No es nuevo afirmar que el suicidio policial es una lacra social, un problema incrustado desde hace años. No existen cifras oficiales por parte de las instituciones, tampoco recursos humanos ni medios suficientes para hacer frente a una realidad silenciada que en el corriente año ya se ha llevado a 35 agentes de todos los cuerpos policiales. En los últimos 20 años se han quitado la vida más de 450 agentes, siendo el año 2017 el más desolador con 46 bajas. Estas son las cifras que maneja la Asociación Andaluza Preventiva del Suicidio Policial (AAPSP), una asociación sin ánimo de lucro que aboga por instaurar protocolos y medios que ayuden a quienes se encuentran en riesgo.
Su presidente, Alberto Martín Ruiz, ex policía jubilado de la Ertzaintza, afirma que los patrones del suicidio policial siguen siendo los mismos a los de hace unos años: “ocultismo, no ejercer bien los planes de prevención de cada cuerpo policial y dejar en manos, muchas veces, de psicólogos externos conductas que debería asumir la institución”.
Una solución eterna a un problema temporal
El estrés laboral y el deterioro marcan el fin de muchas carreras policiales. F.M., un agente de Policía Nacional jubilado, se vio en esa situación. El estrés continuo y la presión de varias intervenciones en la que estuvo en juego su propia vida –lo apuntaron con una pistola en su sien- marcaron el declive de su trayectoria en el cuerpo. Sumado a esto, también aparecieron problemas matrimoniales que actuaron como detonante de su ideación suicida. Tras 28 años en el cuerpo y un año de baja y alta intermitente, el Tribunal Médico decidió su jubilación absoluta.
El suicidio es la respuesta a un pensamiento gestado en el tiempo en el que el individuo, inmerso en una situación de crisis vital, no dispone de los recursos personales suficientes para superarla. En este sentido, Juanjo Fernández Díez, Oficial de Policía Nacional jubilado, psicólogo de emergencias y colaborador en la creación del Protocolo de Prevención de Suicidios en la Policía Nacional, sostiene que “la ideación suicida aparece cuando el dolor psicológico por un problema se vuelve insoportable y la persona solo ve que la única forma de acabar con el es a través de la muerte”.
Lo que muchos saben, pero pocos reconocen, es que los problemas laborales acaban contaminando la esfera social y familiar y viceversa. Tal y como afirma el ex Oficial de Policía “en los casos de suicidio intervienen múltiples factores interconectados entre sí. Generalmente no se da uno, sino que el suicidio acaba siendo una respuesta al conjunto de factores personales, laborales y situacionales que rodean a la persona”.
Realidad incómoda
El suicidio es un problema que corroe a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por la presión a la que están sometidos, las intervenciones a las que están expuestos y la lucha interna que libran a diario para cumplir con su deber de servir y proteger. De hecho, según los datos aportados por Alberto, la ratio de suicidio policial es un 2,6 más que la del resto de profesionales y aclara que “hablamos de personas que conviven con los 20 peores minutos de otra persona y luego nadie tiene tiempo para ellos. Ni tiempo ni dinero, ni herramientas ni ganas”.
No son superhombres, aunque esa imagen que proyectan y que erróneamente hemos asumido a veces frena su intento de pedir ayuda. “El policía acaba creyendo que es muy capaz para todo y no pide ayuda porque piensa que lo puede resolver por su cuenta”, sostiene Juanjo.
Por su parte, Alberto explica que “cuando uno sale de una academia, sale con un armazón que le impide mostrar los sentimientos porque piensa que debe mostrarse así”. Pese a todo, reconoce que “los agentes hablan, pero lo hacen fuera”.
Impotencia, rabia y dolor
Asumir la condición de superhombre no es la solución. Tampoco señalar a quienes piden ayuda, ni estigmatizar o desplazar a quienes tienen problemas. El compañerismo es un factor protector para el policía, una de las herramientas más poderosas para frenar el avance del suicidio policial. De hecho, tal y como apunta Juanjo, en aquellas unidades en las que hay más compañerismo hay menos problemas y bajas psicológicas.
Sin embargo, no siempre es fácil identificar las señales del compañero que en su interior pide ayuda a gritos. “Pueden haber señales en determinadas personas, pero en la policía en general no suelen manifestarse”, apunta el psicólogo. Para evitar caer en el olvido y llegar a tiempo, la AAPSP apuesta por un “centro de readaptación para una vida estable y sin fisuras donde cualquier compañero y compañera sea atendido las 24 horas del día dependiendo de las necesidades que su estado suponga”.
Falta de medios y recursos
El abandono institucional y la falta de medios y recursos humanos son algunos de los muchos obstáculos que frenan la lucha contra el suicidio. A pesar de que todos los cuerpos policiales cuentan con un proyecto de seguridad y se han desarrollado protocolos de prevención del suicidio en cuerpos como la Guardia Civil y la Policía Nacional, las cifras evidencian que queda un largo camino por recorrer.
Alberto expone unos datos escalofriantes que demuestran el abandono de las instituciones hacia las FFCCSE: “el ratio que tiene la policía y la Guardia Civil es de 1 psicólogo por cada 1.900 agentes. Es inasumible que pueda atenderte ni siquiera cinco veces al año”. Desde la AAPSP atienden un mínimo de 5 compañeros al día y ponen a disposición de quien lo necesite un teléfono operativo las 24 horas del día.
Otro de los factores que influyen en esta lucha es la falta de formación en gestión emocional. Tanto Juanjo como Alberto reconocen que una vez dentro del cuerpo no se realiza ningún seguimiento ni control psicológico de los agentes, una asignatura pendiente para los cuerpos policiales que podría ayudar a sobrellevar algunas de las intervenciones que realizan.
Situaciones límite que ponen a prueba su capacidad de respuesta en décimas de segundo y a las que se espera que atiendan en cualquier circunstancia y condición. Ahora es el turno de que Guardia Civil, Policía Nacional, policías autonómicas y locales encuentren nuestro apoyo para frenar una lacra social con la que conviven a diario. ¿O acaso pensamos que alguien los prepara para esto?