Mekong, el rio de los mil nombres

Río Mekong a su paso por Birmania
photo_camera Río Mekong a su paso por Birmania
El cauce del Mekong se precipita desde 5000 metros de altura en las montañas del Tíbet. El ruido que nace de su garganta es atronador y su violencia, extrema.

El sudeste asiático ha sido una tierra repleta de ciudades olvidadas y de fugaces imperios cuyos vestigios han saludado al paso del tiempo. De tribus perdidas en mitad de la selva, de leyendas tropicales y de horror.

La herida abierta que enquistaron las batallas bélicas está presente en sus habitantes de la misma manera que las tragedias de la barbarie humana se bañan a diario en uno de los rios más importantes del mundo.   

El Mekong es el protagonista y el testigo directo de esta tierra y, con una longitud de 4880 kilómetros, se convierte en el octavo rio más largo del mundo. En él anidan las sonrisas y las lágrimas de media humanidad y sobre él se posan los relatos de los escritores que han surcado sus aguas en busca de sus misterios.

El alma libre del periodista Manuel Leguineche (1941-2014) afirmaba que viajar era pasear un sueño y hoy vamos a discurrir por esta quimera en los países donde rompen sus aguas.

CHINA, LAOS, MYANMAR Y TAILANDIA SON ATRAVESADOS POR EL RIO MEKONG

El cauce del Mekong se precipita desde 5000 metros de altura en las montañas del Tíbet. El ruido que nace de su garganta es atronador y su violencia, extrema. Los monjes tibetanos, conectados con un hilo invisible a la naturaleza inhóspita del lugar, contribuyeron a su primer nombre bautizándolo Dza Chu, Agua que nace en los peñascos.

Sin embargo, la exploración del nacimiento del Mekong ha sido, por razones topográficas y policitas, relegada al olvido. No fue hasta el año 1997 que el antropólogo, etnólogo y viajero Michel Peissel (1937 – 2011) anunció que había descubierto su nacimiento.

En su libro Los últimos bárbaros: El descubrimiento de la cabecera del Mekong en el Tíbet (Península, 1999), narra las aventuras y desventuras por el Himalaya y ubica al lector en una tierra donde la veneración a la naturaleza y la conexión con el medio ambiente se convierte en la filosofía de vida de la gente que la habita.

Aunque este volumen solo se encuentra actualmente en el mercado de segunda mano, vale la pena la inmersión en su lectura para caminar por los parajes legendarios de las montañas tibetanas.

RIO MEKONG A SU PASO POR VIETNAM

Las extremas variaciones de las estaciones del año hacen que a su paso por China conozcan al Mekong por ser el Rio Turbulento y, cuando se adentra en Laos, los habitantes del lugar unieron las palabras Mae, que significa madre y Kong, agua, para reconocerlo como La Madre de las Aguas.

Javier Nart (1947) abre las puertas de un universo desconocido, como ya lo hicieron los grandes viajeros ingleses, para adentrarse en los caudales que riegan sus aguas.

Viaje el Mekong: Cabalgando el dragón por Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam (Península, 2001) es más que un libro: es un dibujo que el tiempo y la cultura han marcado sobre la vertiente de su población.

La danza entre las ciudades que lo rodean y los pueblos que lo habitan es un baile de sensaciones que el escritor y su hijo viven con humor e ironía, describiendo con extrema precisión su recorrido, poniendo énfasis en la política y “burrocracia” del lugar, y venerando con ternura a la población local. La narración es extraordinaria. La unión familia, lo mejor.

RIO MEKONG A SU PASO POR EL MERCADO FLOTANTE DE VIETMAN

Siguiendo su cauce, el Mekong se convierte en Camboya en Agua Grande: la existencia de rápidos y cascadas hacen de la navegación un ejercicio complicado y, en tierras vietnamitas, el rio de Los Nueve dragones representa el omnipresente ciclo de la vida y los afluentes donde acaba muriendo.

Como dijo el periodista José Luis Meneses (1949) a su vuelta de Asia “puestos a ponerle nombres, yo le pondré el del séptimo día, Domingo, para reivindicar su derecho al merecido descanso”.

Una opaca lengua atraviesa China, Birmania (Myanmar), Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam. El escaso desnivel del Mekong lo convierte en un lugar aparentemente apacible, pero, nada más lejos de la realidad.

El navegante, barquero o pescador que cruza sus aguas, las respeta y las teme. Sabe que puede convertirse en una tumba perturbadora. Rápidos, remolinos, troncos a la deriva, arenas movedizas y rocas indetectables hacen del afluente un brutal cauce donde confluyen la vida y la muerte.

En este rio inició su relato Marguerite Duras (1914 – 1996) y, también en él lo finalizó y, con su desdichada historia de amor, no solo envejeció la protagonista de la historia sino todos los lectores que, después de leer El amante (1984), nos quedamos solos, perdidos, agotados y desamparados, navegando por un cauce terroso y marrón hacia la desdicha occidental. 

Y desde Occidente llegó Jon Swain (1948) cuando Indochina estaba en guerra y en Camboya le secuestraron el alma para siempre “la simplicidad de las aldeas a la orilla del Mekong, rodeadas de bananeros, cocoteros y mangos… el esplendor de la jungla; los arrozales, verdes como prados…” Su libro El rio del tiempo (Gatopardo, 2018) es una fusión entre el abrigo caliente de la amante y la reconciliación con los miedos del pasado.

MEKONG EN LA FRONTERA DE TRES PAISES

La literatura sobre este lugar es tan extensa como su caudal. No hemos llegado al final del recorrido, ni si quiera vislumbramos su desembocadura cuando el sonido de unos platillos se fusiona con la música de las flautas birmanas. En esta zona el Mekong pasa ligeramente desapercibido, sin embargo, la desviación fluvial inicia el trayecto de una nueva aventura.

Les invito a desembarcar en un país donde las sombras de los viandantes están marcadas por la corriente, donde su presidenta Aun San Suu Kyi (1945) fue Premio Nobel de la Paz en el año 1991 y donde George Orwell (1903-1950) basó su famosa novela distópica, 1984.

Como dijo el escritor Paul Theroux (1941) “los turistas no saben dónde han estado. Los viajeros no saben hacia donde están yendo”.

Comentarios