“Se emocionó. Era la amistad siciliana, la auténtica, la que se basa en lo tácito, en lo que se intuye: a un amigo no hace falta pedirle nada, es el otro el que automáticamente comprende y actúa en consecuencia”. El ladrón de meriendas. Andrea Camilleri
Hoy, 19 de marzo, ¡Valencia está en Fallas! y la tradición cristiana nos invita a glosar la figura del Padre honrando la profesión de san José y quemando, la noche de su santo, los monumentos de ‘madera’ que se han levantado en su nombre. De esta manera se respeta, se recuerda y se realza la figura del que fuera uno de los progenitores más famosos de mundo.
Sin embargo, a unos miles de kilómetros al este, en una región a caballo entre la leyenda y la ficción, existe un Padre que no necesita un día que lo represente. Una imagen que se mece entre el respeto y la grandeza captando el interés de los más desfavorecidos y, también, de aquellos parias que no existen a los ojos de la justicia. La figura cinematográfica de El Padrino nos mostró a un hombre que creció a cambio del poder y que emergió aupado por su amor propio como respuesta a las injusticias, humillaciones y ofensas sufridas bajo el yugo del poder. Perseguir las huellas de su historia real bien merece un viaje a Sicilia.

Siguiendo una carretera tortuosa llegamos a uno de los escenarios de la película más famosa de la historia del cine. Francis Ford Coppola (1939) se enamoró de Savoca y basó la novela de Mario Puzo (1920-1999) en este tradicional pueblo que, desde 1971, se hizo famoso por la trilogía de El Padrino.
El Siciliano (Ediciones B, 1984) narra la historia del bandido Salvatore Giuliano, un personaje que buscó refugio en las montañas y luchó por los habitantes que vivían sometidos por la Mafia y la corrupción del gobierno. En la película de Coppola, el papel de Giuliano lo escenificaría un joven Al Pacino (1940) interpretando a Michael Corleone, el hijo de Don Vito Corleone que, durante su exilio en Palermo, se escondió en las mismas montañas que el verdadero bandido.

Para recorrer la villa no es necesaria ninguna guía turística; en el pueblo habitado por dos mil habitantes hay dos escenarios míticos que ningún cinéfilo puede perderse: el bar Vitelli donde Michael pidió la mano de Apollonia, su primera mujer, y la iglesia di San Nicolò, donde un tiempo después se casaron. Aprovechando el maridaje entre el Mediterráneo y la película, degustaremos una selección de productos italianos bajo la parra que sombrea la terraza del venerado establecimiento. Embutidos, olivas, tomates secos y la propia vida, bañados en una ubicación de ensueño.
De la iglesia di San Nicolò continuaremos la ruta siguiendo la brisa del mar Jónico hasta el pintoresco pueblo de Forza d’Agro. Aquí ascenderemos hasta la atalaya donde el hijo pequeño de los Corleone le muestra a su ex mujer la panorámica de su pueblo natal. La diferencia entre la quietud y la naturaleza de la región se sublima frente a los matices que envuelven la trilogía sobre la Cosa Nostra. En esta misma localidad, un Vito Andolini de nueve años partió para las américas cuando todavía no se había convertido en el sagaz Corleone.
La fuerza del ambiente unida a la historia ficticia de esta familia corrupta ha hecho que, durante décadas, los viajeros situaran estas regiones remotas en el mapa de Italia. Abandonando las calles empedradas de Forza d’Agro y partiremos hasta la capital en busca de los 27 escalones que componen la legendaria escalinata del teatro Massimo, en pleno corazón de Palermo. La penúltima secuencia de la saga de El Padrino se rodó en este lugar entre una banda sonora de infarto y la sed de la venganza que acompañan las tres películas de la saga hollywoodiense. La imaginación nos empuja a acercarnos al Teatro de noche, rodeados por la luz tenue del ambiente y amparados por un café humeante para calentarnos las manos.

Las películas de El Padrino son un clásico en la historia del cine, sin embargo, ampliar el concepto con la literatura que se ha escrito sobre la Mafia hará que nuestro viaje por tierras sicilianas sea insuperable. Si hay un libro pionero en desplegar todos los secretos sobre el entramado corrupto este es Honrarás a tu padre (Punto de lectura, 2013), del escritor Gay Talese (1932). Talese puso en peligro su propia vida al infiltrarse en la familia corrompida de los Bonanno, revelando la estructura, las guerras, las luchas de poder, la vida familiar y la personalidad aterradora de la Mafia como ningún otro libro había hecho hasta el momento.
“Sciascia es Sicilia y Sicilia es Sciascia”. El escritor Matteo Collura (1945) escribió la biografía del admirado Leonardo Sciascia (1921 – 1989) y subrayó la importancia del político, periodista y maestro italiano tachándolo como “el mejor intérprete del alma siciliana”. Publicada en 1960, Sciascia escribió El día de la lechuza y se introdujo en un mundo cerrado y oscuro para poner de manifiesto como la Mafia, el fascismo y el partido político Democracia Cristiana eran los tres grandes “criminales” del país. La jugada le salió mejor que bien y pudo demostrar como un partido político que afirmaba no existir salió de entre lo más oscuro de la boca de los muertos para defender los crímenes perpetrados por la Mafia.

Sin embargo, tuvo que llegar Andrea Camilleri (1925 – 2019) con aquella primera novela (La forma del agua, 1994) para que una lectora voraz como yo focalizara su interés en Sicilia. Camilleri le regaló al mundo su talento y yo recibí el presente con la misma ilusión con la que desenvuelvo un bombón de chocolate.
Sus novelas no solo están basadas en la isla, sino que ‘son’ la isla. Da igual la trama, la intensidad y los acordes. No importan los giros, los personajes o el argumento. Las novelas de Camilleri son el paisaje de una tierra dura dominada por la corrupción y la podredumbre política y, leer sus historias es ser testigo de los movimientos sísmicos que mecen el territorio vecino.