Ucrania, el tiempo no cura todas las heridas

Ucrania, el tiempo no cura todas las heridas
photo_camera Ucrania, el tiempo no cura todas las heridas
La Ucrania postsoviética sangra y cada día se abren nuevas fracturas. Aprender del pasado es una tarea para la que, parece ser, todavía no estamos preparados.

Un tramo de la vía férrea del país serpentea a través del bosque verde en la ciudad de Klevan. Bautizado como El túnel del amor, el follaje espectacular que lo rodea se ha creado debido al vaivén de los trenes que circulan por la zona.

Su esplendor se conserva en pinturas y fotografías, y su paseo es tan interesante como bonito: aunque en la actualidad se le pueda considerar un lugar romántico cargado de buena energía, durante la guerra fría fue un importante punto de transporte de suministros militares y nucleares.

Túnel del amor

Ucrania vive en un cruce de influencias entre Europa y Rusia, es uno de los países con los ingresos más bajo de Europa, sus habitantes tienen pocas oportunidades para hacer prosperar un negocio propio y existe una nula inversión extranjera.

En el libro Rusia frente a Ucrania. Imperios, Pueblo, Energía (Catarata, 2014)el profesor de ciencias políticas Carlos Taibo (1956) repasa la historia de ambos países y centra su ensayo en el desarrollo de Ucrania, su infraestructura, la política exterior, la crisis de 2014 y el contencioso de Crimea. El análisis certero y cargado de datos está ampliado en la última edición publicada en enero de 2022 y es de lectura obligatoria si el lector quiere comprender el presente escenario bélico.

Alrededores del túnel del amor

Como pasa en la mayoría de los casos donde la actualidad centra su ojo, Ucrania ha sufrido “la maldición de los titulares”, siendo conocida exclusivamente por los asuntos políticos. Sin embargo, el país ofrece mucho más que epígrafes agresivos: Ucrania es un lugar de contrastes entre la modernidad y la espiritualidad, con ciudades vibrantes y cosmopolitas que disfruta de paisajes rurales esplendidos y cuya hospitalidad local sorprende al extranjero invitándolo a sentirse como en casa.

En pleno centro de la ciudad de Kiev, a tan solo unos metros del Monasterio de las Cuevas y solapado al rio Dnieper, se encuentra una de las burbujas verdes de la ciudad y uno de los parques más emblemáticos y representativos de su historia.

En el Vichnoy Slavy, o Eterno parque de La Gloria, luce el memorial por las víctimas del “Holodomor”. Entre los caminos de recuerdos y flores se alza un monumento de 30 metros de altura con forma de vela y el Hall of Memory, una sala subterránea donde se exponen objetos y se proyectan documentales. Sin embargo, la pequeña estatua de una niña de mirada triste sosteniendo un puñado de trigo es el emblema de este jardín.

Parque Vichnoy Slavy

El ilustrador Igort retrató el horror que provocó el “Holodomor” en los años treinta en su novela gráfica Cuadernos ucranianos (Salamandra Graphic, 2011) narrando la matanza sufrida por el pueblo ucraniano a manos del asesino Iósef Stalin (1879 – 1953).

Tras la colectivización de la agricultura y el apropiamiento de las tierras, las cosechas empezaron a caer en picado y la población comenzó a robar su propia comida. El desenlace se acercaba en forma de pesadilla: Stalin rechazó cualquier tipo de ayuda internacional que supusiera el mantenimiento de su pueblo y castigó a sus habitantes con penas de prisión en Siberia.

La inanición se acomodó en las casas, los cadáveres salieron por la puerta y el canibalismo irrumpió entre los ucranianos. Parece una película de terror, pero es otro de los pasajes que han tenido que sufrir los ucranianos: padres que vendían sus hijos e hijos que se prostituían para dar de comer a sus padres. En la actualidad todavía no se sabe el número exacto de víctimas: la cifra varía entre cuatro y siete millones de muertos. 

Masacre provocada por la hambruna

La escritora y ganadora del Premio Pulitzer Anne Applebaum (1964) arroja luz sobre uno de los genocidios más atroces de la historia de Europa y describe la esencia del mal en su libro Hambruna Roja. La guerra de Stalin contra Ucrania (Debate, 2019). Visitar el parque Vichnoy Slavy es recordar el horror teniendo presente a las víctimas.

Si el viajero hubiera aterrizado en la ciudad de Kiev cuatro semanas antes de la escritura de este articulo seguramente se habría encontrado con un grupo de música tocando en la calle mientras una pareja de jóvenes se enamora mirando el impresionante monasterio de Pechersk Lavra o más conocido como Monasterio de las Cuevas.

Monasterio de las Cuevas

El conjunto, formado por varias iglesias y tumbas del cristianismo ortodoxo ucraniano del siglo XI, es un marco incomparable donde sus cúpulas doradas y relucientes cieganal mismísimo Dios. Eso sí, los jardines pasarían desapercibidos si los comparáramos con los monjes de larguísimas barbas tolstoianas que pasean entre sus cipreses y manzanos.

Accediendo a las entrañas del templo se pueden visitar las cuevas donde los sepulcros de los santos ortodoxos intentan descansar entre los llantos de los feligreses que rezan a lágrima viva. Cuando el viajero transita por la ultratumba no sabe que es sensación es más espeluznante, si pasear entre las reliquias religiosas o soportar los sonidos que produce este fervor desmedido.

El escritor Luis Pancorbo (1946) describe en su libro Del mar negro al mar Baltico: caminos y letras (Almuzara, 2014) su visita al Monasterio de las Cuevas de Kiev y la historia reducida de la ciudad por la que transita.

La sorpresa de su relato recae en las profundidades de esta tierra. El escritor, seducido ante la idea de encontrarse en la aldea donde nació Joseph Conrad (1857 – 1924), visita Terechowa de camino a la región de Poltava y recorre los lugares en los que se inspiró el icónico Nicolai Gogol (1809 – 1852) para escribir sus textos.

Casa de las Quimeras

Kiev es espléndida y de ella podríamos destacar el paseo por el rio, la Puerta Dorada, la Catedral de Santa Sofia, la de San Vladimir, la de San Miguel, los museos de historia y tradiciones ucranianas o la Casa con Quimeras, un impresionante edificio art nouveau que fue construido en 1901 por el arquitecto polaco Wladyslaw Horodecki (1863 – 1930), considerado el “Gaudi de Kiev”.

Por Ucrania atraviesan los montes Cárpatos y su extensión alcanza hasta el mar de Azov. Los colores de su bandera se utilizan desde hace un milenio como símbolo de esas tierras y representan el azul del cielo y el amarillo de los vastos campos de trigo del país, "personificando a Ucrania y los ucranianos como lo que son: amantes de la libertad, independientes, valientes y vibrantes”.

El legado histórico y arquitectónico sumado a su hermosa naturaleza le ha otorgado a Ucrania siete lugares considerados patrimonio de la humanidad por la Unesco y el calidoscopio que ofrecen sus diferentes ciudades la dota de una riqueza y abundancia digna de admiración, sin embargo, el tiempo no cura todas las heridas.

La Ucrania independiente y postsoviética sangra y cada día se abren nuevas fracturas. Aprender del pasado es una tarea para la que, parece ser, todavía no estamos preparados.

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