Marrakech, un viaje por la Koutubia y los misterios del Sahara

Mientras contemplamos el balanceo de los niños que recitan el Corán, al este, entre la civilización y las montañas del Atlas, existe un lugar que nos enseñará a regatear mientras sucumbimos a los atractivos que nos ofrece su puesta de sol. Marruecos es todo luz y fuego. Bienvenidos al desierto.

Salir del riad es un trabajo difícil si el viajero encuentra entre sus paredes la conexión existente entre la tertulia y el disfrute. En este micro mundo de cuento oriental la velocidad se esfuma y siempre es un buen momento para degustar un té cargado de hierbabuena: si es por el día lo acompañaremos con unas tortas integrales de mermelada o miel y, si es por la noche, es importante saborearlo mientras contemplamos la resplandeciente luna menguante de Marrakech.

riad un mundo de libros

La belleza del riad que tanto se esfuerzan en camuflar exteriormente sus dueños, me recuerda a la hermosura de la mujer mora, tan sumamente atractiva que se cubre para no ser vista y tan sumamente respetuosa que se destapa en la intimidad de su vivienda para el disfrute de los suyos. La perfección de ambos elementos compite en elegancia y esmero y, elegir entre uno de los dos, no se me presenta un trabajo complicado. Para mí es, simplemente, imposible.

La literatura convertida en arte

Desde sus azoteas, tan poco valoradas, se pueden distinguir los repetidores telefónicos, los altavoces que le recuerdan al autóctono su religión y las antenas analógicas que se camuflan entre las palmeras artificiales. La terraza del riad es un lugar donde la vida deja de ser privada para convertirse en comunitaria. La primera vez que el escritor Juan Goytisolo (1931-2017) se perdió en Marrakech, encontró el lugar que buscaba. La huida del régimen franquista le llevó a conocer sitios inesperados que trazaron en su imaginación novelas, artículos, ensayos y poemas que fueron tan precisos como su pluma.

Este nómada rebelde acuñó el verbo medinear para referirse al callejeo que se practica en la Medina y consiguió para Marrakech el título de Patrimonio Universal Inmaterial de la Humanidad que salvó a la Plaza Djemáa-el-Fna de los especuladores del ladrillo, conservando así a los contadores de cuentos que iban a ser sustituidos por edificios modernistas.

Juan Goytisolo en Marrakech
Juan Goytisolo en Marrakech

Su implicación con la ciudad no tuvo límites y, una vez que se estableció en ella en el año 1976, solo volvió a su país para recoger premio y títulos de los que hacía poca ostentación pública. Su novela, Makbara (1980) cerraría el viaje progresivo que se inició en Almería con Campos de Níjar (1960) y plantearía el tema del amor individual como principal argumento. Juan Goytisolo se convirtió en el nexo entre Occidente y Oriente y, solo leyendo su obra, es como mejor lo podemos homenajear.

El libro sagrado

Salimos de nuestro jardín, (riad en árabe) para atravesar la famosa plaza comercial Djema-El-Fna contemplando, en todo momento, la espectacular Mezquita de la Koutubia. Si hay un monumento que se distingue desde cualquier esquina de la ciudad ese es el minarete conocido por ser la referencia del arte almohade. Su torre sirvió de inspiración para la construcción de la Giralda de Sevilla y, desde el momento en que las dos edificaciones estuvieron alzadas, pasaron a llamarse Las Hermanas. En lo más alto, el almuecín llama cinco veces a la oración a sus fieles, como dicta el libro sagrado del Corán, escrito en el año 632 de nuestra era.

Interpreto las normas del Islam como una fusión entre los diez mandamientos que Dios le dictó a Moisés y la filosofía de vida que envuelve a la religión hindú. Sus principios morales son beneficiosos para cualquier ser humano que quiera ejercer el bien comunitario y, sus obligaciones religiosas, aplicables a los creyentes practicantes que quieren hacer de la sharia su forma de vida. Reconocer a Alá como Dios único y a Mahoma como su profeta, orar cinco veces al día, dar limosnas para purificarse, ayunar durante los meses de Ramadán y peregrinar a la Meca al menos una vez en la vida son los pilares de su religión.

el coran
El Corán

Dentro del Corán también podemos encontrar en detalle lo que está permitido y lo que está prohibido, los fundamentos de la buena moral y, también, breves historias sobre los Profetas de la antigüedad. Eso sí, no esperen embriagarse con él. El libro sagrado de los musulmanes es un encanto si se oye recitar en árabe y pierde toda su virtud si intentamos entenderlo en solitario. Cualquier interpretación violenta de los textos es una aberración extremista que impregna a los árabes de una fama de la que carecen.

Marrakech a todo color

Si queremos descubrir bien la ciudad, es fundamental cruzar las puertas de la Medina y caminar por la avenida Houman El Fetouaki. La segunda arteria comercial de la ciudad nos conducirá hasta el fantástico Palacio El Badi, rodeado de palmeras exóticas y un gran lago perimetral que abarca todo el complejo. Dirigiéndonos al sur de esta zona, es parada obligatoria visitar las Tumbas Saadies descubiertas en el año 1917 donde está enterrado el sultán Ahmad al-Mansur, el sexto sultán de la dinastía saadi (1578 – 1603) y el más famoso de todos los gobernantes.

