblemente que los dueños de estas carismáticas viviendas no permiten que el salitre se lleve la pintura con los años: la Costa Nova ha llegado a ser un reclamo tan turístico que, en pleno invierno, los viajeros recalan en su paseo marítimo para fotografiarse entre sus construcciones.

Aquí va un consejo gastronómico: si logran salir de este bucle de belleza no olviden degustar la mejor cataplana del municipio. Se les hará la boca agua cuando destapen el Tajín de hojalata y vean la cantidad de gambas, langostinos y almejas que caben en su recipiente por un precio burlesco. Y recuerden que igual de importante es comer como mojar el paladar, no vaya a ser que se les acabe la mariscada y vayan a pasar sed.
El Maestro del pensamiento. Fernando Pessoa.
Portugal es un conjunto inacabado de cultura dispersa que reúne lo mejor de cada casa. El poeta, ensayista y traductor portugués, Fernando Pessoa, es la muestra de que la proyección de la poesía existe, de que la profundidad de los textos no tiene por qué anclarse únicamente a la filosofía de la existencia y de que la originalidad, unida a la sabiduría de la vida, crea maravillas como este fragmento de su poema Esto:
Y así escribo en medio
de las cosas no junto a mis pies,
libre de mi propia confusión,
preocupado por cuanto no es.
¿Sentir? ¡Dejemos al lector sentir!
Con su camino literario inmortalizó Portugal a golpe de estrofa. Su figura es una de las más importantes de la literatura universal y sus textos abrieron puertas, ventanas y horizontes a las generaciones de escritores futuras, que lo tomarían como ejemplo de la cultura contemporánea del país.

Buscar el conocimiento a través de las letras es un buen ejemplo para encontrar nuestro camino y un buen motivo para echarnos a la carretera y vivir nuestras propias experiencias. Hemos llegado a Lisboa de noche. ¿Se les ha hecho larga la travesía?