Primera parada, Birmania

Templos en la provincia de Bagan, Birmania
photo_camera Templos en la provincia de Bagan, Birmania
Apenas hemos comenzado nuestro recorrido por el sudeste asiático cuando el rio Mekong alcanza el Triángulo de Oro: la frontera natural entre Laos, Tailandia y Myanmar. El tercer límite lo marca Myanmar, la preciosa y hostigada Birmania

Apenas hemos comenzado nuestro recorrido por el sudeste asiático cuando el rio Mekong alcanza el Triángulo de Oro: la frontera natural entre Laos, Tailandia y Myanmar. Si levantamos la vista y brujuleamos entre el paisaje, un buda dorado se reclina sobre la orilla del rio, dando la bienvenida a aquellos pasajeros que quieran desembarcar y adentrarse en el paraíso tailandés. Si seguimos hurgando entre los arrozales, cientos de metros cuadrados de campos siembran las orillas del rio, donde los laosianos creen que habitan unas enormes serpientes protectoras llamadas nagas con las que es imprescindible llevarse bien. Como afirma el escritor Javier Nart, “Cuandola ciencia es huérfana, los miedos cubren el espacio de la ignorancia”.  

Estamos en medio de dos de las tres fronteras de este peculiar Triangulo. El tercer límite lo marca Myanmar, la preciosa y hostigada Birmania, que se abre paso entre templos milenarios y conflictos políticos. Todavía no he afianzado el paso cuando veo las pagodas que brotan silvestres como si fueran castillos de arena mojada recién exprimidos por la mano de un niño, huelo la comida callejera cargada de mil y un condimentos, y destapo la cajita de dopamina que transmite el flujo de la felicidad a todo mi cuerpo. Descubrir diferentes lugares es la demostración de que el mundo es más sencillo que las teorías indemostrables; el mundo es real y verdadero.

Birmania, Myanmar. He llegado Sin billete de vuelta (Círculo de Tiza, 2021) como ya lo hiciera el escritor Baltasar Montaño (1971) para recorrer esta tierra sin prisa y con letras, obviando el exceso fotográfico y pensando en escribir las experiencias recogidas en mi segundo cuaderno de bitácora. Confío en mis impresiones. Descarto los prejuicios. Viajo libre, con una mochila cargada de ilusión y un diccionario repleto de miradas. Myanmar, Birmania. Atrás queda el Mekong. Delante se vislumbra el objetivo: viajar para vivir, vivir para contar.

Hace 13000 años los birmanos ocuparon la región del sudeste asiático. Sin embargo, no fue hasta el S. I a.C cuando empezaron a registrarse los primeros datos geográficos, étnicos y culturales sobre el lugar en cuestión. La influencia hinduista y budista, así como las conquistas y derrotas hasta el S.XVI comenzaron a darle forma a un territorio rasgado por la biodiversidad cultural y paisajística: montañas, cordilleras, mesetas y templos. Muchos tempos.

El contexto histórico sitúa a Myanmar como una región de tradición y geografía torturadas. Con la independencia del gobierno inglés en el año 1948 parecía que el país se hallaba en la tímida senda de la democracia, pero nada más lejos de la realidad: un régimen militar y autoritario entraría en el poder para gobernarlo con extrema dureza durante más de cuarenta años.

RETRATO DE UNA MUJER ASIATICA EN MANDALAY, MYANMAR

En el año 1989, bajo una crisis interna de violencia extrema, los dirigentes políticos decidieron cambiar el nombre del país y pasaron de ser Birmania a Unión de Myanmar y, solo un año después, celebraron las primeras elecciones libres con un resultado pésimo: la hija de Aung San (1915 – 1947), el héroe de la revolución birmana, ganó por mayoría. Como si se tratara de un malabarismo barato, de una mala jugada o simplemente de la expresión exagerada de la codicia humana, los militares se negaron a abandonar el poder y sometieron a la “nueva Presidenta” a un arresto domiciliario que duró dieciséis años.

Aung San Suu Kyi (1945), Premio Nobel por la Paz (1971), política, activista y diplomática, escribió varios libros durante su encierro entre los que se encuentran Libres del miedo y otros escritos (Galaxia Gutenberg, 1994) y Cartas desde Birmania (Circe Ediciones, 1998) donde relató la situación de su país y denunció uno de los efectos más insidiosos del gobierno militar: distorsionar la verdad y escribir (y reescribir) la historia a su favor.

PUENTE SOBRE EL RIO MEKONG

Myanmar es un país extremadamente sometido y pobre, plagado de recientes conflictos y crueles dictaduras, donde casi nada funciona o al menos no funciona como nuestra encorsetada mentalidad occidental podría esperar que lo hiciera. Pero también es un país hermoso como ninguno, uno de los más espirituales de sudeste asiático, un destino que te hace dar un salto en el tiempo, un lugar con miles de singularidades cuyos habitantes destruyen la crueldad con sus sonrisas.  

En Birmania vivió y trabajó como policía el gran George Orwell (1903 – 1950), uno de los escritores más conocidos del S.XX, padre de la novela distópica, ensayista, dramaturgo, maestro de maestros, periodista y crítico inglés. Con su biografía y el preciso y precioso libro de Emma Larkin, Historias secretas de Brimania (Altaïr, 2004) me voy a dormir escuchando los ruidos de la ciudad de fondo y especulando con la mañana del mañana, momento que dedicaré a recorrer este país con los ojos, los pies y las manos del fantástico George Orwell.  ¿Me acompañan?

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