Mientras una minoría alterada y extremadamente violenta se dedica a jugar al "pilla-pilla" con los cuerpos policiales, quemando coches, contenedores y destrozando todo lo que encuentra a su paso, otra gran mayoría de independentistas marchan desde el miércoles en las que han bautizado como "Marchas por la Libertad". Mientras unos provocan el llanto de Barcelona y las demás capitales catalanas, los otros, en solidaridad, andan hacia la capital, destrozada por los primeros.
Organizadas por la ANC y Òmnium Cultural, cinco columnas humanas andan desde este miércoles a ritmo de cánticos y consignas que se lanzan al unísono. Desde Tarragona, Tàrrega, Berga, Vic y Girona, más de 30.000 personas se han unido en una nueva forma de protesta: andar por todo el territorio hasta concentrarse en Barcelona. Ni el calor ni el cansancio han sido impedimento.
Centenares de voluntarios han preparado las comidas, las cenas y las paradas de avituallamiento. Decenas de empresas, instituciones y particulares han ofrecido sus servicios o instalaciones de manera altruista para que las marchas transcurrieran sin altercados —cabe recordar, que miles de los caminantes han dormido en pabellones ofrecidos por los ayuntamientos de las localidades donde se hacía noche—. Y miles de catalanes se han unido con una única voluntad: manifestar su rechazo a la sentencia de forma pacífica.
Cuando confluyan en Barcelona, aproximadamente hoy al mediodía, las cinco columnas habrán recorrido cerca de 100 kilómetros. Quizá llegarán con dolor de pies, alguna que otra llaga y mucho cansancio, pero grandes y pequeños empezaron este miércoles las marchas con ilusión y ganas de demostrar que el independentismo es un movimiento pacífico, solidario y altruista.
Ilusión en el punto de avituallamiento
Eltaquigrafo.com se trasladó este jueves hasta el Coll de la Manya en la intersección entre la C-352 y la C-17, donde un punto de avituallamiento esperaba la llegada de los caminantes. Había nervios, llevaban un par de días organizándolo para que todo saliese perfecto. "¿Habrá agua para todos? Y, ¿vasos? ¿Ponemos ya la música?" Rafa ha organizado todo el cotarro aquí, en Coll de la Manya, y cuando ve a los primeros participantes, su cara se llena de ilusión. Habla con algunos de ellos, les pregunta de dónde han venido y con un desparpajo que hasta ahora no había mostrado, va cantando con el micro las canciones que suenan en los altavoces. ¿El resultado? Un éxito. No sólo por la organización, sino por la ilusión que cada uno de los voluntarios depositó para que todo saliese bien.
Sigfrid, coordinador de la Agrupación de Defensa Forestal (ADF) "La Alzina" del Vallès Oriental y el Valles Occidental, acompañado de todo su equipo, espera también en el Coll de la Manya la llegada de la marcha. Todo su equipo se ha prestado de manera voluntaria para brindar un servicio de prevención y cuidado de los espacios naturales por los que pasa la marcha, así como para prestar ayuda sanitaria y realizar maniobras de primeros auxilios, en el caso de que fueran necesarias. Nadie se lo ha pedido, pero creen en la causa. Son los primeros en llegar y los últimos en irse. No les importa, lo hacen de corazón.
Tras algunos kilómetros andados
Dos hermanas de Centelles andan cargadas con las mochilas de montaña, el saco de dormir colgado y los palos de excursionista. Tienen calor, porque a pesar de estar a mediados de octubre, el sol pica con ganas. Ambas durmieron la primera noche en La Garriga y esperaban dormir en Sant Quirze del Vallès. Aseguran que se apuntaron a última hora, lo decidieron tras conocer la sentencia. Por eso, buscaron los utensilios del camping y, sin pensárselo dos veces, empezaron a andar. Han dejado a sus hijos con sus maridos, quienes nos aseguran, entre risas, andan buscándolas cada vez que la marcha sale por televisión.
Unos kilómetros más allá, nos encontramos con unas señoras de Mollet del Vallès. Están sujetando a una de ellas que, subida en un bolardo de la C-17, ilustra una imagen que recordarán, dice, para siempre. A sus espaldas se alzaban más de 10.000 personas cantando els Segadors, mientras andaban. Cuando prosiguen la marcha explican que son jubiladas y que han venido con toda la familia. Y lo cierto, es que el ambiente es ampliamente familiar. Se levantaron pronto, muy pronto, y se acercaron hasta La Garriga, desde donde se emprendía el segundo día de marcha. Una de ellas, la más mayor, recuerda que ya asistió con su hijo, siendo pequeño, a la manifestación de 1976 para reivindicar el estatuto de autonomía. Ahora, dice, está emocionada por haber ido con sus nietos.
Los participantes andan, cantan, toman fotografías y aplauden en los puntos de avituallamiento o cuando se cruzan con trabajadores que han dejado sus puestos de trabajo para saludar y animar a los caminantes. Pero sin duda, uno de ellos llama la atención. Más que el resto. La gente se paraba incluso a darle la mano. A la llegada a Parets del Vallès, un hombre, subido encima de un "quitamiedo" de metal, llevaba un cartel de bienvenida a Parets, mientras iba diciendo: "Bienvenidos a Parets, pueblo natal de Jordi Turull".
Fiesta a la hora de comer
La tónica general fue festiva durante todo el trayecto, pero ésta se incrementó durante la hora de la comida, momento de coger fuerzas para seguir. Una decena de tenderetes esperaban la llegada de los caminantes. No hay precio establecido, se ofrece la voluntad. Bocadillos de todo tipo, macarrones, agua y vino. Los integrantes de la marcha agradecen todo el trabajo de los voluntarios, aseguran que no les ha faltado de nada en ningún momento. El ambiente fue pacífico y la gente se mostraba unida.
Al lado de las paradas de comida, había un espacio boscoso con sillas y árboles que hacían sombra. Después de tantas horas bajo el sol se agradece. Algunos tocaban la guitarra mientras el resto cantaba, otros se tumbaron en el césped a descansar unos minutos, y los pequeños jugaban entre los árboles. Era una manifestación, lo era; era una protesta, sí, pero nada que ver con lo vivido en Barcelona las últimas noches, al finalizar los actos convocados.
"Somos gente de paz" repetían. "La violencia extrema vivida en Barcelona estos días, no nos representa" añadían. Y, entre sombras, bocadillos, esteladas y música de fondo volvían a levantarse para emprender la marcha. Esta mañana, este grupo de gente, salido de Vic el pasado miércoles, se han levantado en Sant Quirze del Vallès, dispuestos a finalizar la marcha de unos 100 kilómetros y demostrar a quienes piensan lo contrario, que en el independentismo sigue habiendo una gran mayoría que se moviliza en paz.