Gambia, tan cerca del mar y tan lejos de casa

Atardecer en la playa de Tanji, Gambia  /  L. Adell
photo_camera Atardecer en la playa de Tanji, Gambia / L. Adell
" La mujer representa el progreso en África, son la columna vertebral de sus ciudades, las que crían a los hijos, las que los educan, las que permanecen en el hogar cuando ellos se marchan y las guardianas del pesado lastre de la tradición"

Abro mi cuaderno de bitácora y leo: “Hoy, diecisiete de agosto, sigo de ruta por el país más pequeño de África. En el camino, los talleres mecánicos se abren paso entre la oscuridad de su interior y las manos engrasadas de los muchachos que pululan a su alrededor. Me fijo en las tiendas de electrodomésticos que también venden el polvo del camino e identifico la venta ambulante como un pasatiempo que incluye la adquisición de auriculares, chicles y correas de distribución para los coches…

…Cuando me doy cuenta, viajo libre por la costa de Gambia, con el océano a un lado y la ilusión a otro, observando los cambios del paisaje y la vida, asimilando el contenido de mis recuerdos y recordando las palabras del escritor Álex Tobella (1989): “África es, y seguirá siendo, el continente en el que quiero perderme el resto de mi vida”. 

Andando por el mercado de Serekunda / L. Adell

Conmigo danza un libro, Perspectiva de una mochila, Senegal y Gambia, y dentro de este libro, duerme una historia: la del autor cuando se enfrasca en un recorrido de veintiocho días desde Saint Louis, la preciosa urbe colonial francesa situada en Senegal, hasta Pais Bassari, pasando por las ciudades gambianas de Brikama y Banjul.

Aunque existen diferencias entre el viaje de Álex y el mío, me siento identifica ante la cantidad de detalles que narra en su diario y me sorprendo reconociéndome en medio de un mercado abarrotado de gente, sobreponiéndome ante algún instante de desesperación producido por el clima o asimilando las rutinas que incorporan todo el movimiento del país.

Un movimiento que, sin ningún tipo de duda, tiene forma de mujer. La mujer representa el progreso en África, son la columna vertebral de sus ciudades, las que crían a los hijos, las que los educan, las que permanecen en el hogar cuando ellos se marchan y las guardianas del pesado lastre de la tradición.

Las mujeres del mercado / L. Adell

Ellas son las que van a por agua, las que labran la tierra, las que acuden al mercado. Las estudiantes, empresarias y artistas que se empeñan en luchar contra las normas establecidas y el auténtico motor de la economía africana. Si algún día ellas se rebelasen, el continente sobre el que posan sus caderas se desmoronaría.

En el pueblo de Tujereng existe uno de los proyectos destinados al empoderamiento femenino más importante de Gambia.La organización Fandema se encarga de mejorar la educación básica de las mujeres, crear lugares de trabajo y ofrecer formación para que futuras emprendedoras puedan desarrollar su negocio.

Al mismo tiempo, Fandema, que en mandinga significa Ayúdate a ti mismo, ha incorporado el acceso a la energía renovable y está siendo el lugar piloto donde las mujeres instalan, reparan y supervisan el funcionamiento de las placas solares de las que se alimentan las instalaciones. El escritor y enamorado de África, Javier Reverte (1944 – 2020), reflexionó sobre el futuro del continente y concluyó que “la salvación de África no reside en la recuperación, sino en la capacidad para asumir como propios dos valores de civilización que no son europeos, sino patrimonio humano: democracia y cultura”.

Mujeres en Fandema / L. Adell

Menos de cuatro kilómetros separan la región de Tujereng del escenario de Tanji y, aquí, el sexo femenino sigue siendo el principal protagonista. La sororidad, el trasiego y la luz convierten la magia en realidad y la aventura en una sensación sensorial absolutamente única.

Tanji es el alma de Gambia y África vive dentro de este tumulto. Vestidos estampados, cubos cargados de peces, niños descalzos y olor. Olor a mar y a verdad. Viajar a Gambia solo tiene sentido si se dedica una jornada completa a contemplar los vaivenes de Tanji, sin embargo, para llegar hasta la playa y disfrutar de los fenómenos naturales, primero hay que caminar entre los ahumaderos de pescado y sentir como la garganta se pega y los ojos se llenan de lágrimas, desgraciadamente, no solo por la humareda del ambiente.

Mujer en una playa de Tanji / L. Adell

Son las bondades que te regala este país: entre la carretera y el mar, un socavón de vida y desechos marca el camino a la luz. Y menos mal, porque contemplar las hostilidades con las que conviven los pescadores produce un sentimiento inquietante de desolación y vacío. Una vez alcanzada la playa, cientos de barcas multicolores dirigen su mirada hacia el mismo lugar que yo miro: entre sol y nubes, los mercados improvisados nacen a orillas del mar y la esperanza se abre camino en forma de sustento.

Atardecer en Tanji / L. Adell

Millones de pescados aletean en cubos, cajas, carretillas y manos infantiles que los sostienen con firmeza. Todas las gaviotas del mundo se reúnen en este lugar para cazar a la presa más despistada; los perros cambian su dieta para llenarse el estómago y las cajas de los camiones se llenan de hielo mientras se vacían de vida. Los peces de Tanji están preparados para llegar hasta los hogares de Burkina Faso, Mali y las dos Guineas.

Gambia se presenta ante mi como una fantástica dádiva que no puedo desaprovechar donde, incluso dormir, es una pérdida de tiempo. El camino continúa, la vida sigue. El movimiento no cesa. Atrás queda la jungla y el rio, las historias recogidas en los pueblos remotos, las miradas de los vecinos curiosos y la preciosa luz de las flores de los baobabs.

Aunque el tiempo pasa despacio, el presente se esfuma con ligereza: saber analizarlo con la perspectiva adecuada es el ejercicio más difícil al que se enfrenta el viajero. Como Hemingway, “nunca conocí en África ninguna mañana en que, al despertarme, no fuera feliz”.

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