Tumbas Saadies
Tumbas Saadies

Si todavía no han finiquitado sus compras, no se preocupen, por el camino nos encontraremos fantásticas tiendas de telas donde sus propietarios cosen a destajo cortinas para sus clientes, comercios donde adquirir productos de cuero de una calidad excelente y alguna clínica dental despistada que le proporciona dentaduras de segunda mano a los vendedores de la plaza Djema-El-Fna.

Alfombras, frutos secos, aceite de argán, especias, medicinas naturales, lámparas y recuerdos. Todo cabe dentro de la mochila del viajero y nada de esto se cuenta en el libro Mimoun (1988), del escritor valenciano Rafael Chirbes (1945 – 2015). Las siluetas encantadas que pueden parecer seductoras a los ojos del viajero atemorizan al protagonista de esta historia y, los elementos exóticos que están a la vista, tacto, oído y olfato del consumidor, para Manuel son completamente desapercibidos porque, según él, Marruecos es algo más que extravagancias.

“Allah Akbar! – había gritado el almuédano, y el grito se había quedado temblando largo tiempo en el mar de sombras.
Yo ignoraba aquella legua, bella y terrible, y no podía confiar en ningún dios. Las palabras del almuédano parecían mostrar objetos que yo nunca había visto, sentimientos que desconocía”.

Rafael Chirbes
Rafael Chirbes

El texto de Chirbes, es una oda autobiográfica que invita a la contemplación del país desde el punto de vista más natural, narrado sin florituras ni pormenores y con una autenticidad que causa dolor. Como sucede en todas las ciudades, no todos vemos los colores con los mismos ojos, sin embargo, para mi, Marrakech es magia en las noches de junio, cuando las flores del jazmín se abren como las estrellas blancas y huelen al perfume del desierto. También es el milagro de las noches de invierno, cuando las últimas brasas de los puestos de comida calientan las manos de los mendigos. Es la alegría que desprenden las mujeres cuando cocinan el cus cus del viernes y también es el silencio, anhelado y pretencioso, que se escucha después del cuarto rezo, entre los últimos rayos del sol y la puesta que lo despide.

¡¡Marrakech!! ¡¡Ay, Marrakech!! Si existe una ciudad que me embelesa, esa eres tú.

Una tierra de película

Camino al desierto de Merzouga y enclavada en el oeste de Marruecos se erige una antigua ciudad imperial cargada de historia y misticismo. Una maravillosa urbe por donde han pasado actores americanos y se han rodado películas míticas. Ait Ben Haddou se extiende como una colmena de barro. Su pueblo, tocado por el color del cielo, se esfuerza por mantener las tradiciones ancestrales mientras los turistas descubren sus intrincadas calles e ingobernables rutas.

Lara Adell con el pañuelo Berebere

Si todavía no le han ofrecido una suculenta cifra de camellos por su hermosura, no se preocupe, ha llegado el momento de escuchar las ofertas de la boca de sus habitantes: hábiles conversadores que le sacaran una sonrisa y le sorprenderán con su habilidad multilingüe. Eso sí, acuérdese de regatear: es importante saber si el palacio donde va a vivir dispone de una o más torres para contemplar la bastedad del desierto.

El Sahara impone su misterio

Más persa que magrebí, el relato de Las mil y una noches es el libro perfecto para poder dominar las dunas del desierto. Si el viajero no está atento a sus sentidos, una borrachera de arena lo envolverá hasta tal punto que será imposible abandonar este sueño dorado, tan cálido, tan abrumador, tan perfecto, tan incómodo.

Perderse entre las olas sesgadas por el viento será un experimento que le anestesiará el cuerpo mientras contempla la extensión del mar de arena. El Sahara es todo el polvo en suspensión que le sobra a la tierra, el vaivén del dromedario que lo dirige hasta el centro de la creación, el té burbujeante que le ofrecerán en el campamento y, posiblemente sea, la experiencia más maravillosa que pueda vivir en este país exótico y gentil.

Lara Adell en el Atlas

Nosotros no somos Sherezade, ni tampoco nos bañamos con pétalos de rosa en el Palacio de las especias, pero el tiempo, tan fiel a los recuerdos, nos hará rememorar miles de cuentos con tal de no salir del embrujo árabe. Música, armonía y haimas decoradas con camas occidentales nos harán desconectar de la tecnología para disfrutar de los sonidos que nos ofrece la naturaleza.

Cuando se haga de día y el viajero compruebe como el movimiento del sol juega con las dimensiones de las sombras, rememoraremos la pasada noche como si se tratara de una visión, inmortalizando los destellos de la luna llena en ese momento mágico en el que el desierto alcanza su total capacidad de seducción. Entonces, amparados bajo la inmensa belleza que supone imaginarnos en un lugar así, descubrimos el verdadero significado de las palabras silencio e inmensidad.

Señores, viajen y lean. Siempre.

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