Para las gentes del desierto el Paraíso es un oasis amurallado colmado de mezquitas, madrazas y palacios engalanados. Para los occidentales Marruecos es un algodón de exotismo con una puerta andalusí que los traslada al pasado, al regateo y a la comida servida en plato hondo.
Fez, entre el cielo y la tierra
Fez es una de las ciudades más definidas del Magreb. Dicen que de ella nace la cultura y la intelectualidad del país, yo creo que el tiempo la mantiene inalterable entre el verdor del valle que la rodea y la corona amurallada que la protege. Contemplar la extensión de la ciudad es un espectáculo si se hace desde el mirador Bordj Nord, donde la prolongación horizontal se hace ostensible y se altera, únicamente, por el delirio vertical que supone el alzamiento de las mezquitas que copan cada esquina.
Disfrutar de Fez en pleno mes de Ramadán es descubrir una ciudad completamente distinta. A veces parece vacía y triste. Otras, ansiosa por escuchar la señal que marca el descanso del ayuno. Si usted asciende hasta el mirador y la tierra es sacudida por el ruido de varios cañonazos, no se altere, al estruendo le seguirá el renacimiento de una población que se muere por probar el primer bocado del día.
La vida a través de los ojos de un niño
Caminar sin rumbo, descubrir sabores, observar a la gente, fotografiar momentos. No tener prisa por disfrutar de la belleza que se oculta detrás de cada azulejo, primos hermanos del alicatado morisco del Mexuar que se exhibe en la bendita Alhambra granadina. Cada barrio es un mundo y cada experiencia, un recuerdo.
Cansada por el uso y la costumbre, el escritor Abdellatif Laâbi (1942) utiliza la ciudad de Fez como escenario para volcar toda su ironía y humor narrando el mundo de su infancia, la escuela, la primera adolescencia y el despertar de la lucha anticolonialista que vivió en su lugar de origen.
Este relato autobiográfico titulado Fez es un espejo (2004) reúne las características esenciales para hacer de la lectura un lugar cómodo y conserva la estructura sencilla de una buena narración. Con las experiencias del escritor descubriremos la vida a través de los ojos de un niño y sabremos cómo la región se convirtió en el centro espiritual y subjetivo del país.
La Medina más grande del mundo
La Medina es una ciudad dentro de una ciudad y cuando el extranjero traspasa sus puertas, se da cuenta de lo perecedero que es el mundo de donde proviene. Nada de lo que ocurre en el interior pasa inadvertido y todo lo que transcurre en el exterior se desvanece. Si el viajero se deja aconsejar las sensaciones que experimentará serán incomparables porque es igual de difícil sortear la amabilidad de los marroquís que orientarse por los laberintos que suponen sus calles interminables.
Los carteles (muchos de ellos colocados sin intencion de despistar al turista) ofrecen poca información sobre el viaje que va a acometer cuando decida entrar en este mercado y regresar al pasado. Porque eso es lo que va a hacer el verdadero buscador de experiencias: un viaje retrospectivo donde volver a la realidad será su mayor y más satisfactorio logro.
Al noroeste de la Plaza Seffarine, entre telares, alfombras y lámparas de latón, se encuentra la curtiduría de Chouwara. Si el viajero se atreve a llegar hasta ella es mucho mejor que lo haga de día y cuando se haya familiarizado con la estructura de la ciudad, sabiendo que la mejor guía no es ni la pregunta al autóctono ni las referencias que ofrece el mapa de papel. La orientación será su única aliada: no la pierdan de vista.
El olor es la puerta de entrada a este mundo tan peculiar como siniestro. Cruzando el puente de piedra, entre La Medina y un riachuelo teñido de horas de trabajo, un espectáculo de colores se abre ante nuestros ojos.
Paguen unas monedas al dueño del edificio que presume de convivir con esta profesión para contemplar el espectáculo a distancia. De esta manera podrá observar todo el proceso del tratamiento que experimenta la piel sin tener que huir por el hedor y, de paso, se garantizará un paseo por el interior de la casa convertida en tienda peletera. No hay mal que por bien no venga. Eso sí, sean siempre agradecidos. La hospitalidad del árabe nace de la parte más noble de su corazón.
La complejidad de la globalización
Hay quienes afirman que el mundo árabe es un enredo de leyes y normas anticuadas al mismo tiempo que obsoletas. Bendito laberinto si, gracias a las diferencias que nos separan podemos descubrir fuentes multicolores con burbujas que parecen lentejuelas y mariposas tan amarillas como el zumo de limón.
