Brasil, Mozambique, Goa o Macao (nada menos) fueron algunas de las cientos de ciudades conquistadas (y subyugadas) por nuestro vecino portugués en un momento en el que las expediciones a otros continentes se pusieron de moda. Actualmente, nuestro siglo nos permite disfrutar del crecimiento de los fantásticos youtubers e instgramers que, aunque son una plaga mucho menos inteligente, es notablemente más pacífica.
Después de superar las invasiones germánicas, árabes y españolas, los portugueses se convirtieron en pioneros de la navegación enviando diversas expediciones orquestadas por los famosos Vasco de Gama o Pedro Cabral, que avistaron tierras brasileñas imitando el grito de nuestro querido marinerito testosterónico, Cristobal Colón. Estas navegaciones abrieron grandes rutas de comercio en los océanos Atlántico, Índico y Pacífico como bien lo relata David Birmingham (1938) en su completo libro Historia de Portugal (1995).
La historia parece superficial si tratamos de comprimirla en pocas líneas, pero embarcase en el pasado ávido de Portugal es un viaje increíble que nos habla de la capacidad de ampliación que tenía nuestro país vecino para sumar terreno a toda costa.
Historia del presente
Después de lidiar en mil y una guerras para proteger sus imperios, Portugal fue el último país europeo en aceptar la independencia de sus colonias tras la Segunda Guerra Mundial. Con Salazar en el poder, la dictadura sumergió al pueblo en las desdichas que emborronan todos los absolutismos y lo obligó, en el año 1974, a revolverse en contra de su propio gobierno.

El levantamiento militar que provocó la caída de la dictadura puso fin al colonialismo y a las guerras en África, abriendo paso a un estado libre y democrático. La biografía del político Marcello Caetano (1906-1980) muestra su dilatada carrera en el Estado Novo (llamado así al último periodo del Régimen de Salazar), en su libro Testimonio (1975).
El último dictador portugués relata las complejas relaciones que sostuvo con su antecesor, su permanente espíritu crítico con el gobierno y su posición reformista que trataría de llevar a cabo sin éxito cuando, en 1968, sucedió a Salazar en el poder. Un tratado político que, más que aleccionar al pueblo, concluye con una vuelta de tuerca a la historia.
La Revolución de los claveles
No hubo violencia, ni gritos, ni ansiedad. La jornada del 25 de Abril de 1974, el ejército portugués finiquitaba una dictadura de 48 años a golpe de canciones, flores y abrazos. El Estado y el mundo entero, era testigo de un alzamiento político sin precedentes.
Alérgicos a la brusquedad, los lusos adoptaron el concepto de Revolución en un levantamiento pacifico donde el ejército se dispersó por diferentes enclaves de la capital para derrocar a un Estado que, hasta ese momento, había dominado, envejecido y anquilosado al país. A pocos kilómetros, el resto de Europa (menos España) prosperaba en plena efervescencia cultural, social e intelectual.
La marcha de las flores
En el libro Abril 25, el sueño domesticado (1999), Moisés Cayetano Rodríguez (1977) y Moisés Cayetano Rosado (1951) narran cómo fue uno de los hitos de aquellas concentraciones cuando describen la escena: “una multitud se bañaba en claveles”. La imaginación corre rápida por las neuronas del lector: de camino a sus posiciones, los soldados compraron todos los claveles de los que disponían las floristas de las calles para engarzarlos en sus fusiles en señal de NO VIOLENCIA.

Democratizar, descolonizar y desarrollar se convirtió en el lema y programa que abanderaron los capitanes revolucionaros. Tras este suceso victorioso, la crisis no los abandonó de inmediato, pero se inició un proceso en el que se obtuvieron conquistas sobre la sanidad, la educación o la emancipación de la mujer. El mañana se presentaba como un océano abierto o, por lo menos, así lo describe Antonio Spinola (1910 - 1996), militar, político y primer presidente de la República Portuguesa en su libro Portugal y el Futuro: análisis de la coyuntura nacional (1974).
Al país solo le quedaba jugar una carta que había ignorado durante mucho tiempo: anclarse a Europa y esperar los cambios trazando un nuevo camino.
Mil y una historias

Nació en Lisboa en el año 1942, estudió la carrera de medicina, sirvió en el ejército durante la Guerra de Angola y abandonó la psiquiatría para dedicarse plenamente a desarrollar una carrera literaria de extraordinaria brillantez y ambición. No he encontrado a un escritor portugués que abarque tantos temas con su literatura y que, al mismo tiempo, sea tan certero en la elección de sus argumentos.
Antonio Lobo Antunes (1942) se desmarca con su estilo y establece una cadena de historias con pinceladas autobiografías que permiten al lector conocer Portugal a través de sus diferentes etapas. Estoy agradecida de haberlo leído con pasión y avidez.
Portugal “no es coraje, es elegancia”
En sus Libros de crónicas (tres publicados hasta el momento), el escritor reúne los textos de sus experiencias con una memoria exquisita que analiza el oficio de escritor y las dudas que lo asaltan cuando se enfrenta a una nueva narración (nada nuevo que no nos pase a diario a los juntaletras: “¿seré capaz?”).
Con ese físico tan característicamente borgiano pero tirando a bello, Lobo Antunes ha llegado a publicar una treintena de libros y la selección de alguno de ellos se hace tan o igual de difícil que sacar a pasear al perro un día de lluvia. Ambas elecciones las hago por devoción.
Manual de inquisidores (1996) ha sido una lectura fundamental para completar este artículo y entender la dictadura de Salazar de forma dinámica, Comisión de las lágrimas (2011) es el relato desgarrador de una mujer en plena guerra angoleña y El archipiélago del insomnio (2008) narra la historia de tres generaciones de una misma familia en un entorno rural y las tormentosas relaciones entre sus miembros.
Estas tres historias elegidas al azar de mi biblioteca comparten una única peculiaridad: son complemente distintas entre sí y ejemplifican la trayectoria múltiple del escritor luso. Queridos lectores, cuando alguien les diga que la cultura no ocupa lugar, no le crean. Lo único que tienen que hacer es saber elegir bien.
La revolución de las letras

A través de la literatura, la carretera y la ilusión, he conocido un país dinámico en su estructura y divertido en su concepto. Amable, dedicado y digno, Portugal es la esencia de la humildad y sus escritores son, sin ninguna duda, la mejor forma de interpretarlo.
Los heterónimos de Fernando Pessoa nos descubren a un hombre complejo y terriblemente inteligente que necesitó multiplicar su personalidad para poder escribir varias vidas, José Saramago es el arte hecho prosa, y el polifacético Lobo Antunes narra a través de la imaginación la historia de su país. Ellos son un claro ejemplo de la calidad literaria lusa y la constatación intangible de que las fronteras que nos unen con el país vecino son más grandes que las diferencias que nos separan.
Ahora solo tienen que cerrar los ojos con fuerza, cruzar los dedos y pedirle a este año 2021 que, entre tantas cosas buenas que nos va a traer, nos regale la posibilidad de poder viajar. Felices fiestas y feliz año.