Cuando uno oye hablar de religiones enemigas o de diferencias raciales es cuando empieza a desconfiar de los extranjeros. Para huir de la confusión (si es que usted la tiene) el escritor Tahar Ben Jelloun (1947) expone el concepto global de la fe en su obra El Islam explicado a nuestros hijos (2003).
El librito (de 160 páginas) es un manifiesto que trasforma una conversación entre padre e hija en una definición sobre los valores humanos orientado a informar, enseñar y explicar los fundamentos del Islam. Otros títulos imprescindibles del mismo escritor podrían ser Con los ojos bajos (1991) que retrata la madurez desde el exilio o Los náufragos de amor (1998), una fantástica fábula contra la exclusión.
Oriente mágico
Para desplazarnos por este país tan caprichoso como singular podemos optar por la vía común que utilizaría cualquiera de los mortales o, por el contrario, poner todo nuestro empeño en rebuscar entre sus bazares la lámpara que contiene al genio de los tres deseos. No se lo piensen: si la encuentran y el monstruo de su interior está de buen humor, soliciten una alfombra mágica con la que rasgar la noche marroquí. Están en oriente: dejarse seducir por los encantos quiméricos será una manera única de evocar las perlas del pasado.
Deslumbrados por el resplandor de las fachadas que observaban desde sus barcos, los marineros portugueses que atravesaban las costas africanas bautizaron a este poblado magrebí con el sobrenombre de El pueblo de las Casas Blancas. Y con este seudónimo se quedó cuando, pasados los siglos y enamorados de su resplandor, el Protectorado Francés dio forma a los edificios de nueva construcción imprimiendo su sello en cada inmueble.
Casablanca hace honor a su nombre en cada hogar de la localidad. Cosmopolita, occidental y tremendamente amplia, la ciudad se diferencia del resto de los municipios marroquís por ser la más aventajada y actual. Su playa, regada por las aguas del atlántico, y La Mezquita Hassan II, la más grande y moderna del mundo (únicamente superada por La Meca), hacen de ella una metrópoli que se aleja del exotismo del que venimos impregnados.
No obstante, el escritor Pedro Menchén (1952), utilizó esta región, junto con Rabat y Tánger, para basar su novela erótica Te esperaré en Casablanca (2001). Con un personaje principal bastante patético, Menchén nos describe la parte más pudorosa de la vida narrando las sensaciones del cuerpo humano cuando los niveles de éxtasis superan a los de la razón.
El desafío, la provocación y la historia de cientos de jóvenes que se buscan la vida a través del turismo sexual es el argumento principal del libro pero la moneda siempre tiene dos caras. Encontrar la moreleja de esta historia será el trabajo personal del lector si quiere acabar de conectar con la vida de sus protagonistas.
Una ciudad de cine
Nadie del equipo que rodó la película Casablanca (1942) esperaba pasar a la posteridad con este largometraje. El propósito inicial del film era lanzar una epopeya propagandística tras el ataque japonés a Pearl Hearbor en el año 1942, pero la historia de amor se les fue de las manos y acabó convirtiéndose en una de las más famosas del cine norteamericano.
Los que participamos como testigos privilegiados desde la otra orilla, gozamos de sus personajes, su decorado y sus famosas volutas de humo amparados por la oscuridad y la distancia de nuestros hogares. Y, aunque la película no se rodó ni una décima parte en la localidad magrebí, la historia lanzaría a la ciudad de Casablanca a la posteridad.
Para los aficionados extremos (ahora llamados frikis) disponemos del libro Casablanca, notas de cocina del Rick’s Café. En él podemos recrear el ambiente legendario del bar, la preparación minuciosa de los mismos cocteles que pasean los protagonistas y las recetas de los aperitivos, brochetas y ensaladas que se escenifican en la película. Una reliquia gastronómica de coleccionista a un precio completamente asequible.
Azm…
Lugar de encrucijadas, fronteras y purgatorios la ciudad desprende calor, intriga, sensualidad y secreto. Centro comercial y financiero del país, el color de las fachadas cambia pero las personas que las habitan siguen siendo igual de atentas, amables y predispuestas que en el resto de la región.
Pasear se convertirá en una aventura si se paran a degustar los pastelitos de almendra y miel apodados Cuernos de gacela. Pídanse un té y antes de despedirse, échense la mano al pecho y musiten Azm… los árabes se sentirán más agradecidos por sus palabras que por sus monedas.
Y, si después de todo el recorrido, no les acaba de encantar el ambiente legendario de Casablanca, ya saben… Siempre les quedará París.